El primer encuentro de narradores peruanos
En 1965, se llevó a cabo, en Arequipa el Primer Encuentro de Narradores Peruanos, que contó con escritores de la talla de José María Arguedas, Ciro Alegría, Sebastián Salazar Bondy, Eleodoro Vargas Vicuña, Oswaldo Reynoso, entre otros.
En nuestras librerías aún puede encontrarse, si es que tienes paciencia para buscar, un libro que es todo un documento vivo: Primer encuentro de narradores peruanos. Es un libro que no fue pensando como libro, pero su destino fue ese, convertirse en testimonio para las nuevas generaciones de lectores de narrativa peruana. Por sus páginas transitan no pocas plumas relevantes de su tradición.
Corría el año 1965 cuando la Casa de la Cultura de Arequipa, cuyo director era el crítico literario Antonio Cornejo Polar, organizó el Primer Encuentro de Narradores Peruanos. Era la primera vez que se reunían escritores de distintas vertientes narrativas para discutir posiciones literarias y también políticas. Además, las voces convocadas se encontraban en el mejor momento de su ejercicio narrativo, un par de ellas ya consagradas y la mayoría en franca proyección.
A esta galaxia narrativa se unieron los críticos literarios más respetados y temidos, críticos que, más allá de si coincidimos o no con sus postulados, eran dueños de una personalidad y opiniones propias. Por ello, no puedo no mostrarme animado por el nivel expuesto. El crítico de ayer no manejaba las herramientas de información del crítico/reseñista/gacetillero actual, además, este sabía camuflar con estilo la amistad y el líquido del sentimiento menor, pero lo más importante, aunque suene a lugar común: leía y hurgaba en la tradición, es decir, especulaba bajo un real conocimiento de causa.
El éxito de este encuentro se debió a la participación de los críticos, que exigieron a los narradores invitados mediante las siguientes mesas de debate: “El novelista y la realidad”, “Sentido y valor de las técnicas narrativas” y “Evaluación del proceso de la novela peruana”. En estos cruces de opinión, son evidentes los cortocircuitos y confluencias entre dos tipos de cartografías: la cartesiana del crítico y la intuitiva del narrador. Más allá de la direccionalidad del debate, se impone la pasión de debatir sobre el Perú con argumentos; y la revelación en aquel entonces, tanto en críticos y en los creadores más jóvenes: las nuevas técnicas narrativas de William Faulkner, Ernest Hemingway y James Joyce.
En este orden de cosas, resulta muy iluminadora la primera sección de Primer encuentro…: “Testimonio y Lectura”.
Los narradores tenían que ofrecer su testimonio sobre su ejercicio narrativo, sin embargo, tengamos en cuenta este detalle: se les pidió del mismo modo que contaran, sin tapujos, el delicado proceso de su conversión en narradores.
En lo personal, llama mi atención la participación de Oswaldo Reynoso, que no solo brinda nociones sobre su comienzo narrativo, también pone énfasis en su compromiso con la realidad urbana, pero en especial subraya su visión y su postura políticas en “favor” de un país distinto. Recordemos: Reynoso fue muy polémico en sus últimos años cada vez que se le preguntaba por los años de terror que vivió Perú entre 1980 y 1992. Reynoso opta por la violencia como medio para “rescatar” del abuso a los peruanos menos favorecidos. Podemos sintonizar o no, pero no le voy a negar coherencia a Reynoso (lo dicho en 1965, también lo decía en el 2016. No era tibio, hay que decirlo).
El libro que me toca, es la segunda edición, de 1986, a cuenta de Latinoamericana Editores. La primera, de 1969, suponemos inubicable. Este dato nos hace pensar en que pese a los años jodidos que atravesábamos, había editores que apostaban por mantener la memoria narrativa peruana por su valor cultural (¿acaso va a vender?, ¿le interesará a alguien?, eran preguntas inimaginables si se trataba de implícitas riquezas bibliográficas).
El reencuentro con esta publicación, que leí en su momento como si fuera una curiosidad, adquiere otra resonancia a la fecha. Eran, pues, escritores comprometidos con el Perú, les preocupaba su situación política y social.
Consignemos también el testimonio de Mario Vargas Llosa, quien no estuvo presente en aquellas jornadas, pero sí dos semanas antes en Arequipa, cuando en la Universidad de San Agustín brindó una charla sobre su quehacer literario. Por ello, celebremos el criterio editorial de incluir su ponencia como apéndice. Cornejo Polar sabía lo que había organizado. Era el primer enterado del carácter galáctico del evento y de su trascendencia.
A continuación, las plumas convocadas. Apunten: Ciro Alegría, José María Arguedas, O. Reynoso, Sebastián Salazar Bondy, Arturo D. Hernández, Óscar Silva, Francisco Izquierdo Ríos, Porfirio Meneses, Eleodoro Vargas Vicuña y Carlos Eduardo Zavaleta. Los críticos: Alberto Escobar, Tomás Escajadillo, Jorge Cornejo Polar, Pedro Luis González, Aníbal Portocarrero, José Miguel Oviedo, Enrique Ballón Aguirre y Winston Orrillo. Organizadores: Hernando Quintanilla Paulet, inspector de Cultura; A. Cornejo Polar, director de la Casa de la Cultura; y Raúl Bueno, secretario. Todo un lujo.
¿Alguien se anima a reeditar este documento?