Juan De la Puente: “La política brutal ha terminado hegemonizando la campaña”
Para el politólogo, la crisis por la que atraviesa el país es tan grande que muestra la insuficiencia de las recetas de los candidatos.
Juan De la Puente es un agudo observador de la política nacional. Actualmente lo hace desde la página Pata Amarilla, un portal de análisis político que por estos días pasa revista a la actual campaña electoral y a la coyuntura de pandemia que estamos viviendo. En la siguiente entrevista analiza las posibilidades de los candidatos en los próximos debates y explica porqué la campaña se ha convertido en una guerra donde ya no se habla de vencer al adversario sino de destruir al enemigo.
En el debate del pasado domingo las ganadoras fueron Verónika Mendoza y Keiko Fujimori ¿Les ha servido de algo ese triunfo para mejorar sus porcentajes?
Creo que sí les ha servido. En ambos casos estamos ante un fenómeno de reposicionamiento. Ambas candidatas estuvieron paralizadas en su intención de voto frente al avance, en un caso de Lescano, y en el otro de López Aliaga. Y este reposicionamiento permite abrir una ventana para que ambas crezcan. Ese es un efecto innegable: demostrar que ambas están persistiendo en la pelea. Se trata además de dos personas profundamente antagónicas, son, yo digo, enemigas íntimas.
En la última elección municipal, el debate le sirvió a Jorge Muñoz para remontar y ganar la elección. ¿Los debates del Jurado Nacional de Elecciones le podrían servir a algún candidato para repetir ese fenómeno?
Sí, si estos debates ayudan a romper el bolsón de votos resistentes que son más o menos entre cinco a siete millones y medio. Tanto el 2018, en el caso de Lima, como ahora, se produce el fenómeno de esta resistencia democrática. Hay un grupo de personas, de electores, que han decidido no votar por nadie, o están indecisos, o no quieren contestar. La ventana de oportunidades en el debate está en relación a ese volumen. Casi como que es un auditorio en espera de que salgan los actores para poder dirimir su voto.
¿Qué deben plantear los candidatos en los debates del JNE, para lograr la atención de ese gran bolsón de indecisos?
La principal característica de ese volumen que llamo la resistencia democrática, es la desconfianza. Y probablemente la indignación. Incluso el concepto de indeciso yo lo discutiría. Porque el indeciso clásico es aquel que no sabe por quién votar. Yo creo que estamos frente a otro indeciso. Es un indeciso muy desconfiado, indignado, resistente a entregar su voto. Creo que la combinación de confianza personal y seguridad por parte de un candidato, podría hacer que se desembalse ese volumen de gente resistente.
La pandemia ha hecho que esta campaña sea muy inusual...
Es inusual y atípica por varias razones, pero hay una que me parece fundamental: el volumen de la crisis. La crisis es tan grande que muestra la insuficiencia de las recetas. En segundo lugar, la enorme división del país, que no era una variable contemplada antes de los sucesos de noviembre. No solo estamos hablando de fragmentación sino de una enorme división. Hay varias polarizaciones que cruzan la campaña: la polarización económica, que se expresó en el debate del domingo pasado entre Keiko Fujimori y Verónika Mendoza. La división política entre un país que quiere libertades y por el otro lado un voto conservador. La división entre fujimorismo y antifujimorismo, que tiene que ver más con transparencia y ética pública. Y la clásica división derecha-izquierda.
¿No le parece que en esta campaña la polarización se ha dado mayoritariamente en términos de ‘caviares’ contra ‘fachos’?
Es una de ellas. Pienso que esta polarización podría tener un sentido político que enfrente al mundo liberal en derechos y libertades, versus el mundo conservador que en su expresión más extrema representa el señor López Aliaga. Pero también puede tener una expresión más programática, más de corto plazo entre la propuesta de cambio del modelo económico y la propuesta de Keiko Fujimori que dice ‘no me toquen el modelo’. Mi impresión es que, por lo visto en el debate del domingo pasado, la más importante es la polarización entre el cambio o la conservación del modelo. Es una polarización que también se había advertido en la primera vuelta de la campaña electoral ecuatoriana, desmintiendo a todos los que creían que la polarización era correísmo o anticorreísmo. No, el electorado dijo ‘aquí hay una polarización más compleja, que tiene que ver con nuestra vida diaria’.
¿Con López Aliaga está creciendo un sólido bloque de ultraderecha en el Perú? ¿Lo ve así?
Creo que se está articulando y organizando partidariamente, pero el mensaje político conservador es un mensaje que está presente en las calles desde las marchas de “Con mis hijos no te metas”. En los tres últimos parlamentos hubo candidatos o parlamentarios de ese sector en distintos partidos. Hoy día se produce un agrupamiento en una sola organización política o principalmente en una organización política. El partido Renovación Popular tiene para el sector ultraconservador la virtud de haber juntado en estas listas a sectores evangélicos y a sectores católicos. Entonces, es un emprendimiento de la unidad ultraconservadora religiosa en el Perú y creo que eso es un experimento interesante, desafiante.
