Sonaly Tuesta: “La gente es quien potencia mis historias”
Hoy, la comunicadora y conductora de televisión presenta su libro de crónicas Costumbres en la FIL Lima, como celebración de los 20 años de su homónimo programa en TV Perú.
El programa “Costumbres” de Sonaly Tuesta me hace recordar esos versos de Vallejo donde dice, por aquellos “caminos blancos, curvos./ Por ellos va mi corazón a pie”. Pues Sonaly recorre pueblo tras pueblo contando sus historias a partir de la gente.
La comunicadora y conductora, para celebrar los veinte años de su programa, ha publicado el libro Costumbres (Ed. Artífice), en el que reúne algunas de sus crónicas de viaje. El libro será presentado hoy en la FIL Lima por Jesús Raymundo, Sonia Guillén y Minerva Mora, a través Youtube, a las 12 del día.
Sonaly Tuesta refiere que “Costumbres” primero fue un proyecto para prensa escrita, pero nunca se concretó y en el camino se transformó para ser un programa de TV Perú.
¿Se planteó hacer una mirada regional, rescatar los pueblos invisibles?
En realidad, “Costumbres” vino por un tema personal. Yo vengo de Amazonas, de un pueblo que se llama Lámud, en la provincia de Luya. En ese entonces, yo estudiaba en la Universidad de Lima y cuando alguien me preguntaba de dónde era, yo le decía de Amazonas, para no nombrar mi pueblo. Y creían que yo era del río. No tenían noción del departamento de Amazonas. Y menos si les decía Lámud.
Lámud era Macondo...
Exacto. Una cosa así. Y me decían charapa, pero no. Lámud, Chachapoyas, es sierra. Me di cuenta de que había mucho desconocimiento, de mi parte también.
¿Entonces, lo personal es que se propuso descubrir su pueblo, descubrirse a sí misma?
Exacto. Por eso yo empecé a hablar, incluso en mis escritos, de mi vida personal, de mis cosas de allá, de las herencias de mi madre, de las leyendas con las que crecí. Todo eso. En ese camino de conocimiento de mi pueblo, me di cuenta también de que había muchos pueblos de otros lados que también eran desconocidos. No es que me propuse buscar los pueblos desconocidos, sino los pueblos desconocidos encontraron en “Costumbres” una ventana. Y fuero ellos, más adelante, quienes nos invitaron a sus lugares.
Llegar a esos pueblos también ha supuesto descubrir nuevos saberes...
Eso ha sido la esencia de “Costumbres” y que se ha potenciado a lo largo del tiempo. Mis viajes no se realizarían si no encuentro gente. No podría ir a un lugar donde no haya nadie.
O sea, no es paisajista, turística en el sentido más llano.
No. Pero, claro, miramos y admiramos el paisaje. Pero en un sitio arqueológico nos quedamos más tiempo que el necesario si escuchamos un pinkullo, si la gente nos cuenta una leyenda, si vemos que allí se está haciendo un pago a la tierra.
¿Cómo organiza el contenido de “Costumbres”?
Yo tengo algunas ideas cuando voy, pero se potencian con cada testimonio que yo pueda encontrar. La gente potencia mis historias. Las historias nacen allí, porque la gente se siente con confianza para poder contártela. Parten de ellos, finalmente. Entonces, yo he encontrado una fuente maravillosa de creación a través de lo que dice la gente, sobre su sentir, sobre su devoción, sobre su cosmovisión. Ahí te das cuenta de esa diversidad que la decimos como parte de un discurso, pero nada es como estar allí, como verlo y escucharlo.
¿Qué piensa al encontrar en esos pueblos humildes mujeres laboriosas, hombres increíbles?
Yo creo que el aspecto básico de muchas comunidades es haber internalizado en su cotidianidad ese tema tan valioso e importante como la solidaridad. La vida en comunidad, que significa no vivir tu vida simplemente, sino vivir sin dejar de pensar en el otro. Eso me parece algo muy valioso que debemos reaprender en esta época por las cosas que estamos viviendo. Esa relación con la naturaleza, esa relación con la propia gente. Ese saber que existe en ellos, como el ayni, la minga, que es algo natural y que en nuestras ciudades se pierde totalmente. Nos negamos a ver al otro y nos encerramos en nuestras burbujas.
Hay quienes piensan que porque son pueblos humildes, periféricos, son tristes.
No son pueblos tristes, porque tienen gente muy vital. Para mí, por lo que he visto en los 20 años de “Costumbres”, son pueblos que no solo son un dato geográfico, un lugar que puedes ubicar en el mapa, sino son pueblos que tienen rostros, que tienen historia. Y no estoy hablando de una historia de fundación o de héroes, de los clásicos héroes de guerra y batallas, sino una historia de gente, héroes de carne y hueso.
Hablando héroes, en una de las crónicas de tu libro cuentas la historia de Francisca Orozco.
Ella es de Loreto y ha hecho renacer la vida en la comunidad donde ella ahora vive, porque ha enseñado su saber sobre el arte de tejer a las mujeres que ella recién ha conocido. Eso les ha permitido juntarse, no solo para tejer y no para hacer otras tareas, sino para tener un espacio de compañerismo, de libertad y de poder allí contar sus problemas y ayudarse entre ellos.
¿Su libro no da cuenta de las festividades?
No, por ahora no. Pero las fiestas sirven para recargar energías, para juntar a las poblaciones y mucha gente viene o regresa de afuera. En el libro no está como esa parte pomposa sino como parte del relato cotidiano de los personajes. En este libro hemos ido tras la gente y sus saberes.