La sucesión de escenas bochornosas, protagonizadas por los personajes que detentan el poder político en nuestro país, son los síntomas de un avanzado proceso de descomposición de nuestra democracia. Van algunos ejemplos notorios y reveladores. El retiro de los textos de las notables historiadoras Carmen Mc Evoy y María Emma Manarelli, del libro 200 años después. Los escolares preguntan, los historiadores responden, del Proyecto Especial Bicentenario, es un primer caso. El Libro fue publicado en edición digital en el 2020 y en versión impresa el 2021. En esta reedición los textos citados fueron remplazados por uno de la presidenta Dina Boluarte y otro de la ministra de Cultura, Leslie Urteaga.
El atentado contra la educación y la cultura de los estudiantes es grosero. La falta de respeto a dos distinguidas intelectuales peruanas, también. Se trata de una enésima demostración de la voluntad de sumir al país en la ignorancia y la mediocridad. Este es un signo de corte dictatorial. La única verdad es la oficial. Para todo lo demás, existe el terruqueo, la master card de este régimen. Si no estás conmigo, como indicaba un afiche con el que desfiló la PNP en Fiestas Patrias, eres terruco. El afiche describía a los “nuevos terrucos” (cualquiera que proteste) y llamaba a denunciarlos. Como lo haría cualquier gobierno dictatorial. Piensen en la libertad de opinión en Cuba, Nicaragua o Venezuela y verán claro.
En ese mismo desfile, la presidenta Boluarte se paseó de pie en un auto descubierto, saludando y sonriendo como reina de primavera. Hasta que alguien se atrevió a hacer lo que el niño del cuento, acerca de la desnudez del emperador. Esa persona le gritó: “¡Corrupta!”. Boluarte respondió, sin dejar de saludar ni sonreír, “tu mamá”. Ese acto de lumpenaje podría atribuirse a un impulso agresivo que no pudo controlar. Sin embargo, lo que contradice esta explicación es que en ningún momento perdió la compostura, lo que demuestra que estaba en perfecto dominio de sus emociones. Y evidencia lo que piensa de quienes se atreven a protestar. Para ella son insignificantes, prescindibles. Por eso es que hasta ahora no se hace nada con respecto a los 49 ejecutados durante las protestas del 2022 y 2023. Esos muertos son costo hundido, como dirían los economistas.
En la clausura de la reunión de los ministros de los sectores Mujer y Comercio, integrantes de APEC, el canciller peruano dijo lo siguiente: “En la época de los Incas, para hablar en el (sic) caso peruano, Atahualpa, uno de nuestros Incas, atravesó los mares y llegó a algunas islas del Asia 250 años o quizás menos, de nuestra (pausa incómoda) colonización, convirtiéndonos en virreinato. Llevando más de 15000 guerreros y comerciando entonces en pequeños barcos que llamamos totoritas, totoras, a diferencia de los grandes barcos que entonces dominaban los mares, por ejemplo, los vikingos”.
Aparentemente, el épico discurso del canciller es una distorsión del libro de mi profesor de historia en Estudios Generales de la PUCP, José Antonio del Busto. El libro en cuestión se titula Túpac Yupanqui: Descubridor de Oceanía. Según del Busto, el hijo de Pachacútec habría llegado a Oceanía en 1465, luego a la Isla de Pascua, Rapa Nui. Es una teoría fascinante, pero no demostrada, aunque verosímil. El caso es que lo de Atahualpa y los 250 años antes de la Colonia, no resisten el menor escrutinio.
Estas continuas faltas de respeto a la inteligencia e Historia de los peruanos responden a varias causas. La más general, en mi simple opinión de ciudadano, es que se está evacuando no solo la democracia, también la política. Por lo demás, una no puede existir sin la otra. Todos los ejemplos citados tienen en común el desprecio por la opinión pública, la que, por lo demás, se los devuelve contundentemente. De ahí que los integrantes del Ejecutivo o el Legislativo no puedan aventurarse por las calles, sin una nutrida protección armada. El reciente episodio de dos congresistas expulsados por los asistentes en un bar de Barranco -que no avalo-, es una prueba de su inmensa impopularidad.
Lo cual nos lleva al siguiente punto. Todos los ejemplos citados tienen en común la violencia: contra el trabajo intelectual, la libertad de expresión, la verdad, la vida. Responder con más violencia, como lo hace el grupúsculo alquilado denominado, sin vergüenza alguna, la Resistencia, no los va a detener. Por el contrario, refuerza su narrativa basada en la falacia de que sus atropellos contra la democracia y la política, son por el bien de nosotros, aunque no lo entendamos.
Piensan, es un decir, que al infantilizarnos pueden sojuzgarnos mejor. Esta receta dictatorial les está funcionando hasta ahora. Incluso se dan el lujo de denunciar el clamoroso fraude en Venezuela, haciendo la vista gorda a los intensos preparativos para repetir lo mismo acá, en el 2026. Rosa María Palacios ha citado un meme que describe a las claras la situación: hipermetropía. Se ve de lejos pero no de cerca. Lo cierto es que sí ven lo que están haciendo. Slavoj Zizek interviene la frase de Cristo en la cruz: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y comenta: “sí saben lo que hacen”.
¡Claro que lo saben! Una cosa es que se hagan los locos y otra, muy distinta, es que no tengan conciencia de sus actos. Lo que sí hacen es racionalizarlos, como cualquier delincuente cuando por la noche da un beso a sus hijos. Lo importante es preguntarnos si nosotros lo sabemos y los vamos a dejar atropellándonos o, peor, defendiéndolos.