
Si bien, desde hace muchos años, diferentes teorías psicológicas han hablado de la importancia de las emociones en el comportamiento humano, el premio nobel de economía del 2002, Daniel Kahneman (psicólogo de formación) fue uno de los que permitió darle una mayor importancia a este aspecto como parte del proceso cotidiano de nuestra toma de decisiones.
Ahí donde se creía que predominaba un análisis de costo-beneficio racional, Kahneman mostró cómo diversas emociones y sesgos cognitivos se vinculan con nuestras creencias y percepciones llevando a que, en algunos casos, tomemos rápidas decisiones llevadas por lo que comúnmente llamamos “intuición”, y en otros, sigamos el camino equivocado a pesar de tener frente a nuestros ojos toda la evidencia en contra.
El premio Nobel planteó la idea de que nuestros procesos mentales pueden desarrollarse bajo un sistema llamado Sistema 1, que es rápido, automático e intuitivo, donde predomina lo emocional, y un Sistema 2, más lento y deliberativo, donde prima lo que llamamos racional. La mayoría de nuestras decisiones cotidianas son tomadas por el Sistema 1, lo que nos hace susceptibles a errores y sesgos, muchos de los cuales tienen un componente emocional. Desde la neurología, Damasio, a través de su idea de “marcadores somáticos” mostró exactamente lo mismo, que solemos procesar lo que ocurre en nuestro entorno (o en nosotros mismos) de dos diferentes maneras, una más racional y otra más cargada de huellas emocionales.
Esto viene a colación de dos encuestas que han preguntado por emociones y actitudes de los peruanos con relación a diversos temas. Una es del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y la otra es de Edelman, empresa de comunicación corporativa que recientemente presentó un estudio que aborda diversos temas, entre ellos, la confianza en las instituciones. La confianza es una actitud que tiene vínculo con diversas emociones.
Ambas muestran la profunda desconfianza que tenemos los peruanos hacia nuestras instituciones. En el caso del IEP se pregunta por el sentimiento que generan las próximas elecciones de 2026. Casi la mitad asocia el proceso con lo que el IEP identifica como “sentimiento negativo”: tristeza, desesperanza, incertidumbre, desconfianza. Este sentimiento puede verse motivado por diferentes experiencias o percepciones.
La confianza en los organismos responsables del proceso electoral ha disminuido, eso también está registrado en diversas encuestas. Tampoco se confía en la calidad de la oferta electoral. Hoy se habla de alternativas autoritarias tipo Bukele, entre otras, pero en Perú ya hemos pasado por diverso tipo de apuestas. Se apostó al de izquierda, al de centro, al de derecha, al outsider, al insider, a los frentes, al ex militar, al tecnócrata, al gobernador exitoso, al que representa al pueblo, y todas han terminado mal. Uno se pregunta si a estos sentimientos no deberíamos llamarlos más bien “realistas”. Algo no estamos viendo bien.
La encuesta de Edelman, que se realiza en 28 países de todo el mundo hace varios años, por primera vez incluye Perú: Muestra los resultados de su Índice de confianza (Trust Index), que es un indicador construido a partir de la confianza que la gente dice tener con relación a las empresas, al gobierno, los medios y las ONGs. Acá ya no solo son los organismos vinculados al estado. Perú debuta ubicándose en el último lugar de confianza institucional. Si nos ponemos positivos, se puede decir que de todas maneras tenemos posibilidades de mejorar en la siguiente medición.
Si la experiencia lleva a generar estos niveles de desconfianza, cómo se le puede pedir a la gente que respete normas, que crea “en el sistema”, que pague impuestos, etc. Esta desconfianza en las instituciones y el sentimiento de ser marginado (que la encuesta de Edelman también registra), están a la base de lo que la encuesta del IEP muestra cuando se pregunta: ¿Cree usted que cuando el país enfrenta momentos muy difíciles, se justifica que los militares tomen el poder a través de un golpe de estado?
Entre diciembre del 2022, que Dina Boluarte asumió la presidencia, y mayo del 2025, los que creen que sí se justifica un golpe militar pasaron del 39% al 52%. Más que apoyar un golpe militar en sí mismo, esta pregunta muestra el nivel de desconfianza y desesperación de la gente. Posiblemente esté influenciada por la percepción del aumento de la delincuencia. Hay diversos estudios que indican una relación entre percepción de inseguridad y aumento de actitudes autoritarias. Pero golpes militares y estados de emergencia tampoco han servido de mucho en este país.
Somos una nación con frágiles instituciones desde el comienzo de nuestra historia republicana. Hace poco, el alcalde de San Juan de Lurigancho mencionaba que no tenemos instituciones, tenemos personas al interior que pueden o no liderarlas. Hoy, las economías ilegales han crecido en capacidad económica, expansión geográfica y penetración de las instituciones. Ahí tenemos que poner el foco. Como hemos mencionado en otros momentos, hay iniciativas que apuntan a construir instituciones que respondan a una idea de bien común. Entre ellas, no destacan los partidos políticos, pero sí hay diversas organizaciones de la sociedad civil que vienen trabajando en ello.
Una iniciativa que vale destacar es la mencionada por María Angela Prialé en un artículo en La República. Junto con Matilde Schwalb y Luis Benites, desde la Universidad del Pacífico, han construido un Índice de institucionalización que mide la presencia del soborno en el mundo empresarial y busca combatir el mismo promoviendo mejores prácticas. Ese tipo de iniciativas tienen que seguir creándose y expandiéndose para construir una institucionalidad que beneficie a todos.

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