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Domingo

Putin, el señor de la guerra

¿Quién es Vladímir Putin? A continuación, una breve aproximación a la personalidad y a los secretos del hombre que desató la guerra en Ucrania y despertó los miedos del mundo a una nueva conflagración internacional.

Vladímir Putin en una ceremonia en la península de Crimea el 2021, un territorio que le arrebató a Ucrania el 2014. Foto: agencia
Vladímir Putin en una ceremonia en la península de Crimea el 2021, un territorio que le arrebató a Ucrania el 2014. Foto: agencia

“Putin es pequeño y pálido; tan frío que es casi un reptil”. Con estas palabras, anotadas al vuelo en una libreta, la exsecretaria de Estado Madeleine Albright describía sus primeras impresiones del hombre con el que se acababa de reunir en Moscú, a principios del 2000, y que por entonces ejercía la presidencia encargada de Rusia.

En la conversación, el hombre le dijo que entendía por qué el Muro de Berlín tuvo que caer, en 1989, pero agregó que no esperaba que toda la Unión Soviética se derrumbara. “Putin está avergonzado por lo que le pasó a su país”, anotó la funcionaria en su libreta, “y está decidido a recuperar su grandeza”.

Albright recordó este encuentro en un artículo publicado hace poco en The New York Times. En ese momento, ni ella ni probablemente nadie en Occidente imaginaban lo lejos que llegaría en las siguientes dos décadas ese hombre pequeño, de labios estrechos y mirada de acero, persiguiendo su objetivo de recobrar la gloria de su antiguo imperio.

Vladímir Putin, el hombre que el jueves 24 ordenó la invasión rusa a Ucrania, poniendo al mundo al borde de una guerra, soñaba de pequeño con ser un gran espía, como los de las películas que veía en el estrecho departamento comunal en el que se crió, en San Petersburgo.

Postuló a la KGB a los 15 años, pero fue rechazado porque primero tenía que terminar una carrera. Se graduó de Derecho con honores y de inmediato ingresó al servicio de inteligencia soviético. Pasó la década del ochenta haciendo contrainteligencia en Dresde, Alemania Oriental, y fue testigo de la caída del Muro. A su regreso se volcó a la política, primero en San Petersburgo y, años después, en Moscú, cuando ingresó al círculo de asesores de Boris Yeltsin.

Vladímir Putin cabalgando a pecho desnudo en vacaciones. Imágenes como esta alimentan el mito. Foto: archivo

Vladímir Putin cabalgando a pecho desnudo en vacaciones. Imágenes como esta alimentan el mito. Foto: archivo

Para cuando ganó la elección presidencial del 2000, y gracias a la épica nacionalista que rodeó la guerra con Chechenia, Putin ya era el político más popular de su país. Fue reelecto en 2004, y en 2008, como las leyes le impedían postular de inmediato a un tercer mandato, hizo ganar la presidencia a Dmitri Medvédev y él se colocó como su primer ministro. En 2012 ganó su tercera elección y en 2018 volvió a ser elegido por seis años más. Su popularidad nunca ha bajado del 50%.

El macho alfa

Buena parte de esa popularidad se explica por la imagen que los aparatos de comunicación del Kremlin proyectan constantemente de su gobernante: un hombre que practica artes marciales (es campeón de judo), que pilota aviones de caza, helicópteros y autos de Fórmula 1, un amante de la naturaleza que escala, monta a caballo y pesca y que se las entiende con tigres y osos polares. Putin, transmiten los medios de comunicación cercanos al Gobierno cada vez que pueden, es el epítome del macho alfa.

Tantas historias de masculinidad y audacia han hecho enarcar las cejas a sus críticos. Como cuando se descubrió, por ejemplo, que uno de los tigres supuestamente silvestres a los que él disparó sedantes en un parque nacional para ponerle un rastreador provenía de un zoológico. O cuando se difundieron las imágenes de Putin buceando en la bahía de Tamán y “descubriendo” dos reliquias griegas sumergidas en el mar justo ante las cámaras de su equipo de prensa.

