Domingo

Melcochita, biografía en clave de humor

Antes que músico y humorista, fue atleta. Se codeó con Edwin Vásquez, el único peruano que ha ganado una medalla de oro en los juegos olímpicos. Entre los ocupantes de Palacio, al que más recuerda es a Juan Velasco Alvarado, quien lo mandaba detener para que le contara chistes. Melcochita ha escrito sus memorias y están llenas de anécdotas notables.

Melcochita presentando en sociedad el libro sobre su vida. Foto: LR
Melcochita presentando en sociedad el libro sobre su vida. Foto: LR

Melcochita llegó a La República minutos antes de la hora pactada, solo, sin carro particular. Dice que no tiene agenda porque él aún posee una buena memoria y que no necesita que le repitan las cosas. Se acuerda de todos los trabajos que tuvo, de los artistas con quienes se ha codeado y de los primeros años de su infancia.

“Yo me acuerdo de cosas que pasaron cuando apenas tenía un año. Dicen que esto es imposible para la mayoría de la gente, pero para mí es algo normal. Recuerdo que caminaba y me caía. Luego me preguntaba: ¿por qué me caigo? Y me daba cuenta que era porque estaba aprendiendo a caminar”, relata en su libro “Vida, pasión y risas de Melcochita”.

Pablo Villanueva Branda accedió a plasmar sus experiencias en un texto de 120 páginas para que conozcan al hombre que está detrás del humorista y espera servir de inspiración a quienes desean cumplir sus sueños, pese a la pobreza. A sus 86 años, Melcochita ya no se preocupa por el ayer ni por el mañana. Dice que logró todo lo que quiso y más: el cariño de su pueblo y el reconocimiento internacional.

Melcochita

Foto: : John Reyes/La República

Sus carencias

Si alguien sabe lo que es trabajar desde niño es Melcochita. Recuerda que a los 9 años logró que lo contrataran en el Club de Tiro de La Victoria, a unas cuadras de su casa, que su padre abandonó cuatro años antes. Allí conoció al tirador Edwin Vásquez, el único peruano que ha ganado una medalla de oro en los Juegos Olímpicos. En la ATO (Asociación de Tiro Olímpico) también experimentó el peligro. Una vez terminó herido por una bala que le impactó en la pantorrilla izquierda. Cree que Dios desvió el proyectil que, de otra forma, podría haber acabado con su vida.

Melcochita, biografía en clave de humor

Melcochita, biografía en clave de humor

Luego laboró en una ladrillera y hasta fue profesor de gimnasia ad honorem. Pero la tarea que más disfrutó en sus años mozos fue la de orfebre. Durante siete años, el actor cómico se encargó de pulir joyas preciosas. Lo que más amaba de su trabajo no eran las piezas, sino cómo brillaban gracias a su esfuerzo.

“Me gusta ser el primero en todo. Pero no digo ‘yo soy el bravo’. El público es quien lo dice”, expresa. Además de ayudar a su madre Constanza con su sueldo, Melcochita se daba el tiempo para ir al colegio, practicar gimnasia y tocar la batería. “No pensaba ser cantante ni chistoso. Mi sueño era ser un gran baterista como Alex Acuña”, aclara.

Otra de las pasiones del victoriano era el deporte. Le gustaba correr en El Porvenir, pero no al nivel de la gimnasia y la calistenia, tanto así que ganó dos campeonatos. Pese a su talento, estaba convencido de que no tenía futuro por sus limitados recursos económicos. Ahora piensa distinto. Cree que si hubiera tenido apoyo, incluso podría haber sido un deportista olímpico.

Giro en su vida

Melcochita asegura que es más músico que cómico, pero el humor le ha dado fama y fortuna. Una de las anécdotas que recuerda como si fuera ayer fue cuando Armando Artola, ministro del Interior de Juan Velasco Alvarado, ordenaba que lo detengan junto a Miguel Barraza y a Lelo Costa, para que fuera a Palacio y le contara chistes al militar y político peruano. Villanueva asegura que bailarinas y cantantes famosas participaban de reuniones nada santas, pero sabía que no podía decir nada para preservar su vida.

Al humor llegó de la mano de Augusto Ferrando, en la recordada Peña Ferrando. El animador de televisión fue importante para que Melcochita se hiciera conocido y tuviera una carrera en el mundo del espectáculo.

Pero las mejores experiencias que ha vivido son gracias a la música. Ha podido codearse con grandes personalidades como Andy Montañez, El Gran Combo, la Fania All Stars, Tito Puente, Alberto Barros, José Alberto ‘El Canario’, Chabuca Granda, Johnny Pacheco, con quien grabó su disco “La estrella del son”; y hasta hizo una colaboración en rock con Los Yorks. Melcochita no recuerda la letra de la canción, pues la grabación fue una especie de improvisación.

Con la persona que más empatizó fue con Celia Cruz, quien lo respetaba como sonero, pero también sabía del buen sentido del humor que tenía el peruano, a tal punto que cuando estaba bajoneada, la cubana le pedía que le relate unos chascarrillos para aliviar su dolor. “Melcochita, tengo una depresión cabrona, cuéntame alguna moña de esas que tú sabes”, le decía.

Otro de los momentos más emotivos que vivió fue cuando David Letterman, uno de los hombres íconos de la televisión norteamericana, lo invitó a su programa más de una vez; lo que le dio una enorme popularidad en Estados Unidos. El comediante peruano siente que haberse sentado en el mismo lugar que Bush, Trump, Obama, Michael Jackson, Madonna y Frank Sinatra fue un gran logro. “Yo he hecho cosas en el mundo que no ha hecho ningún latino”, recalca orgulloso.

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Melcochita, hincha acérrimo de Alianza Lima, no piensa en el reloj de la vida, mucho menos en los problemas cuya solución está fuera de su alcance. Asegura que lo único que conseguiría es estresarse y envejecer más. Tampoco está a la espera de los homenajes en vida, ya que el público lo hace sentir único cada vez que está en la calle. Dice que ese es el mejor termómetro para medir el amor de la gente.

Desde hace unos años, Pablo Villanueva dejó de preocuparse en su peculio y solo está enfocado en disfrutar de sus últimos días con su esposa e hijas menores. Indica que casi no tiene dinero porque es ‘mano suelta’ con su familia, pero vive feliz. La única duda que ronda por su cabeza es qué hubiese pasado con él si lo hubieran descubierto antes. Nunca lo sabrá.