El peruano que tocó el cielo
César Rosales se acaba de convertir en el primer montañista peruano en coronar la cima del Nanga Parbat, llamada “La Montaña Asesina”, una de las más altas y peligrosas del mundo.
Lo primero que César Rosales investigó acerca del Nanga Parbat lo sorprendió.
“La Montaña Asesina”.
Así se referían en varios artículos a este coloso, ubicado a 8.126 msnm, en la zona oeste de los Himalayas, dentro de las fronteras de Pakistán.
Le llamaban “La Montaña Asesina” porque muchos expedicionarios habían perdido la vida tratando de coronar su cumbre, entre ellos el venezolano José Antonio Delgado Sucre, en 2006, sobre el cual se hizo una película.
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A César Rosales lo había invitado a ascender a la montaña su amigo el alpinista italiano Alberto Peruffo, a quien había conocido una década atrás cuando él y su familia hicieron un viaje de turismo a la Cordillera Blanca.
En 2014, Rosales y Peruffo habían intentado escalar el Kanchenjunga, la tercera montaña más alta del mundo, abriendo una nueva ruta, pero no pudieron culminar la expedición porque el clima les jugó una mala pasada.
Esta vez, Peruffo le proponía trepar el Nanga Parbat. Aunque era un ocho mil de menor altitud, representaba un reto mayor, ya que tenía una de las más altas tasas de siniestralidad, solo superada por el temible Annapurna.
“¿Y si esta vez tampoco lo logramos?”, recuerda que se preguntó a sí mismo.
Sin embargo, la duda le duró poco.
Intentar coronar un ocho mil era una oportunidad que un montañista peruano como él, nacido en un pequeño pueblito de la Cordillera Blanca, no podía dejar pasar.
Así que le dijo a Peruffo que aceptaba el reto.
Con el grupo de italianos que lo acogió en el ascenso. Foto: cortesía César Rosales.
Rescate y ascenso
César Rosales quizá se hubiera dedicado a la agricultura o a otro oficio, pero se hizo montañista después de conocer en su natal Carhuaz a algunos voluntarios italianos de la Operación Mato Grosso, del sacerdote Ugo De Censi. Ellos, que lo veían subir y bajar las montañas desde su casa hasta el colegio, le dijeron que tenía condiciones y lo invitaron a prepararse en la Escuela de Guías Don Bosco.
En todos estos años como guía de montaña, Rosales coronó los más importantes picos de la Cordillera Blanca, ascendió al Aconcagua, a la Patagonia, al Chimborazo... Así que cuando llegó la invitación de Peruffo para trepar el Nanga Parbat, sentía que estaba preparado.
Fue un ascenso cuidadoso. Se aclimataron en el Campo Base del nevado desde inicios de junio, durante casi un mes, haciendo caminatas de ida y vuelta a los campos 1, 2 y 3. Durante ese tiempo, el peruano tuvo la oportunidad de afianzar lazos de amistad con expedicionarios de otros países.
Fue así que, un día, un grupo de italianos llegaron al Campo Base con la noticia de que uno de sus compañeros estaba perdido. Rosales fue de los primeros en ofrecerse a salir en su búsqueda. Luego de que lo encontraron vivo, los italianos se quedaron encantados con la actitud del peruano y lo invitaron a unirse a ellos a su ascenso, programado para el 3 de julio. El ancashino lo consultó con su amigo, Peruffo, y este le dijo que aprovechara la oportunidad.
El lunes 4 de julio, poco antes de las ocho de la mañana, César Rosales pisó la cumbre de la Montaña Asesina. Era una mañana con mucha luz. En su mente, el peruano iba agradeciendo a Dios, a su familia, a su amigo Alberto Peruffo y a cada una de las personas que le había permitido llegar hasta ese lugar. Luego, sacó su bandera peruana y se tomó una foto. Era el primer compatriota en coronar este ocho mil. Sabía que estaba haciendo historia.
Con 39 años y dos décadas en el oficio, él siente que tiene todavía mucho camino por recorrer. Quiere seguir escalando otros ochomiles. Sueña con subir a la cima del K2, la segunda más alta del mundo. Ese es su siguiente reto.