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Opinión

Mientras Lima se mira el ombligo…, por Pedro Castro Balmaceda

"En el Perú todo pasa mientras Lima se mira el ombligo. Si Lima hubiera tenido, en el fenómeno de El Niño del 2017, más de 90,000 damnificados, 5,000 viviendas colapsadas y una veintena de fallecidos, tal como sucedió en Piura".

larepublica.pe
CASTRO

En el Perú todo pasa mientras Lima se mira el ombligo. Si el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento se hubiera, siquiera, atrevido a implementar en Lima una obra tan desastrosa, mediocre, escandalosa, paupérrima y misérrima como el Sistema Alternativo de Recolección y Evacuación de Aguas Pluviales (SARE) que han construido en la ciudad de Piura, con la intención de “mitigar” los efectos del fenómeno de El Niño, dejando partes de la tubería expuesta en diversas zonas, donde se han tenido que maquillar como rompemuelles, jardineras y bases de concreto (como sosteniendo una bazuca) en estos momentos la ministra estuviera interpelada o fuera o se hablaría de una vacancia presidencial.

 Lo que el Gobierno central ha hecho en Piura en una aberración monumental del tamaño de nuestro río, que es directamente proporcional a la ineptitud de la capacidad de nuestras autoridades para defender nuestros intereses y aceptar cualquier inmundicia que quieran hacer con nuestra vapuleada ciudad. Queda constancia que en Piura no tenemos alcalde ni gobernador con liderazgo ni pantalones, tenemos vasallos de los Gobiernos de turno.

 En el Perú todo pasa mientras Lima se mira el ombligo. Si Lima hubiera tenido, en el fenómeno de El Niño del 2017, más de 90,000 damnificados, 5,000 viviendas colapsadas y una veintena de fallecidos, tal como sucedió en Piura; y siete años después y miles de millones de soles invertidos ningún problema resuelto, estoy seguro que algún funcionario público estuviera -al menos- preso por tanta infamia.

Piura se sigue inundando ante cualquier lluvia de menor importancia, el centro de la histórica ciudad es una vergüenza porque la desastrosa gestión de un exalcalde que prometió una “Piura bonita” nos dejó inmersos en una precaria situación.

Si los políticos, nuestros políticos miraran nuestros problemas con la misma premura con los que miran los de la capital, no estaríamos mendigando obras de calidad, ni honradez, ni transparencia en gestiones que -obligatoriamente- deberían darnos lo mejor de su capacidad y no las migajas de su buena voluntad.

Y mientras en Lima, los congresistas se revientan las reformas políticas y se traen abajo las elecciones primarias, dejándonos para el 2026 un promedio de 25 candidatos en primera vuelta, cosa que lejos de ser una caricatura, será una elección con bajísima representatividad, orillándonos a revivir lo mismo del año 2021, o tal vez peor.

En el sur, a pasos agigantados, Antauro Humala recorre cada pueblito conquistando adeptos, generando empatías, ganando votos y prometiéndoles lo que el país quiere escuchar: “Todos los corruptos serán fusilados”. Y esas propuestas violentistas, de raigambre de populismo extremo a las que llama “sentencias previas”, deberían ser rechazadas de plano en un país amenazado por la inseguridad desde todo nivel.