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Opinión

“Superar” el neoliberalismo ¿consigna de campaña o proceso de cambio?, por Irma del Águila

"El hipotético fin del neoliberalismo puede ser un lema de campaña, pero no es una tarea de cinco o siete años (ojalá fuera así)".


Fin del neoliberalismo

Una entrevista a Alfonso López Chau en La República ("El Perú no puede prescindir de las regiones sin suicidarse") ha suscitado reacciones, sobre todo en sectores políticos cercanos a Pedro Castillo; pero no solo. Lo primero, decir que es saludable que se discutan tópicos de fondo, antes que el torbellino de la campaña electoral imponga el poder de las imágenes y las consignas virales en calles y redes sociales.

Lo segundo, que en el medio de la discusión se ha instalado la idea de la “superación” del neoliberalismo. Lo que no queda claro es qué se quiere decir cuando se dice “superar” el neoliberalismo.  ¿Se formula como una consigna de lucha (“abajo el neoliberalismo”), en un escenario utópico como podría ser el deseo de vivir en una sociedad donde se superen, al fin, las diferencias de clases?

O si, más bien, cuando decimos “superar” el neoliberalismo, ¿estamos suponiendo que ya existe un paradigma antineoliberal que sirve de horizonte de la acción política de partidos de izquierda en el Perú?

¿Existe en verdad ese paradigma de “superación” del neoliberalismo? En realidad, no existe. O todavía no.  Enzo Traverso, el historiador marxista, advertía de este lamentable vacío: Occupy Wall Street, 15-M, revoluciones árabes y otras fueron movimientos poderosos que identificaron muy bien al enemigo, pero “carecen de proyectos alternativos y de la ilusión futurista que hacía tan fuerte al comunismo”. En otras palabras, luego de la caída del muro de Berlín (1989), no hay un paradigma de cambio radical que ocupe el lugar que una vez tuvo el comunismo. Hay un vacío por llenar.

Más todavía, Traverso apunta a que “la alternativa a las políticas neoliberales en Latinoamérica ha fracasado”. Agregaría, ha fracasado de momento. El esfuerzo político de disidencias desde partidos y sociedad en América Latina (por decir, Partido de los Trabajadores en Brasil, frenteamplistas, verdes, feministas, etc.) y desde iniciativas estatales más o menos de izquierda o progresistas, apuestan por echar las bases de un proceso de construcción de nuevo orden que es durísimo y, sobre todo, es incierto en extremo. Muy cuesta arriba, pero que es necesario dar.

Salvo mejor opinión, lo que intentan hacer hoy por hoy Claudia Sheinbaum, Lula da Silva, Gabriel Boric y Gustavo Petro es lidiar desde las políticas de estado y el tejido de la sociedad civil con los peores embates sociales y económicos del neoliberalismo en sus países. Podemos decir que aplican o gestionan políticas populistas de izquierda, keynesianas y, también, neoliberales, todo amalgamado.

Lejos están de anunciar un cercano horizonte de “superación” del neoliberalismo. Tristemente, no es así. Enzo Traverso y muchos coincidimos en que un paradigma alternativo al neoliberalismo tiene que gestarse. De este giro que asegure, entre otros, la sostenibilidad del planeta depende la especie humana (no es exagerado decirlo en estos términos).

Pero entonces, hablemos de gestar un proceso de largo aliento. El hipotético fin del neoliberalismo puede ser un lema de campaña pero no es una tarea de cinco o siete años (ojalá fuera así). No lo es en Brasil, México, Colombia o Chile. La apuesta por superar las peores taras del neoliberalismo en Perú conlleva un esfuerzo político monumental de concertación regional (en Latinoamérica y nacional), de planeamiento estatal, de formación de competencias diversas, de la producción de nuevas tecnologías, de movilización social inéditos. De condiciones políticas que hay que forjar.

Digamos que descalificar y exacerbar la fragmentación política de organizaciones del espectro de cambio es el mejor camino para asegurar el fracaso.

Introducir cambios al orden y la lógica de acumulación neoliberal en el Perú no se hará con 20% o 30% de respaldo ciudadano. Si no preguntemos a Gustavo Petro en Colombia quien ha tenido que hilar fino con el denostado “centro” y los liberales de centro derecha para aprobar su reforma del sistema de salud, de lo más avanzado en la región.

Digamos de paso que el gobierno de Pedro Castillo, conservador en lo social, mermado por la corrupción en su interior, inmovilizado por la incompetencia, no fue una alternativa al neoliberalismo.

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