Vivo o muerto parte del libro homónimo y vuela con alas propias para ofrecernos un thriller que se impone allí donde fracasaron estrepitosamente La hora roja o La pena máxima, ambas del 2022. Jorge Prado, director debutante, y con pergaminos en las reputadas La teta asustada o Contracorriente, nos da una película imperfecta pero disfrutable.
La premisa de Vivo o muerto se aferra a segundos imprecisos en el intento de detención del expresidente Alan García para desarrollar intrigas desde el punto de vista de la reportera Carmen Ríos (Stephany Orúe), quien, junto con su camarógrafo Marco (Sergio Galliani), recorre media Lima buscando confirmar si, en efecto, el escurridizo líder está “vivo o muerto” (el filme propone una respuesta, quédense hasta el final).
Con personal técnico reclutado de series como ‘La casa de papel’, Vivo o muerto ofrece interesantes resultados en musicalización, edición y acabado general. Orúe es una protagonista con fuerza junto con un Galliani en contrapunto, y Prado consigue mantenernos interesados en su historia aun cuando —como sucede en nuestro cine— nos quedamos cortos en recursos para un producto más competitivo. Prado resuelve entonces con
referencias claras a thrillers como JFK (la necropsia) y el tenso entorno de prensa se presta de Todos los hombres del presidente.
Prado también deja clara su desconfianza ante los medios —Carmen ofrece dinero a una enfermera por información, cosa que los periodistas serios no hacen— y evita los temas de la vida de García y sus acusaciones para solo centrarse en el corazón del thriller, lo cual deja en el aire a quienes no conocen del tema. Ya cuando entramos en delirios tecnológicos, recordamos que todo esto es una fantasía y mucha de la conexión se pierde. Pudimos tener un poco más.