Por Flor Pablo Medina, Congresista de la República
La reciente aprobación de una ley que crea 21 nuevas universidades públicas pone en evidencia una práctica ruin e irresponsable, de una mayoría en el Congreso, para obtener rédito político engañando a los jóvenes y sus familias que aspiran a tener títulos profesionales.
Estas “21 nuevas universidades” se suman a otra decena de universidades creadas anteriormente. Lo paradójico es que las 49 universidades existentes ni siquiera cuentan con el 100% del presupuesto necesario para renovar su licenciamiento institucional con el que demuestran que cumplen con las condiciones básicas de calidad.
Según Minedu, la creación de una nueva universidad con solo tres carreras demanda una inversión inicial de más de 105 millones de soles. Además de ello, deberían contar con un estudio previo de demanda laboral que permita a los jóvenes proyectarse para trabajar dentro y fuera del país. Es decir, darles una educación que les sirva realmente.
Frente a este atropello, el ministro y la presidenta guardan un silencio cómplice.
En lugar de crear más universidades, sin sustento, debemos fortalecer las ya existentes para que tengan filiales e incrementen el número de vacantes. Esto permitiría superar el preocupante descenso de la matrícula universitaria que en entre 2018 y 2022 había caído del 30% al 26%.
Debemos de invertir en los Centros Técnico-productivos (CETPROS), en los institutos y escuelas de formación tecnológica para revertir la preocupante situación de nuestra educación superior, en la que solo tres de cada diez adolescentes que hoy terminan la secundaria pueden acceder a ella.
Nuestra meta país no puede quedarse en cumplir con las condiciones básicas, sino que tenemos que apostar por la excelencia y la internacionalización, con sistemas de acreditación rigurosos, una carrera meritocrática para docentes y administrativos, y conectando la investigación y la innovación científica con las necesidades del país y con las oportunidades globales. Nuestro compromiso país pasa por no permitir “universidades bamba”, ni “universidades de papel”, que solo engañan a los jóvenes y dilapidan sus sueños. El derecho a una educación pública de calidad es la base para el desarrollo de una nación. Sin ella, no hay futuro posible.