¿Qué Gobierno nos hemos dado? ¿Qué Estado hemos construido? El proyecto está en la Constitución. No solo en la de 1993. En todas, desde 1821. Una república, unitaria, descentralizada. Un conjunto de derechos fundamentales que limitan el poder (para eso están) y por los cuales los humanos prevalecemos sobre nuestra creación, el Estado. Una organización para el Gobierno que se basa en un principio universal: el poder está separado en diferentes instancias. Ninguna puede hacerlo todo, ninguna escapa al control de la otra. Ninguna está sometida al poder de una persona o grupo de personas. Todas están sometidas a la ley.
Cuando esta construcción se desmorona puede hacerlo, como la muerte, de dos formas. Puede ocurrir en un solo acto y estaremos frente a un golpe de Estado. Pero también puede ocurrir a plazos, en cómodas cuotas mensuales, y estaremos frente a la instalación paulatina de una autocracia. Así se pierden todas las democracias, de golpe o despacio. El Perú de hoy, que se libró del golpe de Castillo, camina a una nueva forma autocrática de detentar el poder. El agravamiento de las condiciones políticas no ha terminado. Me temo que falta aún el control del sistema de justicia y de los órganos electorales para concluir el proceso. Pero se está en camino. Y noto que la indiferencia nos está ganando. Estamos dejando morir a la democracia mientras otros la están matando.
¿Quiénes son los responsables? Ejecutivo y Congreso a la par. Ambos se toleran y se aplauden sus cuotas de arbitrariedad para sobrevivir, tal vez más allá de tres años. Esta semana se suma el Ministerio Público. Las graves violaciones a derechos fundamentales no tienen una respuesta ni de justicia ni de verdad. Con 49 muertos por proyectil de arma de fuego de la Policía y el Ejército; con el derecho de reunión conculcado en la práctica; con la estigmatización del terruqueo dirigida a la población por parte de la presidencia y de parlamentarios; con fuerzas de choque violentas como ‘La Pestilencia’; con la “prensa chicha” del siglo XXI que alaba al régimen, miente y ataca a cualquiera que discrepa, ¿alguien puede decir que los derechos fundamentales a la vida, salud, reunión, libertad de pensamiento y expresión están plenamente vigentes en el Perú? No lo están.
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El capítulo Ávalos es solo un eslabón en una cadena de larga destrucción de la forma democrática de gobierno. La separación de poderes desaparece. Si un fiscal supremo puede ser inhabilitado por sus resoluciones, todo el sistema está advertido. Si la Corte Suprema no exonera a Keiko Fujimori o, en el futuro, a estos congresistas, ministros o a la propia Boluarte, ¿los van a inhabilitar a todos? Ese es el camino que ha anunciado un Congreso que “solo puede ser disuelto si así lo desea” (eso dice el presidente del Tribunal Constitucional, otro órgano capturado), cuyos corruptos ‘mochasueldos’ y ‘Niños’ son intocables. Para que vean que nuestra desgracia va en crecimiento, han tenido el descaro de reducir el plazo de la institución de la colaboración eficaz para que esta no les alcance, ¿o no es así?
Lo más vulgar de todo es que ni siquiera hay un pleito por ideales o programas. Ese barco ya partió hace tiempo. El Parlamento se pelea por su tajada, sin importar que fujimoristas y cerronistas voten juntos. Es un lío de corruptos, a fin de cuentas. Y de aniquilar futuras competidoras, para lo que se usa la acusación constitucional mientras se archivan las de los amigos. Puro mercantilismo de combi asesina que se lleva de encuentro la educación (Sunedu ha muerto y esta semana los maestros contratados serán automáticamente nombrados, aunque no sepan leer y escribir), el transporte público de pasajeros, el contrato del amigo y la obra pública arreglada. Lo que su majestad desee, hoy por ti, mañana por mí.
De este asco, solo se sale con el pueblo. Movilización ciudadana. Pacífica y constitucional. Pero ¿quién va a salir si te gasean, te rellenan de perdigones o te meten un balazo? ¿Quién va a levantar su voz si te mandan a ‘La Pestilencia’ a tu casa? ¿Quién va a protestar por los muertos, más allá de sus deudos, si te terruquean? ¿Quién va a liderar cuando todos los líderes de las agrupaciones políticas que están en el Congreso han defraudado al país?
Reconociendo estos miedos y este cansancio, no podemos renunciar. Voy a recurrir al gran Fito Páez: “¿Quién dijo que todo está perdido?, yo vengo a entregar mi corazón”. Si millones de peruanos no ponen su corazón, vamos a terminar en los funerales de la democracia muy pronto. Y lo que nace después de su muerte es la barbarie.