La versión estándar sobre Rómulo Mucho es que lo tumbó la minería ilegal con un bloqueo de carreteras más una votación en el Congreso. Es cierto, pero no es exacto. A Mucho lo derribó también el propio Ejecutivo, que vio con gusto la ofensiva de la censura a su titular del Minem, cuyas posiciones le estaban creando problemas.
Desde el inicio Mucho ha estado por la puesta en marcha del proyecto Tía María y en contra de la idea de mantener a Petroperú estatal. Si la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo pensó que con Mucho ganaba terreno en el gobierno, se equivocó. En realidad, Dina Boluarte lo puso allí para dar una imagen de eficiencia empresarial.
En efecto, el ministro era un empresario eficiente, pero un político ineficaz. Desde el comienzo mismo intentó proyectar un poder que no tenía, ni dentro ni fuera del gobierno. Eso lo obligó a doblar las apuestas, hasta llegar a la ley para impedir la prolongación del Reinfo, la patente de corso para las minas ilegales del país.
El gobierno no tiene ganas de perseguir a los mineros ilegales, con Reinfo y sin Reinfo. La cantidad de personas y de dinero que hay en juego desanimaría a cualquiera. Es cierto que la minería formal está indignada, pero esta parece ser vista por el gobierno como un sector sin dientes políticos, cuyas tácticas no le parecen peligrosas.
La caída de Mucho significa la entrada del oro ilegal a la alta sociedad político-delictiva. Esto último puede definirse como ejercer poder ilegítimo, en la calle, en el hemiciclo y en los ministerios, sin ser perseguido realmente por las fuerzas del orden. Esto sucede cuando hay mucho dinero disponible y mucha gente sobre el terreno.
Ahora hay que empezar a preguntarse por qué los transportistas, extorsionados y baleados, no logran la censura del ministro de Transportes, y menos todavía la del ministro del Interior, responsable directo del problema. Por sus respuestas cínicas a la crisis nacional, también podría irse el titular de la PCM.
A estas alturas no hay curiosidad alguna sobre el próximo nombramiento al Minem. Pero podemos imaginarlo como alguien que no le hará problemas a Palacio. Un Alejandro Narváez, pero con más espacio para actuar. Pedro Castillo se debe sentir en casa.