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Opinión

A un viejo poeta en el Perú

"En esos días, cuando Sendero Luminoso reventaba todo lo que era oficial, Leoncio vigilaba la vieja casa de la av. Salaverry donde funcionaba el periódico y nos quedábamos toda la madrugada conversando de filosofía, poesía y cuanto tema nos subyugaba":

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Jauregui

Por: Eloy Jáuregui

Cumplió los 103 años y los celebra escribiendo con su reconocida vitalidad y lucidez. Hace unos años lo celebramos en la Casa de Literatura Peruana. Y el poeta llegó elegantísimo. Y hubo que repetir la exhibición de la película del realizador Javier Corcuera en el renovado cine San Martín, con un mini recital y luego al hotel Bolívar donde se brindó por la celebración de lo que él llama: “soy un poeta centenario”.

Leoncio Bulmaro Bueno Barrantes dizque nació el 2 de enero de 1920 en la hacienda La Constancia, en el distrito de Chocope, departamento de La Libertad. Pero en aquel tiempo a uno lo inscribían cuando se podía y había ganas de que el hombre sea oficial. Y nació zambo, este heredero de don Wulmar Leoncio Donador Bueno Tello —natural de San Marcos, Cajamarca— y de doña Sara Barrantes Matos —oriunda de Trujillo—. Que así está escrito entonces, que es hijo de cholo italocajamarquino y negra amorosa de cañaveral.

Y cuando le preguntan cómo se hace para vivir más de un siglo, el poeta responde que no existen fórmulas mágicas, pero sí algunas recomendaciones: “Uno tiene que acostarse con hambre y levantarte con hambre. No comer más de la cuenta, que tu propia comida sea tu propia medicina. Comer poco, abarcar poco y ser muy estricto con las reglas. No llenar tu corazón de ira. Que uno es de por sí dominante y va construyendo su ego colosal. Eso es malo. Y es cierto que se vive para uno, pero es mejor vivir para los demás”.

Y qué no vivimos con Leoncio desde los 70 cuando el Perú todavía era un país decente y la poesía brotaba desde las piedras. Trabajamos en La Crónica y luego en El Diario Marka, donde el poeta era un todoterreno. Y escribía y editaba, y era vigilante y hasta huachimán.

En esos días, cuando Sendero Luminoso reventaba todo lo que era oficial, Leoncio vigilaba la vieja casa de la av. Salaverry donde funcionaba el periódico y nos quedábamos toda la madrugada conversando de filosofía, poesía y cuanto tema nos subyugaba. Y Leoncio era un maestro, de esos de aquellos, con método y disciplina.

Y en este siglo trascendente de un escritor como él, es su único tiempo para escribir y vivir como un hermoso e impecable poema impetuoso y enérgico de la eternidad.

Esa edad inmortal de fiera permanencia vital que canta a la vida perpetua y a la armonía humana traducida en las palabras musicales de la poesía y de la continuidad del hombre. Vida eterna, querido Leoncio Bueno.