Pa, ha sido una década desde que partiste, pero cargo conmigo tu esencia. Te cuento que en estos diez años, tan duros para los peruanos, no solo hemos vivido una letal pandemia que envolvió al planeta con su negrura de muerte y que furiosamente se ensañó con nuestro querido Perú, colocándonos en la cúspide del mayor número de muertos per cápita, sino que también hemos vivido la desgracia de lo que tanto te apasionaba: luchar por la democracia peruana y la defensa férrea de sus instituciones. Vivimos sobre una arena movediza que a diario y con sutil voracidad se traga una a una las instituciones del Estado.
Te cuento, Pa, que en cinco años tuvimos seis presidentes de la república, tres de ellos en tan solo una semana. En las tres últimas elecciones generales, dos de ellas que ya no alcanzaste a ver, también llegamos a la segunda vuelta con Keiko Fujimori como una opción. Ocurrió lo esperado: perdió. Primero ante la derecha de PPK y después ante la izquierda de Pedro Castillo. Como dicen algunos expertos con sorna, si Keiko pasa a segunda vuelta contra un panetón, gana el panetón... Y allí la ves.
El Congreso es un popurrí de personajes dignos de La divina comedia de Dante Alighieri. Los hay del infierno, del purgatorio y no creo que ninguno llegue suavecito nomás al paraíso. Salvo casos contados con los dedos de una mano, tienes a los matones, a los que cambian de piel como serpientes, a los pequineses con ego de doberman, a los invisibles que como fantasmas votan en silencio y cambian las leyes a su antojo y a los que son capaces de vender a su madre por un puñado de votos. Variopinto al fin.
Una de las fotos preferidas de su hija Drusila: “Aquí está, con cara de pillo, apuntando a la cámara”. Periodista notable. Foto: archivo
Me sonrío de tan solo pensar en las extraordinarias carátulas, llenas de ironía y punzante humor, con las que nos sorprenderías cada semana. Material de inspiración tendrías y de sobra.
Caretas ya no es lo que era contigo. La verdadera Caretas te la llevaste a la tumba. Imposible pretender ser y hacer lo que fuiste e hiciste. Una mezcla de cualidades y defectos tan finamente hilvanados que te hacían único, indescifrable, memorable.
Fuiste un niño solitario. Hijo único, sin padre y con una madre (Doris Gibson Parra del Riego) que estaba muy adelantada a sus tiempos. Ella vio la manera de educarte bien, pero de lejos. Debe de haber sido muy duro para ti. Sin embargo, fuiste un hombre trejo y rebelde que creó una familia grande, que siempre supo convocar a gente y que a pesar de tus ataques de furia ante las injusticias o los errores en la edición, eras siempre humano, querido y humilde. Para algunos, un genio al que se le perdonaba el arrebato, para otros, un bohemio hippie que,como buen hijo de arequipeña, con facilidad se le subía la nevada.
En la primera imagen aparecen Drusila y su Pa. Tanta complicidad. En la segunda, Daphne Dougall de Zileri le toma una foto feliz a Enrique. Foto: composición LR/archivo personal de familia Zileri
Como hija tuya, la menor de todos, pero con la que, en la adultez, tuviste tanta complicidad, me marcaste una visión de las cosas, a veces un tanto distinta a la convencional. Me encantaría poder conversar contigo de ello. Intento tener el mismo entusiasmo que le tenías tú a la vida. Siempre viviendo a tope, con valentía para asumir desafíos tremendos y con actitud estoica y jocosa para defender tus fueros.
Fuiste deportado por el gobierno militar de Velasco Alvarado cuando yo apenas tenía cinco semanas de nacida, y así, en una canastita, me llevaron a verte como encomienda de contrabando. Bajo mi espalda, mami (Daphne Dougall de Zileri) te llevaba ejemplares de revistas que habían sido violentamente decomisadas por el gobierno militar.
Cuando tenía cuatro años te volvieron a deportar por año y medio. Una niña de esa edad no entiende la magnitud de las cosas, pero sí sabe que su padre es distinto a los demás. Para bien o para mal. Recuerdo claramente como, armada de un palito, rampaba por la pista para bajarle la llanta a los agentes de la PIP quienes dormidos pretendían vigilar que no salieras de casa. Ya con el paso de los años, con las huelgas de hambre donde te llevábamos termos de boldo para proteger tu flora intestinal, con los cierres de revista, con la policía en la puerta de la casa y con tus huidas estrepitosas en las maleteras de los carros de los amigos, empecé a entender que siempre luchaste más allá que el promedio. Te expusiste a que te castigaran con el destierro, pero nunca te dejaste pisotear.
Hoy se te extraña. No solo yo, como hija que te admira, sino también el periodismo peruano. Te extrañan tus amigos, tus lectores y todos aquellos que supieron apreciar tu valor.
Mientras tanto, aquí andamos deshojando margaritas para saber si doña Dina se queda hasta el 2026 o si el exenfermo mortal don Alberto, en efecto, será el candidato a la presidencia por su partido naranja. Como dice el argot coloquial, “huele a bacalao”.
Siempre fuiste un perro sabueso, así que estate atento y confíame tu olfato a través de mis sueños. Te reto a que, una vez más, aciertes.
Hasta siempre, Pa.
Ushi