En una columna de mediados de marzo decía que Yonhy Lescano parecía seguro en segunda vuelta. ¿Sigue creyendo eso?
Lo que tenemos son tendencias. Y todas las encuestas previas indican que Lescano estaría en segunda vuelta. Tendría que producirse un quiebre de Lescano en el debate del 29 de este mes, del Jurado Nacional de Elecciones, para que se caiga. Es curioso, porque Lescano asume para mucha gente una posición de izquierda, contestataria, radical, descentralista. Pero veo a Lescano intentando moverse al centro. Y hoy día en el Perú, un centro que implique una moderación sin alternativas y de tibieza frente al volumen de la crisis podría restarle votos, que es lo que le ha pasado a Guzmán y a Forsyth en las últimas semanas. La suerte de Lescano está atada al resurgimiento de Mendoza, a las posibilidades de un mal desempeño en el debate que viene, y al hecho de que intente pasar al centro para que su candidatura sea menos peligrosa para los sectores conservadores.
En las últimas semanas, Mendoza ha perdido respaldo en el sur a manos de Lescano, Castillo e incluso López Aliaga ¿Qué es lo que no ha hecho bien?
Creo que el debate (del domingo pasado) marca un resurgimiento de la candidatura de Veronika Mendoza, respecto de unas seis o siete semanas de estancamiento y que está relacionado principalmente a su abandono de los asuntos de corto plazo. La campaña de Juntos por el Perú era una campaña localizada en el mediano y largo plazo. Y allí reside la idea de este desborde que por el lado izquierdo acosa en el sur a Verónika Mendoza. Cuando ella retorna al corto plazo, juntando corto y mediano plazo, creo que le va mejor. También le va mejor a Keiko Fujimori, su enemiga íntima, porque cuando ella dice ‘mano dura’, a nadie le interesa. Pero cuando mete temas específicos como hizo en los últimos días, su candidatura aparece sugerente. En el caso de Verónika Mendoza lo explico como un asunto que tiene que ver con cuánto tocas el corto plazo de esta crisis.
En otra columna decía que la diatriba es la principal forma que adquiere esta campaña y que esta se libra en un lodazal. ¿El candidato López Aliaga tiene mucho que ver con esto?
Lo que creo es que en el Perú hay una política brutal. Y esa política brutal y el contexto electoral ha terminado hegemonizando la campaña. Por varias razones: primero porque lleva un conjunto de nuevas ideas a la campaña electoral. ¿Cuáles son? Las ideas conservadoras. La recusación de todo cambio, anatemizar a un nuevo adversario, cambiarle de contenido y plantear su destrucción. La política brutal no lo es solo en el sentido de la forma, la política brutal lo es también en relación a los contenidos. Me gustaría decir que la polarización de la campaña implicaría una ausencia de contenidos, y entonces solamente es una especie de populismo vacío, como era antes. Pero lamento decir que no creo que sea eso. Creo que estamos frente a una sustitución de ideas. Las palabras que usan ahora, por ejemplo: liquidar, destruir, suprimir, aniquilar. Ya no es un asunto solo de forma, es de fondo. Estamos frente a la movilización de la diatriba como elemento fundamental, no como sustitución de la antigua política, sino como una forma de establecer un nuevo parámetro peligroso. Creo que la política brutal se junta y se alimenta del periodismo brutal, que recrea este debate de “nuevas ideas”. Me parece que se insulta no porque no se tenga ideas, sino porque se tiene nuevas ideas. Y esa idea es aniquilar al enemigo. Desde ese punto de vista, podríamos decir que el Perú vive un momento prefascista.
El adversario político de antes es ahora un enemigo.
Ya no es el adversario democrático con el que peleas en la campaña y podrías eventualmente llegar a acuerdos. Este es un enemigo para siempre, con el cual ya no puedes debatir, no puedes consensuar nada y solo te queda aniquilarlo. Eso es un cambio sustantivo. Eso es una política brutal muy peligrosa para la democracia porque de ahí ya no regresas.
¿El Partido Morado no levanta porque tiene un candidato sin carisma o porque le perjudica tener a Sagasti en el gobierno?
Siempre hay razones concurrentes. Me atrevería a decir que en el caso del Partido Morado hay dos: la primera es la poca fuerza de las propuestas de cambio. No basta ser de centro, hay que ser de centro y al mismo tiempo audaz. Porque en un contexto de polarización a un centro que no es audaz se lo comen los extremos. Es lo que ha pasado. Y segundo, creo que la suerte del Partido Morado está atada a la suerte de Sagasti, que es un presidente de centro. Esos dos elementos constituyen la razón por la cual decae el Partido Morado. Pero debería decir algo en beneficio del Partido Morado: que sale de los sucesos de noviembre como el principal ganador de una polarización democrática, entre libertad y autoritarismo, entre democracia y golpe. Pero ese relato democrático ya no es vigente pocas semanas después, porque el volumen de la crisis es tan grande que obliga a que la polarización importante sea el cambio de modelo o su intangibilidad. A eso me refiero cuando digo que la crisis es tan grande que un centro tibio, con pocas propuestas, se cae.
