Hacker con placa
Keith Fernández es un policía especializado en resolver ciberdelitos. Durante su adolescencia fue un hacker que causaba desmanes en la red. Hoy es un agente que hace respetar la ley sin disparar, armado solo de una computadora.
“Tu tarjeta de crédito está más a salvo en la calle, metida en tu cartera, que cuando la usas para comprar algo en internet”, advierte Keith Fernández (33) mirando con suspicacia tras sus gafas de aviador.
Si se le viera en la calle pasaría por un muchacho inofensivo, un treintañero de pelo largo con pinta de rockero. Nadie sospecharía que Keith es un suboficial de la policía encubierto, uno que no tiene que usar el uniforme reglamentario y que cumple una función especial: perseguir a los delincuentes sin usar un arma de fuego y sin moverse de su oficina.
Lo logra haciendo uso de una computadora con el software adecuado, una conexión wifi veloz y, claro, una inteligencia peculiar para moverse como pez en el agua en el mundo de los códigos binarios.
Keith es un hacker. Pertenece a esa tribu reducida de gente que domina el lenguaje de programación y maneja con pericia las computadoras. Pero es un ‘hacker bueno’ e integra un departamento de la policía especializada en delitos informáticos (cuyo nombre mantiene en reserva por seguridad).
Si decimos que es de los buenos, deduciremos, por contraste, que existen hackers malos. De hecho, cuando hablamos de los hackers casi todos los fichamos como delincuentes que desde su computadora pueden clonar tarjetas de crédito, robar las bases de datos de una empresa o enviarnos spam por correo electrónico para obtener las contraseñas de nuestras redes sociales.
Debido a este estereotipo negativo es que la Real Academia Española los define como “piratas informáticos”. Lo que para muchos, como el famoso hacker español Chema Alonso, no es justo. Por ello, con el transcurrir del tiempo y tras un petitorio de firmas, la RAE tuvo que añadir una segunda acepción: hacker es también una “persona experta en el manejo de computadoras, que se ocupa de la seguridad de los sistemas y de desarrollar técnicas de mejora”.
Keith se reconoce más en esta definición. Y es que los hackers también pueden ser éticos y hacer cumplir la ley.
Nos estaba previniendo sobre los peligros de usar nuestras tarjetas de crédito para hacer compras vía páginas web: “Lo mejor es usar tarjetas bomba, algunos bancos la ofrecen, son las que se crean solo para hacer la compra y luego desaparecen”, dice el experto que, con más de diez años de experiencia como policía, ha visto cómo ha crecido la delincuencia en el ciberespacio.
Por esta razón fue necesario que en 2017 la Policía Nacional del Perú formara su primer equipo de agentes informáticos que hoy suman treinta.
El agente KRIF99
Actualmente, el suboficial Fernández –que fue bautizado con el nombre del fundador de The Rolling Stones– divide sus días entre su trabajo como agente policial, como docente en una universidad y como conferencista en charlas sobre el uso de la inteligencia artificial y etical hacking.
El último caso de cibercrimen al que le sigue la pista es el de una red de comercializadores de pornografía infantil. Cada mes, el equipo que lidera investiga casos como este y otros que tienen que ver con la venta de productos ilegales, como anfetaminas y armas de fuego en la deep web, a la que los usuarios corrientes no tenemos acceso; el phishing o envío de correos electrónicos falsos para conseguir claves de cuentas bancarias; la sextorsión o chantaje por la difusión de fotografías o videos íntimos; la clonación de tarjetas de crédito; etcétera. La lista de los cibercrímenes es infinita.
Hoy, Keith usa sus conocimientos de hacker para luchar contra el delito. Pero hubo un tiempo en que, siendo un adolescente ingenioso y muy popular en el ambiente de los piratas informáticos locales, estuvo a punto de cruzar la línea que divide lo permitido de lo ilegal.
Haber aprendido a los 9 años el lenguaje de las computadoras le abrió la puerta a un mundo de infinitas posibilidades. Corrían los años noventa y su padre, un suboficial de la PNP, lo inscribió en un instituto de computación cercano a su colegio en Villa El Salvador. Aprender a manejar esas máquinas inteligentes le aseguraba un futuro prometedor al niño, o al menos eso creía. “En aquellos años, el sistema operativo de Windows no tenía ventanas, todo se manipulaba con códigos y lenguaje de programación”, cuenta con cierta nostalgia el agente.
KRIF99 fue el nick (sobrenombre) con el que se hizo conocido en los foros de internet, esos espacios donde otros friquis de la informática compartían sus conocimientos y dudas.
A los 15 años, influenciado por la cultura cyberpunk estaba decidido a ser un hacker: “Quería ser parte de los ‘sombrero negro’ (los hackers malos) y hacer cuanto disparate y reto nos pusieran al frente. Ya conocía sobre códigos y diversos accesos a diferentes servidores de internet”, agrega.
Con su grupo hacía “travesuras”, como ingresar a las páginas web de las aerolíneas y crear boletos de avión para viajar a diferentes destinos, o entrar a las web de empresas importantes y cambiarles el logotipo.
Sus movimientos ya rozaban lo delictivo. “Había olvidado que veía a mi padre como un superhéroe. Quería ser policía como él, pero también quería ser un hacker. ¿Cómo mezclar tu pasión con tu profesión?”, se preguntaba.
Hackers buenos
Keith egresó de la Escuela Superior Técnica de la PNP el 2007, cuando aún no se hablaba de ciberdelincuencia y la policía no sabía que podía hacer uso de la información que está suelta en el internet para resolver crímenes.
Justamente, hace tres años, el suboficial echó mano de ese recurso para dar con el paradero de una niña secuestrada en Chiclayo. No tuvo que salir de su oficina para que, a través de su computadora, atando cabos de datos publicados sobre el sospechoso en las redes sociales, y haciendo uso de la ‘ingeniería social’ (un método de los hackers que consiste en la manipulación psicológica para obtener información), lograra encontrarlo y recuperar a la menor.
Este episodio fue crucial en su carrera pues sus superiores fueron conscientes de que debían tener un hacker entre los suyos, alguien que se moviera con solvencia en los vericuetos del ciberespacio para luchar contra la delincuencia.
Es así como le dieron luz verde para formar el equipo de ‘los informáticos’, suboficiales con aptitudes para la computación captados de diferentes provincias del país. “Hemos logrado hacer detenciones sin disparar un arma, somos el sistema inmunológico de la policía”, dice el suboficial.
Otro caso inolvidable en el que participó fue en la identificación de 'el ladrón elegante", un hombre mayor que robaba los celulares de las recepcionistas de tiendas de ropa y que era grabado al cometer sus fechorías. Dio con él analizando los comentarios que hacía la gente en redes sociales al compararlo con un pariente, un amigo o un conocido que tenía sus mismos rasgos faciales.
“Si bien un hacker malo puede hacer uso del internet para clonarte una tarjeta de crédito, un hacker bueno puede hacer uso de la información que está en internet para dar con un delincuente”, finaliza Keith. La tecnología puede ser usada para el bien o para el mal.