Hasta diciembre, faltaban lluvias en la sierra, lo que perjudicó la campaña agrícola. En el verano, hemos visto un ciclón y lluvias excesivas que han destruido viviendas, infraestructura y cultivos en la costa norte. Ahora, heladas y nevadas fuera de lo común han sorprendido a Cusco y Apurímac, matando animales y cultivos.
Señores y señoras: el cambio climático está aquí. Lo que tantos años se ha alertado, que la contaminación está destruyendo los ciclos naturales y que veremos fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes, está ocurriendo. Esta crisis tiene una causa, demostrada una y otra vez por sucesivos informes científicos: los gases emitidos por la actividad humana, en particular el CO2 generado al quemar combustibles.
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Hay que decirlo fuerte y claro, porque no faltan los que aprovechan la angustia de la gente para vender sebo de culebra. Por ejemplo, aquellos que dicen que esto es un “castigo de Dios” por el enfoque de género, por los derechos de la comunidad LGTBI o por votar por un candidato o candidata.
Los negacionistas de lo evidente se quieren tapar los ojos y prefieren echarle la culpa a Dios antes que denunciar la contaminación humana. Confunden a la opinión pública y hacen que demore la acción política urgente y decidida que requerimos.
Necesitamos: (1) que los grandes contaminadores globales (los países industrializados de Norteamérica, Europa y Asia) dejen de quemar combustibles lo antes posible e inicien una ambiciosa y rápida transición hacia energías limpias; (2) que la diplomacia nacional se enfoque en exigir a los grandes contaminadores que detengan sus emisiones; (3) que quienes han causado este desastre paguen por las pérdidas y daños que ya estamos sufriendo; (4) corregir nuestro modelo contaminador para no repetir ese camino de mal desarrollo.
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No hay tiempo que perder. Nuestros hijos y nietos nos exigirán cuentas de lo que hagamos.