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Tecnopor: Omnipresente y peligroso

Es casi imposible de reciclar, contamina los océanos y es un riesgo para la salud. Más de 90 ciudades prohíben su uso. Hay alternativas para reemplazarlo. En el Perú su prohibición entraba en vigor en diciembre próximo, pero desde el congreso buscan ampliar su uso hasta el 2023.

La huella de contaminación que deja el Perú son las toneladas de plástico echadas al mar. El tecnopor abunda como desecho.
La huella de contaminación que deja el Perú son las toneladas de plástico echadas al mar. El tecnopor abunda como desecho.

Islas de basura, así llaman los científicos a los enormes vertederos de desechos humanos que circulan en nuestros mares. La más grande flota al noreste del océano Pacífico, y es una costra inmensa de residuos sobre todo de plástico, cuyo tamaño de 1.6 millones de Km2 equivale a un poco más de la superficie del Perú.

Menos del 1% de los 14 millones de toneladas de tecnopor producidas anualmente se reciclan a escala mundial. Fotografía: Marco Cotrina

Menos del 1% de los 14 millones de toneladas de tecnopor producidas anualmente se reciclan a escala mundial. Fotografía: Marco Cotrina

Con seguridad entre los despojos de botellas, redes, cepillos, hisopos y bolsas encontra- remos pedazos de tecnopor, material omnipresente en nuestra vida diaria, en el vaso del café al paso o en el envase del menú por delivery.

Dada su fragilidad, el tecnopor se fragmenta con facilidad, y miles de partículas de este plástico derivado del petróleo serán transportados por el aire a las lagunas, ríos y mares generando un gran impacto en el medio ambiente.

Pero no vayamos tan lejos, el peligro puede estar más cerca de lo que creemos, en nuestros platos de comida, porque los peces están consumiendo residuos de este material y nosotros también podemos estar introduciendo micropartículas de plástico en nuestro organismo.

Al tecnopor –o poliestireno expandido, creado como material para el sector construc- ción, pero, finalmente, usado para contener nuestros alimentos–, hay que tomarlo con pinzas. Su uso ha sido prohibido en más de 90 ciudades del mundo como New York, Seattle, París, Toronto, Buenos Aires y Río de Janeiro.

Y es que a diferencia de los envases de te- reftalato de polietileno (PET por sus siglas en inglés) como las botellas de gaseosas, que se pueden reciclar varias veces, este plástico espumado no se puede recuperar y se calcula que demora 500 años en degradarse.

Nuestro país está a puertas de prohibirlo totalmente. En 2018 se aprobó la ley 30884 –que regula el uso del plástico de un solo uso y los recipientes y envases descartables–, y sobre el tecnopor se señaló que, tras 36 meses de entrar en vigor la norma, o sea desde diciembre de este año, quedaría prohibida la fabricación, importación, comercialización y uso de envases de este material.

En el Congreso hay quienes pretenden frenar este avance. El legislador Jorge Morante, de la bancada de Fuerza Popular, presentó un proyecto de ley que propone aplazar la prohibición hasta 2023. Argumenta que “los recipientes de tecnopor tienen mayor demanda con la nueva normalidad” y el objetivo es “contribuir con la reactivación económica de los micro y pequeños comerciantes de venta de comida”.

Colectivos ambientalistas y de defensa del consumidor se han pronunciado en contra de las pretensionesde los fujimoristas. De hecho, el portal Salud con Lupa recordó los vínculos del partido político con empresarios de la industria del tecnopor, que figuran como aportantes de su campaña electoral del 2011.

“Plantean un retroceso. Ya se ha avanzado bastante respecto a la regulación del uso del plástico. Hay negocios que han empezado a usar otros envases para repartir sus alimentos. Hay opciones para reempla- zar al tecnopor”, dice Amalia Delgado del colectivo Libre de Tecnopor. La bióloga lleva años concientizando sobre los daños del poliestireno expandido.

En 2016, hizo el seguimieto a 67 familias en Lima y calculó que los domingos, cuando pedían comida por delivery, acumulaban 1 kilo 226 gramos de tecnopor. “Cada familia usó en un año más de 63 kilos en promedio”, señala. Con la pandemia y el aumento de la comida por delivery este indicador está en alza.

¿Y a dónde van estos desechos? El reciclaje del tecnopor es difícil y costoso. No se puede reutilizar porque se ensucia al tener contacto con la comida, además se fragmenta con facilidad, lo que dificulta su acopio. Según la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, “reciclar tecnopor cuesta 3,000 dólares por tonelada –un costo operativo mayor a la ganancia–. Hoy, menos del 1% de los 14 millones de toneladas producidas al año se reciclan a escala mundial”.

“En el mejor de los casos, el tecnopor irá a un relleno sanitario, pero casi siempre termina fragmentado y degradado en la naturaleza”, dice el ingeniero ambiental y docente de la PUCP, Ian Vazquez. Para hacernos la idea, Marysol Naveda, coordinadora nacional de la campaña HAZla por tu playa indica que entre 2018 y 2020, los voluntarios recolectaron más de 47 mil envases de tecnopor tirados en ríos, lagunas y playas del país.

El daño no solo es ambiental, el estireno –que es la molécula del tecnopor– representa un daño a la salud pública. “Un estudio de la Agencia para sustancias tóxicas y registros de enfermedades de España reportó que trabajadores de fábricas de producción de estireno fueron diagnosticados con linfomas y alteraciones del sistema nervioso”, menciona Amalia Delgado.

Además, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) determinó que el estireno es posiblemente cancerígeno. Y aquí hay que tener cuidado pues al tener contacto con el calor, las grasas y alimentos ácidos, el tecnopor suelta esta sustancia que ingerimos.

Frente a esta amenaza, hay alternativas para suplirlo. En los últimos años pequeños emprendedores importan contenedores de alimentos biodegradables de todo tipo. La biotecnóloga arequipeña Leyla Rosell compra del Asia envases elaborados de caña de azúcar, fécula de maíz y bambo –compostables, no tóxicos y amigables con el medio ambiente–, y asegura que su negocio Bioenvases.Aqp ha crecido desde 2017, incluso en pandemia: “Tenemos como clientes desde empresas mineras y restaurantes hasta negocios pequeños de postres”.

De hecho, hay envases alternativos con el sello made in Peru como los platos descartables Bio Plant, elaborados con hoja de plátano, del estudiante de ingeniería industrial Josué Soto. Su proyecto ganó un cofinanciamiento de Innóvate Perú en 2019 y su equipo diseñó y fabricó sus propias máquinas de producción. Sus platos fueron la sensación de fiestas patronales.

Ian Vazquez, que también es miembro del proyecto mundial Pacific Plastics: Science to Solutions reflexiona sobre la huella de contaminación que está dejando el Perú: “Si bien el país no tiene altos niveles de consumo energético, sí genera gran cantidad de plástico marino porque tenemos la peor gestión de residuos sólidos”.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.