Hace más de una semana, en la inauguración de la feria Ruraq Maki, Dina Boluarte se refirió indirectamente a las movilizaciones ciudadanas convocadas para esta semana, apelando a Dios y a su mandamiento "amaos los unos a los otros", como una forma de hablar de la división que, según ella, promueven quienes salen a las calles a protestar contra su Gobierno.
Boluarte cae en la estrategia de otros políticos de vincular su agenda con lo divino y escudarse en referencias religiosas para validar discursos y decisiones que atentan contra derechos humanos, como el libre tránsito y la libertad de protesta. Habría que revisar quién, realmente, promueve la polarización y la barbarie con sus acciones.
Pero el uso convenido de la representación de Dios no es la única. Los llamados a la paz también han sido invocados (con una marcha de mínima convocatoria y todo). En medio de un agresivo despliegue policial y militar que busca disuadir e intimidar a las personas de ejercer su legítimo derecho a manifestarse, el Gobierno y el Congreso, ambos con niveles mínimos de aprobación, piden unión y paz.
Son recursos ya conocidos. Desde que se utiliza "vida", como en "provida", para oponerse al aborto. Se reduce, así, la lucha por el reconocimiento del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, a la dicotomía vida o muerte, siendo la segunda atribuida a quienes defienden la autonomía de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos y proyectos, mientras que los primeros directamente la desconocen.
La instrumentalización de conceptos y palabras que, más bien, deberían promover la compasión y la empatía, se ha convertido en la "vieja confiable". Que no nos engañen. El "amaos los unos a los otros", citado por Boluarte, no es tal cosa, sino una más de entre una serie de conceptos, palabras e ideas comodines que buscan invalidar y violentar desde lo simbólico hasta lo material.