Ya se ha producido una andanada de rupturas con Venezuela y su fraude chavista, lideradas por Panamá y Perú. El gesto latinoamericano es correcto y positivo, ¿pero va a funcionar? No ha sucedido en otros años. Un dictador atrincherado, con las armas en la mano contra el pueblo, es algo muy difícil de sacar de en medio, sobre todo desde fuera.
Donald Trump lo intentó en su momento mediante sanciones económicas al régimen de Caracas, y se formó un Grupo de Lima contra Nicolás Maduro. Si la idea era un derrocamiento rápido, eso no funcionó. Pudieron más los apoyos de China y Rusia, con los servicios operativos de Cuba. La cúpula chavista pudo mantenerse hasta hoy.
¿Qué llevó a Maduro a las elecciones del domingo pasado? Más que presiones democráticas fueron las negociaciones con occidente en el contexto de la guerra de Ucrania. Washington empezó a aflojar sus sanciones a partir de sus necesidades de petróleo, y Caracas ofreció aflojar la mano dura contra la población, lo cual incluía una elección.
Una dictadura ducha en fraudes sintió, con cierta razón, que podía convocar sucesivas elecciones sin peligro de perder, y es con esa convicción que ella llegó al 2024. Los preparativos para contrarrestar su impopularidad, todos ellos formas de fraude, empezaron temprano. Pero algunas cosas no fueron tomadas en cuenta.
La primera de ellas fue el aprendizaje de los opositores, que ya están en condiciones de arrinconar a Maduro contra su actuación fraudulenta, y demostrarla. La segunda fue la magnitud del descontento popular. La oposición afirma haber ganado 60-30. El oficialismo no se ha atrevido a ir más allá de un triunfo 51-49, en el que nadie cree.
Las señales de fraude son evidentes: impedir de facto la votación del éxodo venezolano o empezar la cacería de dirigentes al día siguiente de los escrutinios. Las señales de desgaste también, como que el gran mecanismo fraudulento ya no está funcionando como antes. Es probable que la pequeña mejoría económica se haya ido al diablo: más éxodo.
Maduro está muy golpeado y recurre al mismo discurso de antes, como denunciar la conspiración de ultra-derecha, el golpe, la maniobra imperialista, todo el ajuar que le dejaron los hermanos Castro a sus pupilos venezolanos. Pero la América democrática no parece tener más recursos que en otras ocasiones.