¿Será verdad que en Piura votamos tan mal? ¿Nuestro sistema democrático no funciona o es que hemos sido absorbidos por la peor clase política de los últimos años? Congresistas impresentables que solo sirven de furgón de cola de su bancada, gobernadores invisibles y alcaldes gobernando de espaldas al pueblo, con oscuros intereses, cuestionables pasados, denuncias judiciales y un sinnúmero de perlas.
Y dentro de todo este cúmulo de desvergüenza reaparece el exalcalde de Piura en un video buscando capear las denuncias en su contra, atribuyéndole toda la culpa a la actual gestión de Gabriel Madrid y excluyéndose de toda responsabilidad. Ningún acto de contrición en sus declaraciones.
Dentro de los parámetros electorales de nuestros pueblos deberían existir ciertos niveles de los cuales no se puede sobrepasar: por ejemplo, votar por el exgobernador de Piura Servando García o el exalcalde Juanjo Díaz debería ser lo más bajo del ranking. Probablemente, cuando Gabriel Madrid culmine su gestión, el nivel de esa lista sea aún más bajo con su inclusión.
Pero, como muchos pueden afirmar, el pueblo votó por ellos. Entonces, sería bueno preguntarnos si es que nuestros pueblos tenían otras opciones o siempre fuimos a votar con arcadas, nariz tapada y el pesimismo de “el mal menor”. El actual congreso no solo nos robó una oportunidad de oro con las primarias (PASO) que nos hubieran librado de llegar a una primera vuelta con más de 30 partidos al 2026, sino que también nos hubiera permitido educar a la clase política en la importancia de hacer consensos, firmar acuerdos y agruparse en pro de la democracia y el bienestar del país, dejando de lado ese ego colosal, egoísmo y angurria de poder notoriamente visible en cada una de sus amañadas acciones.
Solo esperamos que para el 2026 toda esta farra congresal –aupada por la debilidad del gobierno actual– no nos deje como legado un “voto del enojo”, que ya se escucha en algunos sectores radicales. Los políticos decentes –no incluye a ningún partido del actual Congreso– están en la obligación moral de erigir un frente contra la corrupción de la izquierda y de la derecha o, inevitablemente, estaremos camino a un futuro poco alentador frente al hastío social que ha generado toda esta mezcolanza de crímenes, lobbies, intereses subalternos, corruptelas, descaro y esa postura casquivana en que degeneró la política peruana en su bicentenario.