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Opinión

Los viajes de Dina, por Rosa María Palacios

"La presidenta sale del país a un ritmo de un viaje al mes, aunque los intervalos entre sus expediciones internacionales son cada vez más cortos".

larepublica.pe
RMP

Este lunes el Congreso debe votar el permiso de viaje solicitado por Dina Boluarte para ir a Washington del 1 al 4 de noviembre a un encuentro empresarial. Es su cuarto viaje presidencial. El primero se realizó a Brasil, del 7 al 9 de agosto, a la reunión de los Estados parte en el Tratado de Cooperación Amazónica. El segundo, del 17 al 21 de setiembre a la Asamblea General de la ONU. El tercero, una gira a Alemania, Italia y el Vaticano del 11 al 15 de octubre. La presidenta sale del país a un ritmo de un viaje al mes, aunque los intervalos entre sus expediciones internacionales son cada vez más cortos.

Los viajes presidenciales tienen tres problemas: su inconstitucionalidad, su inutilidad para los intereses del Estado peruano y su impopularidad interna. Dina Boluarte fue elegida segunda vicepresidenta en la plancha de Pedro Castillo. El primer vicepresidente, Vladimir Cerrón, fue tachado por tener condena por delito doloso y no postuló. Castillo está preso por dar un golpe de Estado.

Solo queda ella y ella no puede cumplir el mandato del artículo 115 de la Constitución: “Cuando el presidente de la República sale del territorio nacional, el primer vicepresidente se encarga del despacho. En su defecto, lo hace el segundo vicepresidente”. Quien no tiene vicepresidentes no puede salir del Perú porque no tiene a quién “encargar el despacho”. ¿Es la primera vez que ocurre? No. En nuestro actual estado de crisis, Vizcarra y Sagasti se enfrentaron al mismo problema y aquí se quedaron.

¿Puede modificarse la Constitución? Por supuesto. Con 87 votos en dos legislaturas consecutivas. Si se modificaba en enero de este año y se ratificaba en marzo, no habría ningún problema. Pero el Gobierno no tiene 87 votos para esto o no se arriesga a hacer la prueba. Entonces, Alberto Otárola (quien antes de ser primer ministro tuvo una carrera como abogado constitucionalista) se le ocurrió la salvajada jurídica de modificar la Constitución por ley y consiguió los votos para inventarse una “presidencia remota” inspirado en las incontables sesiones de Zoom que tuvimos durante la pandemia. Mientras el Tribunal Constitucional no declare tamaña patraña como inconstitucional, Boluarte acumula millas. Lo más probable es que el TC no toque este engendro porque sus servicios al Congreso son múltiples y notorios.

Lo que nos trae a la motivación y utilidad de estos periplos. Tanto el Congreso como Otárola son entusiastas para poner a Dina en el avión. A diferencia de los vía crucis de Castillo, cada vez que tenía que pedir permiso para salir del Perú (una institución decimonónica, herencia de un par de traumas históricos) a Boluarte le va de maravillas. Casi que le dicen, “¿por qué no se va más tiempo, señora?”. ¿Será entonces que es una gran gestora de la diplomacia presidencial?

Veamos el balance de los tres viajes. En el primero se hizo tomar una foto en la cabina de avión con la computadora abierta para dar la impresión de que despachaba “en remoto”. Por cuestionar la posibilidad de que ese avión te permita un internet con videollamadas, me soltaron a la jauría entera. El misterio lo aclaró Vizcarra luego del viaje de Boluarte a Europa. No hay internet suficiente, salvo para recibir mensajes de WhatsApp demorados. ¿Así se gobierna? Es decir, durante las horas de vuelo, no hay presidencia. Ni presencial ni remota.

En Brasil, la cercanía con Lula era importante para Boluarte porque el presidente brasilero la apoya frente a los ataques de López Obrador y Petro. ¿Es importante para el Estado peruano? Lo es. Pero es más importante para ella contar con un aliado que le permita defender su presidencia. El viaje a Naciones Unidas fue un desastre.

Pocas citas relevantes y el escándalo de andar gorreando fotos en los cocteles y colocarlas como encuentros bilaterales. Pero, el peor de todos, es el viaje europeo, donde su inconducta puede haber causado hasta molestia. En Alemania e Italia no fue recibida por sus pares, jefes de Gobierno. Lo que Boluarte quería era instrumentalizar para contrarrestar su imagen internacional de violadora de derechos humanos, nada menos, que al Papa Francisco, que será un hombre santo pero no tonto. La diplomacia vaticana publicó solo tres fotografías (normalmente se publican decenas para uso público) con el gesto adusto y fruncido del Papa.

¿Qué se ha logrado? Publicaciones minuciosas de lo que nos cuestan estos despropósitos. El resultado millonario es impopular, pero dadas las pocas competencias de nuestra presidenta, los que verdaderamente gobiernan quisieran tenerla en un avión dando vueltas a la tierra hasta el 2026.