En marzo pasado, durante una protesta frente a la Casa Blanca para pedir –exigir– un alto fuego en Gaza, Marione Ingram, una sobreviviente judía del Holocausto, dijo: “Matar niños no es autodefensa del gobierno”. No era la primera vez que decía algo así, desde su dolida memoria, marcada por el secuestro de su abuela y el asesinato de muchos judíos alemanes.
No es la única. Stephen Kapos, otro sobre sobreviviente de esos tiempos de horror, ha dicho que la forma en que se trata a los palestinos arrestados es similar a la humillación que él y sus familiares recibieron. Otras muchas voces judías e israelíes –en Estados Unidos, en Europa, en América Latina– claman por detener la masacre que el mundo presencia a diario.
Ninguno de ellos desconoce el infame ataque perpetrado por Hamás el 7 de octubre pasado. Lloran como todos sus compatriotas de alma y tierra los resultados de esa incursión sangrienta. Pero hay algo que los diferencia: tienen el coraje moral de ver con los dos ojos. Son capaces de reconocer que una cosa es responder y otra masacrar, y que los palestinos existen.
Desde hace varios años existe en Israel, y en el mundo judío, una corriente crítica de la manera acrítica con que se mira la creación del Estado hebreo. Con matices y a veces severas discusiones entre ellos, nombres como Illan Pappé, Beny Morris, Norman Finkelstein, Naomi Klein o Noam Chomsky no han dejado de levantar la voz contra las injusticias históricas.
La principal de ellas es haber despojado, sin piedad y con ánimo colonialista, de tierras a la población palestina. Y la más actual: que en nombre de la defensa nacional se haya victimado a más de 40.000 personas, buena parte de ellos niños y adolescentes. Por eso dicen ‘Not in our name’. Aunque deban soportar acusaciones rudas y hasta ninguneos familiares.Mi respeto por ellos. Son seres humanos que tratan de ser justos. Quizás un día, cuando esta tragedia amaine, cuando los odios remitan, estos ciudadanos y movimientos que mantuvieron el corazón en su sitio, que se abrieron al mundo en vez de cerrarse, serán quienes construirán la paz.
(*) Profesor PUCP