Dos sujetos desconocidos arrojaron la madrugada del sábado una granada de guerra en el centro comercial Multicenter de la avenida Carlos Izaguirre en Independencia, uno de los distritos declarado en emergencia por el Gobierno hace un mes. El estallido en un restobar en el que se desarrollaba un espectáculo provocó pánico y dejó gravemente herida a una funcionaria municipal que realizaba una inspección en ese momento. Los atacantes se perdieron entre los pasillos, lograron alcanzar la calle y escaparon por los estacionamientos para luego abordar una moto en la que huyeron.
La policía tiene la sospecha de que se trata de un acto extorsivo dirigido contra algún negocio –o varios– del conglomerado comercial.
No es la primera vez que se ataca ese local, ya que el 13 de octubre también hubo una ráfaga de disparos contra un gimnasio y un restobar ubicado en el mismo lugar. Los dos ataques se produjeron durante la madrugada.
El atentado se suma a los crímenes y los ataques armados que asolan la ciudad y que recrudecen a vista y paciencia de las autoridades, quienes no logran impulsar una estrategia eficaz para impedir el ascenso de esta ola criminal.
Ha quedado demostrado que el estado de emergencia no resulta eficiente. Un local comercial atacado dos veces en pocos días no habla bien de la situación. Tampoco parecen de utilidad las medidas municipales que prohíben dos pasajeros a bordo de una moto, como es el caso de Independencia.
Preocuparse por las marchas y las protestas sin entender que es el resultado del problema y no el problema que se debe atacar resulta una verdad incómoda para el Gobierno, que quiere disimular la gravedad de los hechos. El doble ataque a un centro comercial nos coloca en una condición de extrema vulnerabilidad como sociedad. Un paso más en el camino de la anomia y el caos.