Son 1,4 millones de casos de hepatitis A los que se estiman al año en el mundo, según reseñó la doctora especializada en gastroenterología y hepatología Sonal Kumar en el Manual MSD —material público compartido por cientos de expertos en medicina.
Conocida por inflamar el hígado, el virus de la hepatitis A “es el más benigno de su clase“, dice el médico internista Santiago Cano La Rosa para este diario. Por tanto, la enfermedad no se convierte en crónica y los síntomas se prolongan, a lo más, durante seis meses. El motivo es que, como otras enfermedades infecciosas, una vez contagiado, el sistema inmunológico produce anticuerpos que protegen al paciente de contraer el virus nuevamente. En otras palabras, se vuelve inmune.
También consultada por La República, la médica general Emma Marin Bermúdez pone en cifras lo dicho anteriormente: “1 a 2% de pacientes han desarrollado una hepatitis A fulminante; es decir, que presenta una sintomatología que progresa rápido“.
Mediante la transmisión fecal-oral del virus. Fecal se refiere a las heces y oral a la boca; es decir, al contacto entre el desecho, dedos y labios del paciente. Ahí, un factor importante: lavarse las manos adecuadamente después de usar el baño, por ejemplo.
Si no se enjuaga de forma correcta, todo lo que se palme después puede estar contaminado con parásitos, bacterias o virus que causan, además, trastornos del tubo digestivo. Es importante, entonces, detener el ciclo de contagio.
Estas son otras formas de contagio incluidas en la fecal-oral:
En zonas empobrecidas, olvidadas por el Estado y postergadas históricamente, el saneamiento incorrecto puede ocasionar que los contagios de hepatitis A se incrementen. El cálculo es el siguiente: a menor garantía de salubridad, mayor exposición al virus.
De acuerdo a la bibliografía consultada de Sonal Kumar y las entrevistas a Cano La Rosa y Marin Bermúdez, se concluye que los indicios en la mayoría de niños mayores y adultos con hepatitis A son:
En el caso de los niños menores a 6 años, Kumar asevera que alrededor del 70% no presentan síntomas. Eso es respaldado por Cano La Rosa y Marin Bermúdez, quienes dicen que no es “florido“ el cuadro que se presenta como en el de los adultos. En ellos sí se manifiestan los pesares antes referidos.
La vacuna contra la hepatitis A se administra mediante una inyección intramuscular. En Estados Unidos se inocula dos dosis a todos los niños, de acuerdo a su calendario infantil de vacunación. La primera entre los 12 y 23 meses de edad y la segunda entre 6 y 18 meses después. Al completar ambas inoculaciones, la protección se extiende al menos 20 años, según los documentos revisados de la investigadora y máster en Salud Pública Margot Savoy.
En el Perú el esquema nacional de vacunación no incluye la dosis contra la hepatitis A. Es decir, doble riesgo para las zonas empobrecidas. Además del inexistente saneamiento, inacceso a la inoculación.
El doctor Cano La Rosa ejemplifica lo dramático en la zona donde reside y oficia: en Huacho, el agua de Huaura y Vegueta es la más contaminada de la zona. “Todos (los pacientes) vienen con eosinofilia marcada. Se les pide la prueba del helicobacter y salen positivos. Las mínimas garantías de salubridad hacen que esta enfermedad se incremente en la población. Al lado de esto, los altos índices de contaminación también influyen“, concluye.