La resaca del 14 de febrero puede ser una buena oportunidad para abordar problemáticas sociales que se potencian sutilmente bajo la idea tradicional del amor incondicional y que, definitivamente, merecen mayor atención. Porque ya es momento de reconocer que hay concepciones peligrosas que pueden derivarse en violencia de género, homofobia, gordofobia y hasta la minimización del trabajo de cuidado
En primer lugar, es crucial desmitificar la idea de que el amor y/o el desamor son la base y justificación de cualquier comportamiento violento en vínculos familiares y sentimentales. Ningún golpe se da para brindar enseñanzas, ninguna ‘‘escena de celos’’ surge por el enamoramiento desmesurado o es requisito para hacer interesante una relación. Incluso el concepto tan masificado (hasta casi llegar a ser trivializado) del ‘‘amor tóxico’’ puede llevar a invisibilizar la estructura sexista que comprende el real origen de este tipo de actos.
También el acoso ha sido tergiversado como una supuesta muestra de amor para justificar conductas invasivas y violentas. Las acciones que en mujeres se considerarían ‘‘tóxicas’’ en hombres se resignifican y se valoran. ‘‘Si te llama a cada instante y está muy pendiente de ti es porque te quiere’’. Por eso es importante educar sobre el respeto mutuo y la promoción de vínculos sostenidos en el consentimiento y la autonomía sin hostigamiento ni ‘‘soldados caídos’’.
Por otro lado, muchas frases insensibles se dicen y demasiadas inseguridades se crean cuando las personas son presionadas a bajar de peso o cambiar sus cuerpos en nombre del amor, especialmente por parte de sus familiares. ‘‘Te lo digo por tu bien’’, ‘‘si no te quisiera no te diría nada’’ y similares, pueden desencadenar problemas de salud física y mental, así como mellar autoestimas, las mismas con las que quienes reciben estos mensajes tendrán que cargar durante años.
También es crucial abordar la percepción problemática que asocia las labores de cuidados o domésticas, como se le llama, con el amor. Se trata de una cuestión de género, pero también de clase y raza. Se espera que las mujeres asuman la carga de las tareas del hogar como una expresión de su abnegación y entrega a sus familias. Los resultados de esta expectativa dañina ya existen: explotación e invisibilización de la importancia del cuidado. Para contrarrestarlo, es fundamental reflexionar sobre la equidad en las relaciones y familias, desafiar las normas de género y tener en cuenta que no es amor, sino trabajo no remunerado.
Pasó San Valentín, pero queda la invitación a mirar críticamente las ideas convencionales de afecto y reconocer la violencia que se puede llegar a ejercer en su nombre; una convocatoria para abogar por vínculos saludables, cuestionar las normas impuestas y luchar contra la desigualdad estructural para construir un amor más auténtico, libre y beneficioso.