Desde el año 2014, cada tercer domingo de agosto se conmemora en nuestro país el día de nuestra niñez. Esta fecha, más allá del enfoque festivo y comercial, es también necesaria oportunidad para reflexionar sobre la situación de la niñez, la atención de sus derechos y la concienciación sobre la impostergable tarea del Estado, con políticas públicas efectivas, y la sociedad, desde cada una de sus iniciativas concretas, de trabajar por su bienestar, acceso a oportunidades, inclusión y equidad.
La situación política del país, en permanente crisis; la incalificable degradación de nuestra clase política, tomada por intereses subalternos; el peligrosísimo avance de la criminalidad y las mafias; el abandono de las problemáticas reales, en favor de una vergonzosa lógica de componendas e intercambio de favores; el entrampamiento constante; la inviabilidad que trae consigo desesperanza son razones de peso para que se empiece por ofrecer una disculpa a la niñez peruana, testigo diario e invisibilizado de la indolente e irresponsablemente forma con la que se decide el presente, que los afecta irremediablemente, y que condiciona su futuro.
Según el último Informe de análisis situacional provisto por Unicef (SITAN), la niñez en el país enfrenta una situación nada alentadora vinculada a la pobreza, el acceso a servicios básicos, la vulnerabilidad a riesgos y desastres, etc., y recrudecida por la reciente pandemia y sus consecuencias globales. En lo que respecta a salud, preocupa el acceso de la niñez, su estado nutricional, su salud mental, entre otros. En cuanto a educación, preocupa el acceso a la misma, el bajo rendimiento, la deserción y la necesidad de garantizar la convivencia democrática. En lo que se refiere a la salvaguarda de la integridad personal de la niñez sigue siendo un gran pendiente extirpar la violencia psicológica, física, sexual, que los afecta en diferentes contextos, la explotación infantil, la trata, entre otros, así como garantizarles el acceso a la justicia.
PUEDES VER: Bioferias en peligro, por Santiago Dammert
La tarea es enorme y en ella debe avanzarse con firmeza, más aún en un país en el que casos como el de la pequeña Mila generan reacciones basadas en dogmas religiosos o en el que se permite que personajes con posturas que atentan contra la protección de la infancia presidan comisiones legislativas tan relevantes como de la Educación y Mujer. Un país en el que también se aguarda justicia para los menores de edad fallecidos a causa de la represión reciente del Estado o en el que se permite apodar, sin ningún respeto, “Los Niños”, a un grupo de congresistas cuya conducta ética es cuestionada.
Nulos son los canales de participación de niños y niñas para el ejercicio democrático de sus derechos y su voz queda sin ser escuchada. Esta columna va dedicada a los niños y niñas del Perú, a su cuidado y a la enorme deuda pendiente con ellos. A mis hijas, para quienes deseo un país mejor.