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Opinión

¿Sana convivencia?, por Patricia Montero

"Lo ocurrido con el actor Andrés Wiese, las reacciones y sobrerreacciones que generó manifiestan el nivel de violencia que sufrimos y no solo por la ola de criminalidad…".

larepublica.pe
Montero

Caminaba hacia el supermercado y un taxista paró para preguntarme si podía cambiarle un billete de 20 soles. Dudé algunos segundos, pero lo noté contrariado, y a su pasajero que esperaba el vuelto. Pensé en las veces que pasé por similar situación y decidí ayudar. Le cambié mis monedas por su billete de 20 soles. Era falso.

Estaba esperando una cita médica. Una mujer miraba un video en su teléfono a todo volumen, incomodando a todos, pero nadie decía nada, solo cruzamos miradas de desaprobación. Le pedí con amabilidad que baje el volumen. Me lanzó una mirada fulminante, de esas que te atraviesan, luego me ignoró. Tuvo que salir un médico de su consultorio a decirle lo mismo. Recién hizo caso y de mala gana.

En un restaurante, un amigo y yo intentábamos conversar. Al lado, la mascota de una pareja ladraba de manera incesante, estaba notoriamente inquieto. Cansados, les pedimos hacer algo al respecto, respondieron que era un “restaurante para perros” y, al parecer, éramos nosotros quienes sobraban. No me malentiendan, amamos a los perros, pero en serio, ¿no fue acaso desconsiderado? Más tarde, de regreso a casa, una persona en su scooter casi nos pasa por encima en la vereda. Reclamamos que baje la velocidad y casi nos agarra a golpes.

Cuando me pidieron escribir esta columna, pensé: no será sobre política, sino sobre hechos como los descritos que son comunes para todos. En algún momento hemos sido engañados, estafados o agredidos.

Lo ocurrido con el actor Andrés Wiese, las reacciones y sobrerreacciones que generó manifiestan el nivel de violencia que sufrimos y no solo por la ola de criminalidad. La violencia se refleja también en esos hechos cotidianos que demuestran el poco respeto, intolerancia y poca confianza que nos tenemos.

Solemos criticar, y con justa razón, el actuar inmoral y poco ético de nuestras autoridades, pero olvidamos que somos quienes les dimos el poder y, aunque nos disguste, representan lo que somos como personas y sociedad.

El respeto, la sana convivencia, la seguridad, la empatía y la confianza son las reglas que rigen y gobiernan una sociedad. La ausencia de ellas se traduce en desgobierno.

¿Necesitamos políticas públicas y acciones ejemplares para mejorar como país? Sin duda, pero qué tal si empezamos por nosotros mismos. Nosotros somos el país y lo hacemos desde lo cotidiano.