Autocines: volver al pasado
Esta semana, ante la perspectiva de que las medidas sanitarias se relajen un poco, surgió la idea de retomar los autocines como una forma de que la industria del entretenimiento no sea otra víctima de la pandemia. El debate surgió enseguida y hubo quienes calificaron a la idea de excluyente y otros que la defendieron. Domingo conversó con ambas partes.
Aunque Netflix o HBO viven su momento de oro con la pandemia, el negocio de los cines, esos espacios donde, hasta hace unas semanas, acudíamos a disfrutar una película en pantalla grande y canchita en mano, ha sido condenado a la extinción -al menos temporal-, porque su naturaleza impide la distancia social necesaria para evitar la propagación del coronavirus.
Pero he aquí que vendrá al rescate, como salido del DeLorean de Volver al futuro, una forma de ver películas que desapareció hace décadas: el autocine. Esta semana, cuando varias empresas anunciaron su intención de resucitar estos espacios, se produjo un debate en redes que resuena todavía.
La iniciativa que más se ha difundido es la de la productora de espectáculos Tondero, cuyo gerente general, Miguel Valladares, declaró a Domingo que la idea de retrotraer los multicines a Lima nació por la necesidad de empezar a reactivar poco a poco la industria del cine y el entretenimiento. “Estamos cogiendo el modelo de un autocinema, porque es el que más se presta a los protocolos de seguridad y sanidad que se van a requerir en estos momentos por las distancias que hay entre persona y persona”, nos dijo.
Valladares, quien también se ha asociado con la plataforma de educación virtual Netzun, para ofrecer contenido online en formato pay per view, agrega que lo suyo no serán autocinemas propiamente dichos: “Vamos a expandir esto a que varias áreas de Tondero -que produce películas, teatro, unipersonales, conciertos, música- se vean reflejadas de alguna forma en toda la experiencia (que incluirá gastronomía y arte al aire libre), pero guardando distancias, ahora que la gente no va a poder acceder a cines o teatros, donde suelen estar pegados uno al lado del otro”
En principio serían cinco circuitos, de preferencia en centros comerciales por la afluencia de público. “Es la única salida que tenemos para que nuestro sector se comience a reactivar, pero una vez que los cines comiencen a activarse con normalidad, este proyecto, para nosotros, no de repente para otros, perderá vigencia. No somos exhibidores e iremos a estrenar nuestras películas al cine”, puntualiza.
Para quien sí es una apuesta a largo plazo es para el empresario Damian Ode, quien, desde el 2018 hasta que comenzó la pandemia, manejaba Arnold’s, hamburguesería y autocine al estilo de los años 50 en el Boulevard Bordemar, en el Circuito de Playas, Barranco.
Ahora Ode cierra tratativas con diversos socios para multiplicar la apuesta. “Todavía no puedo decir dónde, porque se está negociando. No es tan fácil como decir: voy a abrir mi autocine, me agarro un terreno y pongo mi pantalla. No. Hay temas de servicios, de derechos de películas. Y lo más importante es que todavía no tenemos fecha de salida, porque ni el ejecutivo ni Minsa han dado ninguna regulación".
La idea del empresario también incluye ampliar el autocine a otras formas de entretenimiento. “Vamos a hacer autocinema, autoconciertos, autoteatro, auto standy up comedy, todas las expresiones culturales y artísticas. Ya tenemos varios artistas, conciertos y películas. Estamos esperando el go y salimos en primera, porque tenemos el know how. Arnold’s es la empresa pionera de la década”, manifiesta.
AUTO EXCLUSIÓN
Quién se ha mostrado muy crítico con la idea de los autocines es el sociólogo Franklin Velarde, magister en Estudios Urbanos y docente en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la PUCP, porque -asegura- “romantizan” la idea del auto privado en la ciudad.
“Frente a un transporte público abandonado, comprar un automóvil por muchas décadas ha significado, para las familias y personas, prestigio, ascenso social e independencia. Esto ha generado que, más allá de su utilidad real y uso eficiente, se cree toda una cultura urbana a partir del automóvil (autoservicios de comida rápida, autocines, etcétera), que ha ignorado por años el daño ambiental y a la salud pública que esto ha generado”, acota.
¿Por qué no utilizar un medio que propicia la distancia física para crear una plataforma que ayude a salvar las diversas formas culturales del colapso?, le preguntamos y responde: “La propuesta de autocines -tal como he visto que está planteada- ayudaría a las grandes cadenas de cine. La industria cultural y, en especial, las y los trabajadores de la cultura, necesitarían de otro tipo de ayuda para continuar con sus trabajos, investigaciones y eventos. Creo que si la intención es ayudarles a enfrentar esta crisis, se debería ir pensando en espacios de ensayo seguros, plataformas virtuales, bonos de ayuda, espacios en medios de señal abierta o espacios públicos pensados para el distanciamiento social, accesibles y descentralizados”.
Para Velarde, una industria dirigida solo a quienes tienen vehículo resulta excluyente. “¿Cuántas personas podrían costear un viaje en auto privado a la Costa Verde para acceder a un autocine en un contexto de crisis económica? Pienso que no muchas familias estarían dispuestas a realizar ese gasto o cuentan con los medios, empezando por un auto privado. ¿Qué podemos ofrecerles desde la iniciativa público privada?”, se pregunta.
AUTOCINES DEL PASADO
El primer autocine se abrió en los años 20 en los Estados Unidos -donde se les conoce como drive in theaters- y fue un vendedor de autopartes de New Jersey, Richard Hollingshead, cuya madre, con mucho sobrepeso, hallaba incómodos los asientos de los cines, quien colocó un proyector en el capó de un automóvil y ató sábanas a los árboles en su patio trasero, para que ella viera películas con comodidad.
En mayo del 33, patentó su idea y comenzó a cobrar por entrada. Ver películas desde el auto se convirtió en una tradición americana, especialmente en los años 50 y 60, como atestiguan decenas de películas y series de televisión, donde parte de la trama ocurre en un auto frente a la pantalla de un autocinema.
En un momento, había más de cinco mil autocines en todo Estados Unidos (el 25% de todos los cines), pero los costos del terreno, la limitación de trasmitir solo de noche y, luego, la aparición de los multicines y los videos caseros, fueron aniquilándolos. Hoy quedan apenas unos 400 en diversos estados, casi como un nostálgico recuerdo del pasado, que, gracias a la pandemia, ven una nueva oportunidad.
En el Perú, la historia es más breve aún. El primer autocine, el Drive In Limatambo, abrió sus puertas (metafóricas) el 18 de diciembre de 1953. Ubicado en la cuadra 30 de República de Panamá en San Isidro, ocupaba unos once mil metros cuadrados. Duró hasta 1975, cuando el valioso terreno que ocupaba fue adquirido por un banco. La última película que se trasmitió en sus pantallas fue La fiesta inolvidable, comedia protagonizada por Peter Sellers, quien encarnaba a un actor indio que, por error, termina protagonizando una película en Hollywood. El título de la película podría aplicarse también a la breve historia de los autocines en el Perú que hoy parecen regresar, atraídos por esa serie de errores que terminó convirtiéndose en una pandemia.