PerfilEl conocido actor se sincera sobre los estándares de belleza masculina que predominan en las telenovelas. Aún el color de piel dicta nuestra forma de ver al otro, explica.,Corría el 2002, el actor Emilram Cossío había decidido usar brackets. Corregir los caninos que tenía levemente levantados podría ayudarlo en su carrera actoral, pensó. Tenía 26 años. Como todo actor joven, era un tanto inseguro. Estaba comenzando a batirse por un protagónico en las telenovelas. Ya había actuado en papeles secundarios en las películas No se lo digas a nadie (1998) y Pantaleón y las visitadoras (1999) pero quería un protagónico. Se presentó al casting de una nueva telenovela de Michel Gómez, Qué buena raza. Quedó entre los tres finalistas para el papel de Valentín Condori, el galán de esa historia de amor que no podía ser feliz con Fiorella Prado Velaochaga –la chica rubia y rica de la que se enamora– por ser de “color modesto” y pertenecer a otra clase social. "Quedamos Marcelo Rivera, Gerardo Zamora y yo, pero no me eligieron a mí, no llegaba al tipo del galán, yo era más bajo, no tenía 'la sonrisa', tenía dos dientes montados. Me quedé picón. El talento lo tenía", dice Emilram, dieciséis años después, a pocos minutos de empezar a grabar Ojitos hechiceros (2018) y encarnar una vez más a Nelson, el padre que apoya a su hija Estrellita en su sueño de llegar a ser una cantante. Emilram (37) es en la actualidad uno de los actores más versátiles del medio. Ha aparecido en una decena de películas, ha hecho telenovelas y miniseries para todo tipo de público, es muy recordado por su papel de El Nene en la miniserie Misterio (2005). Es muy aplaudido en el teatro. En Full Monty (2016), una adaptación a la peruana de la película gringa, se calatea completamente; en Mucho ruido por nada (2018), la adaptación de la comedia de Shakespeare, se viste de mujer. “Tiene huevos”, como se dice cuando alguien es atrevido. Emilram, además, es de los pocos actores hombres que se ha sincerado y hablado de su apariencia física –tópico tan dado a las actrices–, ha hablado sin rodeos de lo inseguro que se sintió alguna vez por su peso y de las veces que vivió en carne propia la tara más crónica que tenemos como sociedad: el racismo. 'Como te ven, te juzgan' "En el colegio me fregaban como el negro, en mi barrio era el cholo, y después, en la tele, soy el gordo", dice Emilram, que en su vida actoral ha tenido que escuchar comentarios desagradables como 'Eres muy oscurito, ¿cómo vas a ser el papá de tal?'. Él dice que estas actitudes se ven más en las producciones de televisión que en el teatro, un espacio que está más despercudido del absurdo de considerar al otro mejor solo por ser blanco. El teatro está en una burbuja frente a lo que se vive en la calle: "Los limeños siguen juzgando a la gente por cómo se ve. Ahora soy un poco más conocido, pero antes, si me veían mal vestido, las señoras cuidaban sus carteras", dice el actor y agrega: "Hace poco cuadré mi carro frente a una casa en Miraflores, no estaba infringiendo ninguna norma de tránsito, hasta que bajé mi luna y un señor me vio y me pidió que me retirara. Y me puse a pensar: ¿y si hubiera sido blanco, me habría tratado igual?". Cuando comenzó su carrera, Emilram sintió que no podría librarse del típico papel del chico-de-barrio-achorado. "Si funcionaste en un papel [los realizadores], siempre van a querer repetir", dice. En definitiva, un personaje que lo marcó fue Eddie de Full Monty. Era un tipo con sobrepeso y baja autoestima al que la depresión le devora hasta las ganas de acostarse con su mujer. Empujado por su mejor amigo Gaz (Renzo Schuller), que tiene serios problemas de dinero y un hijo que mantener, acepta trabajar como striper. Fue el papel más liberador que ha hecho Cossío, quien llegó a pesar 97 kilos. Quedarse en pelotas frente a un auditorio de mil personas marcó un antes y un después para su autoestima. "Los personajes llegan por algo, me ayudó a depurar mis propios rollos mentales", confiesa el actor, que no se termina de hallar en su nueva vida en Surco, dice, donde los vecinos son más reservados y no tienen esa vida de barrio de la que él gozó en su cuadra del jirón Trujillo, en el Rímac, lugar de donde salió a los trece años a sus primeras clases de actuación en Miraflores. Pronto veremos a Cossío en dos películas y una obra de teatro para niños. Es más vehemente ahora: "Cuando quiero un protagónico, llamo y lo pido, antes no lo hacía porque no me lo creía, ahora estoy seguro de qué estoy hecho", afirma.