Jorge Nieto Montesinos: “El Gobierno debería volverse un Gobierno de consignas odriístas”
Sociólogo. Analista y estratega político. Fue ministro de Cultura y, luego, de Defensa durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. Fue director de la Unidad para la Cultura Democrática y la Gobernabilidad de la Unesco.
Su nombre ha sonado en estos días como uno de los nuevos aspirantes a la presidencia y, en efecto, él no se anda con vacilaciones sobre su intención de candidatear. Surgido de las canteras de la izquierda de los años 70, Jorge Nieto Montesinos es, ante todo, un político. En esta entrevista, el exministro de Cultura y de Defensa del Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski cuenta sus motivaciones, reparos y planes para dar ese salto y, de paso, le echa una mirada a la coyuntura. Después de todo, también es lo que algunos llaman un opinólogo.
Has dicho que le han propuesto candidatear y que no lo va a rehuir si hay condiciones. ¿Qué condiciones?
Creo que, a partir de mi gestión como ministro de Defensa y de la manera en la que lideramos el fenómeno del Niño costero, alguna gente ha pensado que yo tengo condiciones de liderazgo que deben ser ejercidas en un país que tiene un vacío de liderazgo muy fuerte.
De hecho, durante el período ya de Vizcarra, se le mencionó para premier.
Yo siempre digo que, en el Whatsapp, soy ministro o primer ministro cada vez que se produce una crisis o un vacío [risas].
¿Pero nunca hubo un acercamiento?
Ha habido acercamientos, pero no han fructificado, porque quizás yo he hecho preguntas difíciles. En fin, es mejor dejarlo ahí. Y a partir de eso, distintos grupos de gente, gente muy disímil, me buscaron para planearme el tema de la posibilidad de una candidatura presidencial. No es una decisión fácil, pero, finalmente, no estoy negado, sino que estoy trabajando en ver si eso se concreta.
¿Se puede decir que es un precandidato?
Pues no, porque no hay elecciones convocadas. Pero estoy trabajando con mucha gente, tanto en el terreno organizacional como en el terreno problemático, estamos elaborando, discutiendo y conversando. Estoy conversando también con partidos políticos que tienen hoy día registro.
Ha dicho que vino al Perú para hacer política, pero también para construir un centro político. ¿No es ese el espacio que se atribuye Julio Guzmán?
Yo soy, como sabes, un hombre de izquierda y creo, además, que hoy día las etiquetas de la topografía política no dicen mucho. ¿Qué es ser de izquierda, de centro o de derecha? Pareciera que ser de izquierda es apoyar a Maduro. Que ser de centro es ser absolutamente aséptico, de modo que uno no se compromete con nada. Ser de derecha, en algún momento, pretendió hablar de la idea de libertad, sobre todo la económica, aunque algunos insisten también en la libertad política. Hoy día esas ideas tienen que redefinirse.
Pero usted tiene claro lo que es...
Yo soy un hombre socialdemócrata. Es, creo, la dirección más aproximada en términos ideológicos.
¿Ese no es el espacio del Apra?
El Apra negó siempre, en boca de Haya de la Torre, ser social demócrata.
Pero García siempre alardeó de serlo.
Por lo menos en una época. Después, el del perro del hortelano es una cosa completamente diferente. Otra vez, son espacios a redefinir. Lo que sí sabemos es que nuestro país tiene algunos problemas que tienen que ser resueltos y denunciados con claridad. Por ejemplo, necesitamos un Estado menos corrupto. El Estado está copado por intereses corporativos que han construido un modelo corrupto de hacer riqueza en donde se captura la autoridad, se la soborna, se la compra, y se asocian también medios de comunicación, jueces, fiscales. Y el segundo tema que me parece relevante es denunciar nuevamente el tema de la desigualdad.
Un candidato que habla de cerrar la brecha de las desigualdades y que encima viene de un pasado izquierdista, ¿no va a ser más bien hándicap en un país dado al terruqueo?
No me preocupa lo que puedan ser ataques en lucha política. Pero ese es un problema que tiene que ser enfrentado y tratando de que se desarrolle el mercado, la competencia y que se fomente la inversión privada.
Se dice que el 2021 va a ser terreno propicio para candidaturas extremas, desde Antauro Humala hasta alguien que encabece la candidatura de ‘Con mis hijos no te metas’.
En mis salidas al interior del país, veo cimentadas dos avenidas que se transitan con mucha facilidad en la cabeza de la gente. Una de ellas está claramente identificada con una suerte de extremismo de base étnica.
¿El sur?
No solo el sur, pero probablemente ahí haya un adicional. Por otro lado, veo también una base cimentada para un extremismo fundamentalista de pensamiento binario bastante sólido. Ambas avenidas están buscando a alguien que las exprese. Junto con ello, lo que veo son espacios intermedios, más hacia la derecha, más hacia la izquierda, que necesitan ser construidos también.
¿Las posibles candidaturas extremistas tienen alguna posibilidad de llegar al poder?
