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Opinión

Con sangre en el ojo e información, por Augusto Álvarez Rodrich

Entre Otárola y Nicanor, Dina optó por su hermano.

larepublica.pe
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Aunque Alberto Otárola dijo que tomará una decisión sobre su continuidad en la PCM al llegar a Lima, todas las señales emitidas por palacio de gobierno confirmaron que su tiempo como premier ya ha terminado.

Para un gobierno con tanta pachocha para reaccionar ante las crisis, la rapidez súbita con la que se mueve desde el domingo delata que, en el pleito entre Nicanor Boluarte y el premier Otárola, la presidenta optó por su hermano.

Primero, con un comunicado apenas emitido el audio de ‘Panorama’ en el que el premier le ofreció trabajo a una mujer con la que tiene una relación.

Segundo, con el comentario de ayer de la ministra de la mujer al frente del gabinete revelando que Boluarte le pidió a Otárola que adelante su regreso de Toronto, donde estaba promoviendo la inversión minera en el país.

La difusión del audio de Otárola ocurrió casi en coincidencia con la aparición de otro que compromete a Nicanor Boluarte con cobros a una ONG vinculada a entidades públicas en el gobierno actual y el de Pedro Castillo.

Pero la salida del premier no quiere decir que él vaya a ser el único dañado políticamente con el affaire, pues su partida le va a costar bien caro al gobierno debido a la traición que siente quien es evidente que posee dos cosas muy peligrosas y en abundancia en este momento: información valiosa y sangre en el ojo. El vuelto vendrá pronto.

Existe el riesgo de una crisis terminal tipo guerra de los Roses, lo que podría disminuir por la necesidad de protegerse mutuamente de otras acusaciones compartidas, como las muertes en las protestas del año pasado.

Todo lo cual demuestra la impericia de la presidenta Boluarte, quien en vez de resolver a tiempo el pleito entre su premier y su hermano, dejó que este le reventara en la cara, lo cual debilitará aún más a su ya muy frágil gobierno.

La tormenta quizá se disipe tras el nombramiento del nuevo gabinete, pero la presidenta Boluarte deberá aprender a vivir sin Otárola, como lo hizo por dos años —primero como abogado, luego como premier—, y quizá a extrañarlo más temprano que tarde.

Hasta ahora lo más probable sigue siendo que Boluarte llegará como presidenta al 2026, pero, sin duda, con un gobierno cada vez más destartalado.