Selección de fútbol femenino: persiguiendo una ilusión
Con la humildad que da el dolor de las derrotas, con caras nuevas y un técnico que ilusiona, la selección de fútbol femenino se prepara para llegar a lo más alto en los Juegos Panamericanos Lima 2019.
–¡Al otro lado, al otro lado!
Doriva Bueno, el técnico de la selección femenina de fútbol, levanta los brazos, se agita, grita, con ese portuñol que sus jugadoras ya aprendieron a entender, dirigiéndose a la zaguera Kiara Ortega, empeñada en salir jugando peligrosamente por el centro de la cancha.
Es un partido de práctica entre titulares y suplentes aquí en la Videna de Chincha, adonde el equipo se ha venido a concentrar como parte de su preparación para los Panamericanos.
–¡Hay que salir, hay que salir!– les dice Doriva a Kiara y a Even Pizango, la otra zaguera, luego de una recuperación exitosa. –¡Tocamos al pie, tocamos al pie!– instruye. De vez en cuando detiene el partido para dar una indicación puntual a una jugadora. A gritos. Con energía.
El técnico brasilero dice que al inicio a sus dirigidas les chocaba ese estilo suyo de corregir errores en el campo, pero que, felizmente, ya no. Porque ellas se dan cuenta de que las despierta. Las saca de la comodidad del toquecito y el pelotazo.
Cuando Doriva llegó al Perú a encargarse de la selección femenina, en octubre del año pasado, una de las cosas que más lo sorprendió fue la falta de intensidad con la que esta jugaba.
–Los juegos eran desordenados– dice. –No tenían mucha compactación, el equipo atacaba y la defensa se quedaba atrás. Había que estimularlas, ponerles las pilas. Si dejaba que ellas siguieran jugando de la manera en la que estaban acostumbradas, iban a seguir haciéndolo.
La realidad que encontró no era la ideal, seguro. El equipo llevaba ocho meses sin técnico. Su última competencia oficial había sido la Copa América de Chile, en marzo, en la que terminó último en su grupo, apenas consiguió un punto y recibió tres goleadas, incluido un doloroso 5 a 0 ante el dueño de casa.
Encima, se venían los Juegos Panamericanos en Lima, en los que se esperaba, por lo menos, una participación decorosa. Había mucho trabajo por delante.
LA EDAD DE ORO
Hubo un tiempo en que el fútbol femenino nacional estuvo mucho mejor. En 1998 quedamos terceros en el Sudamericano de Mar de Plata. En 2005 conseguimos la medalla de oro en los Juegos Bolivarianos de Pereira. La debacle comenzó con el cambio de década. En el Sudamericano de 2014 apenas sumamos un punto. En mayo de 2017 tocamos fondo: Chile nos ganó por 12 a 0. El resultado fue noticia en varios medios internacionales. La Copa América Femenina del año pasado solo confirmó que necesitábamos un revulsivo para lograr un cambio radical.
Entonces llegó Doriva.
El brasilero había dirigido a la Sub 20 de su país en condiciones profesionales. Por eso lo sorprendió enterarse de que la Federación Peruana de Fútbol (FPF) no disponía de datos, como el peso, la talla y la potencia de cada jugadora. Encontró que varias de ellas estaban con sobrepeso. Que solo podían entrenar en la noche porque, al no existir una liga profesional femenina con sueldos que les permitieran vivir del fútbol, debían trabajar o estudiar en el día. Y que, los fines de semana, arriesgaban sus piernas en las “estafas”, esos campeonatos barriales en los que podían ganar hasta 300 o 400 soles.
–Poco a poco fui concientizándolas, diciéndoles que, a pesar de que en Perú no tienen un nivel profesional, la selección podía ayudarlas a llegar a grandes equipos– dice el técnico.
Gracias al trabajo del preparador físico, el también brasileño Jorge Colombo, y de la nutricionista Valeria Vento, las chicas mejoraron su estado físico y hoy, según Doriva, casi todas están a la altura de cualquier otra futbolista de Sudamérica.
El entrenador también las instruyó en los conceptos básicos del juego, los comportamientos dentro del campo, las progresiones en ataque y defensa. Creó planillas explicativas que les enviaba a sus celulares para que, a la hora del entrenamiento, tuvieran las cosas más claras. Les mostró videos de otras selecciones para que entendieran la intensidad con la que juega una futbolista de élite.
Su primer test fueron los amistosos ante Colombia.
JUVENTUD Y EXPERIENCIA
Doriva cambió a casi la mitad de la selección que jugó la Copa América del año pasado. En este proceso hizo espacio para rostros nuevos, pero experimentados, como los de la volante de Universitario Cindy Novoa; la delantera de Sporting Cristal Sandy Dorador; y la volante de la UCV Emily ‘la Peque’ Flores, estrella de la selección nacional de Fútbol 7, que el año pasado le arrebató la Copa América Femenina de este deporte a la poderosa Brasil, en Lima.
Entre las que sobreviven del anterior proceso están la portera Karla López, la joven delantera Pierina Núñez, y la zaguera peruano-norteamericana Katarina Comesaña, que juega en la liga estatal de California.
Este equipo, mezcla de juventud y experiencia, fue el que enfrentó a Colombia en los amistosos de abril. Doriva dice que en el primero, que perdieron 2 a 1, las chicas se pararon bien y que le jugaron de igual a igual a una selección que es la segunda en el ránking FIFA de Sudamérica. En el segundo, jugando con una mujer más por la expulsión de una visitante, el equipo se encontró con un problema nuevo: por primera vez tenían la posesión de la pelota. Simplemente, no supieron qué hacer con ella. Cayeron 4 a 0.
En junio jugaron dos amistosos más, ante Bolivia. En el primero, perdieron 3 a 0. En el segundo, ganaron 4 a 0. El técnico dice que fue en este encuentro donde se vio lo que quiere de sus muchachas: manejo seguro del balón, velocidad y, sobre todo, confianza en sí mismas.
La selección tuvo que superar en el camino dos momentos incómodos. Por un lado, la publicación que hizo la arquera Maryori Sánchez en su Instagram, en abril, quejándose de que la FPF les daba más facilidades a la Sub 15 de varones que al equipo femenino de mayores. Por el otro, poco después, el despido de Sisy Quiroz, la jefa de la división femenina.
Pero esta tarde, en Chincha, las polémicas y los amistosos quedaron atrás. La concentración de 11 días ha permitido a las chicas entrenar a doble turno por primera vez en este proceso y fomentar el compañerismo.
Las futbolistas y el comando técnico son conscientes de que el país espera grandes cosas de ellas en estos Panamericanos, pero Doriva está tratando de quitarles presión: si mantienen el orden y la tranquilidad, las 11 muchachas que entrarán a la cancha de la Universidad San Marcos, el domingo 28, podrán plantarle cara de igual a igual a la mundialista Argentina. El técnico también les ha dicho una gran verdad: la selección femenina no comienza ni se acaba con los Panamericanos. Vendrán nuevos procesos. Nuevas convocatorias con nuevos rostros que enriquecerán a esta selección. Hay que buscar más en el interior del país. Esto recién está comenzando.