A tres semanas de la elección, las cosas son tan inciertas que entre el primer y el quinto puesto, todos tienen posibilidades de pasar a segunda vuelta.
Sí. La característica principal es el achatamiento de los candidatos hacia abajo. Y la existencia de este volumen que podría ser un tercio (del electorado) de ciudadanos resistentes a votar. En las elecciones del año 2011 los cinco candidatos superaban el 80%, el 2016 también. Hoy los cinco primeros apenas superan el 50%. Por eso estas elecciones se convierten en profundamente inciertas. Un segundo elemento es la suma de votos de los dos que van a pasar a segunda vuelta. Porque siempre superaban el 50% en votos emitidos. ¿Qué pasa si los dos que pasan a segunda vuelta no superan el 50% de votos emitidos? Esto plantearía un problema serio de legitimidad a quien gane la elección.
¿Cómo se explica que AP, de triste papel en el actual Congreso, y el Frepap, que tampoco ha tenido un papel interesante, lideren las encuestas al Parlamento?
Diría que todavía estamos frente a un momento en que algunos partidos nacionales podrían mejorar el arrastre para sus listas. Tengo la impresión que este cuadro final de representación parlamentaria no será el que indican las encuestas. Dicho esto, dos partidos que tienen implantación nacional son los que aparecen primeros en las encuestas en voto parlamentario. Acción Popular que debe tener tres regiones y unos 20 municipios en capitales de departamento, y unos 150 a 200 municipios provinciales y distritales. Hay una estructura nacional. Frepap no tiene poder en los municipios, pero tiene un trabajo cotidiano que el resto de partidos no ha seguido. Gran parte de los partidos llamados tradicionales no pasan de los barrios mesocráticos para hacer su campaña. Y entonces ahí hay otra explicación: son partidos dislocados de todo el territorio nacional.
Con un Congreso fragmentado, el próximo presidente va a tener problemas para avanzar muchas de sus propuestas. ¿La crisis que estamos viviendo podría ahondarse mucho más?
Habría que pensar en una crisis más larga. Yo me pregunto ¿por qué todo tiene que resolverse en estas elecciones? Mi impresión es que el volumen de la crisis implicará que la primera y segunda vuelta peruana no serán suficientes para establecer un nuevo curso político democrático, renovado y estable. Y en ese sentido, creo que un Congreso fragmentado ya no es novedad. Los cinco últimos Congresos han sido fragmentados. Lo que sí tendríamos, además de un Congreso fragmentado, es un Congreso muy independiente de los propios partidos y también del Ejecutivo. Esto creo que es el modelo fujimorista de política llevado a su expresión más final. Fujimori ha inseminado a toda la clase política peruana, su cultura ya es un patrimonio nacional: la independencia total del líder, partidos maleables, la política social focalizada y ahora un Congreso donde los parlamentarios son independientes hasta de sus propios partidos.
La pandemia es el tema inmediato para el próximo presidente. Ud. Hablaba de una agenda de corto plazo ¿Cuál debe ser esa agenda?
El próximo gobierno va a ser un gobierno vacunador. Los primeros cinco, seis meses, la principal actividad va a ser vacunar. Eso es lo primero. Lo segundo va a ser poner sobre la mesa la interacción que hoy día se produce entre el modelo de reactivación y las demandas para que esta reactivación sea más inclusiva. Entonces sobre la mesa está el tema de la reforma de pensiones, el tema de los bonos, y los programas sociales de alivio a la pobreza que ha aparecido con la pandemia. No creo que haya condiciones para que todo lo que se ha hecho en materia de reactivación sea tirado al tacho. Entonces el próximo gobierno va a tener que consensuar con la sociedad, con los actores políticos, con quienes tienen poder en este país. Va a tener que consensuar un modelo de reactivación que tenga distancia, que implique un reajuste del actual. Y tercero, la pandemia no ha terminado, entonces los efectos vinculados a salud, a educación, y a la prestación de bienes públicos, también será objeto de la agenda. Estos tres elementos hacen que la agenda del próximo gobierno sea una agenda muy de corto plazo. No va a tener tiempo de plantearnos un horizonte de cinco años.
Con un Congreso independiente incluso de sus propios partidos y del Ejecutivo ¿Cómo haría el próximo presidente para avanzar algunas reformas o cambios?
El principal propósito del nuevo gobierno, quien gane, va a ser negociar con el Congreso, y negociar con una sociedad profundamente desconfiada y demandante. Va ser un gobierno muy acotado. El concepto de reformas profundas yo lo discutiría mucho, porque en la negociación creo que van a acotarse muchos elementos de un cambio profundo en el Perú. Por esa razón tengo la impresión de que la crisis va a continuar y quizás va a ser necesario ir a una tercera vuelta, en el sentido de que el año 2022 o el 2023 van a tener que tomarse decisiones, que espero que sean constitucionales, para poder seguir ajustando los cambios a un país que al parecer no resolvería todos sus problemas este año.