En la política, todo es posible, porque finalmente se enfrentan estrategias políticas y tienen un amplio margen de libertad. Si algunos hacen su trabajo político bien hecho y otros, no tan bien, es probable que aquellos que han interpretado mejor las circunstancias y los momentos ganen.
¿Cómo ves a la izquierda formal, a la que por ahora encabeza Verónika Mendoza?
Siguen con la idea fija de lograr su unidad. Es una suerte de mantra que los convoca. Hay un segmento de la izquierda que no ha roto con su pasado autoritario y son justamente aquellos que, cada vez que se les dice “Maduro”, tartamudean. Y, por otro lado, la izquierda tiene un grave problema con el mercado y las soluciones del mercado. Lo que nos toca a nosotros en el próximo tiempo es inventar un capitalismo democrático, con sentido social, con la creación de igualdad de oportunidades…
Pero es más o menos lo que dicen desde Marco Arana hasta VeróniKa Mendoza: ninguno se echa totalmente contra el sistema.
Habrá que ver qué es lo que dicen programáticamente en las elecciones. Yo creo que el país necesita una izquierda moderna que sea capaz de socialdemocratizarse íntegramente y sin temor.
Ya hace dos semanas de la disolución del Congreso, pero el aprofujimorismo sigue estirando el chicle.
Ellos, la Comisión Permanente que ahora queda, tienen el derecho de hacer valer todas las capacidades legales que tengan si es que consideran que las decisiones que se han adoptado por parte del Ejecutivo no están bien tomadas y son afectados en sus derechos políticos. Junto con eso, veo una interpretación que linda en lo ridículo y lo inverosímil…
¿Cuál es?
Construir este globo donde están enfrentando una lucha contra una dictadura castro-chavista-vizcarro-comunista. Me parece que tienen una realidad inventada. Su interpretación no tiene muchos puntos de contacto con la realidad.
Muchos dicen que con la disolución del Congreso se ha destruido al fujimorismo.
Yo no creo mucho en los cantos de defunción prematuros. Todavía hay mucho pan por rebanar. Creo que, particularmente, Fuerza Popular, y lo dije antes, había demostrado ser una poderosa maquinaria electoral y tenía como tarea convertirse en un partido político moderno de derecha popular. Creo que no están avanzando en esa dirección.
¿Todavía tienen aire para lograrlo?
Lo veo con mucha dificultad. Yo alguna vez dije que, si no hacía eso el fujimorismo, podría convertirse en una anécdota política como, en su momento, lo fue el odriísmo o el sanchecerrismo.
Se dice que el presidente Vizcarra se maneja para las encuestas. ¿Esto es un obstáculo para una buena gestión?
El político que te diga que no mira o no toma en cuenta las encuestas para hacer su trabajo, sea en el Gobierno, sea en la oposición, te está mintiendo, porque el político trabaja con la aceptación o el rechazo de la gente.
Cada giro del manejo de Vizcarra ha sido planificado como para tener un efecto en las encuestas…
Lo que estás señalando es que es más táctico que estratégico. O sea, resuelve bien situaciones, pero, como no hay una mirada estratégica, no sabemos a dónde vamos a llegar. Por ejemplo, estamos enfrentando un proceso electoral el 2020. Hubiera sido formidable que llegáramos allí con nuevas reglas políticas, de modo que hubiera las condiciones para una renovación de la política. Y no va a ser así.
¿Cuál es su evaluación del nuevo gabinete? A Vizcarra, como a PPK, siempre se le ha cuestionado por no tener más políticos en el gabinete. Se decía que, en el equipo de PPK, usted era el único político…
Creo que un poco injustamente, pero eso decían. Pienso en Marisol Pérez Tello, una muchacha que ha hecho carrera política por muchos años. Hay otros también. Pero creo que el presidente ha resuelto el gabinete por la vía de las personas que tienen su mayor confianza, la mayor cercanía con él. Están más atadas a su biografía y a su agenda personal. Y creo que el país es más que eso.
¿Él es el único político del gabinete?
Tampoco diría eso. El primer ministro (Vicente Zeballos) es un hombre que ha hecho política hace muchos años, ha sido congresista en dos oportunidades…
Me refería a política como liderazgo…
Un político también tiene que saber gestionar y resolver problemas. Y eso no se está viendo. El Gobierno está hoy enfrentado al rival más difícil que tiene y que es la lucha consigo mismo y tiene que lograr mostrarnos que es capaz de tener una gestión efectiva.
A Vizcarra le faltan 20 meses de gestión. ¿Cuáles deberían ser sus prioridades a estas alturas?
El Gobierno debería volverse un Gobierno de consignas odriístas. Obras. Reconstrucción en el norte. Obras son amores y no buenas razones. Y me parece que allí está la tarea clarísima. Y eso no supone solo obra física, sino, por ejemplo, la seguridad pública, mejorar los servicios de salud y educación…
¿En veinte meses?
Por eso tienen que priorizar, de eso, qué es lo que pueden realistamente hacer. La verdad es que un Gobierno de cinco años puede enfrentar, o producir quiebres, en tres o cuatro problemas grandes. Y tiene que concentrarse en una agenda muy precisa, de modo que el país sienta el cambio.