Derecho a la duda, por Ernesto Carrasco
“Lima vivió un fin de semana de expectativa y temor con el agua potable”.
Lima vivió un fin de semana de expectativa y temor con el agua potable. Sedapal anunció la suspensión del servicio, en más de una veintena de distritos, por más de 96 horas. ¡Hasta cuatro días!
¿El motivo? Una instalación de envergadura que permitirá, según la empresa, tener asegurado un horizonte constante más allá del 2030 para Lima, en donde vive la tercera parte de la población del Perú.
Una contingencia técnica, seguro necesaria, toda vez que hay pronósticos de crisis hídrica para el futuro, pero una torpeza en la comunicación de Sedapal acerca del proyecto de mejora, mediante un escueto y solitario mensaje en X, desató el pánico en millones de usuarios que se verían afectados por la escasez.
Obviamente, de la zozobra vino la indignación, pues la empresa seguía en sus trece y no daba más explicación que el frío tuit en la red social X (ex-Twitter).
La crisis estalló en el Ejecutivo, y como siempre alguien tenía que pagar: el presidente del Directorio afuera mientras la ministra del sector intentó hacer control de la crítica situación por todos los medios y ventanas informativas.
¿Negligencia, falta de estrategia comunicacional o globo de ensayo? ¿Acaso es que de las vírgenes que lloran, los pishtacos y el monstruo de los cerros ahora hemos pasado a que nos quedamos sin agua en Lima?
El último viernes se “tomaron las medidas”. Pero caída la tarde, vino el alivio colectivo. Sedapal anunció que la operación había sido exitosa y que en horas llegaría el servicio y salvado el fin de semana, incluida la juerga, y a marchar. ¿Acaso es que alguien nos quiere ver como un émulo de Another brick in the wall? Mientras tanto, el Congreso es un festín: Fujimori busca su indulto, Hinostroza advierte vía telerreunión, pasa piola, suspenden al fiscal Vela y afuera la JNJ, ¿dónde está Cerrón? ¡Y cuidadito! Ahora puedes ser intervenido hasta cuatro horas si no tienes tu DNI a la mano.