Exagerada o real, esa imagen de tipo duro e implacable es un arma que usa no solo en el plano local, sino sobre todo en la política internacional. Muchos recuerdan cuando en 2007 invitó a Angela Merkel a su residencia de Sochi y, conociendo de su fobia hacia los perros, hizo entrar a la sala a su labrador, Koni, y dejó que el animal olfateara a la canciller alemana mientras ella tensaba el cuerpo, presa del miedo.

“El miedo es un catalizador del sentido común”, le dijo en una ocasión Putin a Harald Malmgren, exconsejero de varios presidentes norteamericanos. Él y otras personas que lo conocieron coinciden en señalar su predilección por usar el temor, el miedo, para doblegar políticamente a sus adversarios.

El mito completo incluye su supuesta gran vida sexual. Tras su separación de Liudmila Shkrébneva, con quien tuvo dos hijas, se le atribuyeron varios romances, el más famoso supuestamente involucró a la gimnasta rusa Alina Kabaeva. Pero el investigador alemán Erich Schmidt-Eenboom sostiene que la suya es una vida casi asexual. “El sexo y la vida sexual le son totalmente ajenos”, afirma.

Vladimir con Joe Biden. Durante sus 22 años en el poder, ha visto pasar a cinco presidentes norteamericanos. Foto: archivo

Vladimir con Joe Biden. Durante sus 22 años en el poder, ha visto pasar a cinco presidentes norteamericanos. Foto: archivo

En los últimos años, Putin se aisló cada vez más en su burbuja palaciega. La pandemia hizo que extremara sus precauciones sanitarias. Según The New York Times, el líder ruso interactúa con sus funcionarios principalmente a través del video y ha reducido al mínimo los viajes al extranjero. Cuando tiene que encontrarse con otras personas cara a cara, estas deben pasar por un “túnel de desinfección” y sentarse en el extremo opuesto de una larga mesa, como ocurrió en la visita del presidente francés Emmanuel Macron. Algunos especularon que era una táctica de intimidación, pero otros apuntaron a la preocupación en el Kremlin de que el gobernante cayera enfermo.

Consumada la invasión, se entienden las extremas preocupaciones por proteger su salud. En un artículo del Times más reciente, analistas rusos señalaban que el aislamiento parecía haber hecho mella en Putin, quien parecía estar más afligido y más emocional. En sus discursos, apuntaban, parecía cada vez más obsesionado con los padecimientos sufridos por Rusia por culpa de Occidente.

Gleb Pavlovsky, uno de sus antiguos hombres de confianza, dijo estar sorprendido por la oscura descripción de Ucrania que hizo en el discurso que precedió a la invasión, señalándola como una grave amenaza para su país. “No tengo idea de dónde sacó todo eso. Se ha convertido en un hombre aislado, más aislado de lo que estaba Stalin”. Tatiana Stanovaya, otra analista, dijo que Putin parecía mucho más preocupado por restaurar la “justicia histórica” de Rusia que por las prioridades estratégicas de su país. Hacer respetar a Rusia otra vez. Como le dijo a Madeleine Albright, “recuperar su grandeza”.

Las protestas contra la guerra son cada vez más potentes. Foto: archivo agencias

Las protestas contra la guerra son cada vez más potentes. Foto: archivo agencias

El impacto de la guerra en América Latina

La primera consecuencia de la guerra en Ucrania para Latinoamérica según los analistas, es que el precio del petróleo va a aumentar. Rusia es el segundo país exportador de petróleo del mundo después de Arabia Saudita.

Otro aspecto que nos podría afectar es el aumento del precio de productos como el maíz y el trigo. Ucrania es uno de los mayores productores de maíz y junto a Rusia producen 109 millones de toneladas de trigo, casi el 15% de la producción mundial. Su escasez afectaría distintos sectores de la industria alimentaria.