Acción Popular, fue fundado hace 67 años y surgió reivindicando banderas democráticas y principios ético-morales. Una pléyade de juventudes universitarias levantó banderas que fueron distintas a las que profesaban otras tiendas políticas, eran nacionalistas, recogían las tradiciones andinas y lo hicieron con la convicción de que el partido sea el instrumento democrático necesario para transformar el Perú a través de grandes reformas, consolidando el sistema democrático.
Con el paso de los años, siempre ha existido discrepancias internas y tendencias que generaban una fuerza motriz que impulsaba al partido, hacia adelante. En las jornadas electorales muchas veces saboreó el dulce sabor de la victoria y también probó el sabor amargo de la derrota; mas el militante de base siempre ha actuado con mística convirtiéndose en soldado de la democracia.
En el escenario actual vemos que la mística del militante, la ideología y el programa de Gobierno siguen intactos, vigentes. Lo que dramáticamente ha cambiado es la forma de actuar de algunos dirigentes y congresistas codiciosos que actúan movidos por una ambición desmedida por el poder, eso explica la conducta de la bancada parlamentaria cuyo proceder es notoriamente opuesta a la tradición democrática del partido, impulsan iniciativas legislativas que tienen un cariz antireforma cuyo objetivo es demoler la institucionalidad, la independencia del sistema electoral, la calidad educativa y el equilibrio de poderes. En lugar de fiscalizar al Ejecutivo hay serios indicios que se habrían coludido con ellos en busca de prebendas, resaltan y son noticia porque están involucrados en escándalos y no precisamente por realizar acciones positivas a favor del país.
Por otro lado, un sector de la dirigencia nacional frente al Gobierno de la presidenta Dina Boluarte tiene un silencio cómplice, calla frente a las muertes ocurridas durante los últimos acontecimientos sociales, no sintoniza con el adelanto de las elecciones, se mimetiza con posiciones totalmente conservadoras que están alineadas con el Foro de Madrid. Desconocen la realidad nacional, tienen una mirada sesgada. Han abandonado los principios básicos como: la honestidad, laboriosidad, veracidad, la educación al encuentro del educando, de la improvisación a la planificación, justicia agraria y la defensa de la democracia.
Por la actuación de la bancada parlamentaria y de un sector de la dirigencia nacional, podemos decir que este AP ya no es AP, ha pasado de ser el adalid de la democracia a una caricatura de golpistas y operadores de la impunidad, de ser impulsores de la consolidación de la identidad nacional a rancios racistas y discriminadores, las virtudes orientadoras de su praxis política como la libertad, justicia y la solidaridad han sido dejadas de lado. A los que piensan diferente los acusan de infiltrados olvidando que muchos de ellos tienen largos años de militancia partidaria. Por ahora es una máquina electoral que ha permitido que a los dos últimos congresos lleguen personajes disfrazados de congresistas, estos han cambiado “El Perú como doctrina” por “La mentira como doctrina”.
Mientras esto ocurre la reserva moral del partido que alberga el corazón de los militantes de base radicados en Lima y en las regiones, dan una batalla en desigualdad de condiciones, carecen de recursos económicos y sufren el impacto de la grosera manipulación de los comités electorales ejercida desde el nacional hasta los regionales, estos de manera sincronizada desconocen los resultados cuando les son adversos. En la situación actual sin caer en pesimismo, pero con alta dosis de realismo, considero que será difícil lograr que este AP vuelva a ser AP, es decir el instrumento democrático con el que soñaron sus fundadores.