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Opinión

El caudillo conservador y autoritario

“Ese hipotético caudillo puede tener un discurso de derecha o de izquierda. Es indiferente el fraseo que use para encandilar a la población”.

larepublica.pe
“Ese hipotético caudillo puede tener un discurso de derecha o de izquierda. Es indiferente el fraseo que use para encandilar a la población”.

La reciente liberación de Antauro Humala ha alterado el tablero al abrir nuevas posibilidades para el desenlace de la crisis. Por ejemplo, Susel Paredes ha informado que Perú Libre estaría considerando dejar caer a Castillo y lanzar a Antauro como candidato presidencial. Es una posibilidad, entre otras, por supuesto. Pero ¿por qué el perfil de Antauro parece una salida en el Perú de hoy?

En primer lugar se hallan razones estructurales que obedecen a la dinámica social. Como sabemos, casi el 80% de la PEA es informal y su ideología es el emprendedurismo individualista. Al contrario de lo que pensaban los ideólogos neoliberales, el libre mercado no se ha traducido en la formación de una clase capitalista popular. Por el contrario, ha derivado en atomización de la sociedad, donde sobrevivir equivale a una competencia feroz contra las reglas y los demás.

La consecuencia es la anomia y la debilidad de las clases orgánicas. Como sostiene Santiago Pedraglio, es la condición ideal para el surgimiento del caudillo, un líder carismático que se eleve por encima de esa sociedad fragmentada e imponga un orden autoritario. Esa salida está en el aire y cuanto más prolongada la crisis actual, mayores posibilidades que se materialice.

Ese hipotético caudillo puede tener un discurso de derecha o de izquierda. Es indiferente el fraseo que use para encandilar a la población. Lo importante será la promesa de sanciones para erradicar los males de la sociedad. Aunque luego haga lo contrario, prometerá fusilar a los corruptos. El caudillo del futuro será un dictador civil con maneras de militar o de enviado por dios. Lo importante es que estará ubicado en los extremos del espectro y atacará al centro como su principal enemigo.

Vladimir Cerrón tiene claro el panorama, al sostener que los caviares son el rival más peligroso y que para derrotarlos no duda en realizar acuerdos puntuales con la derecha reaccionaria. En el Parlamento lo hemos visto una y otra vez, contra la reforma de la educación, en cuestiones de género y hasta en la conformación de listas para la Mesa Directiva. Su propósito es eliminar a los caviares del escenario.

Por ello, es preciso entender qué significa “caviar” para este tipo de pensamiento. Para empezar, han descubierto que los caviares respetan la democracia y el Estado de derecho buscando la coherencia entre el dicho y el hecho. Por ello, los llaman “cojudignos”, ingenuos, que creen en idioteces.

Otro punto esencial son las relaciones humanas. Los así llamados caviares son personas abiertas, bien dispuestas a la tolerancia. Esta actitud indigna a los extremistas, que por el contrario han adoptado un ideal cultural machista y patriarcal.

Aunque el pensamiento autoritario pocas veces distingue entre a quienes llaman caviares, dos corrientes muy diferentes; la derecha liberal, y la izquierda democrática. Para unos importa el mercado y para los otros la justicia social. Su competencia suele ser encarnizada porque ocupan puestos vecinos en el espectro, pero hoy ambos se hallan en dificultades.

En la centro derecha se hallan los morados, pero se han dividido y su voz se ha diluido. Les ha faltado asumir con orgullo su condición de caviares. Pero aún están a tiempo, su postura es tan detestada que podría pegar.

Por su parte, la izquierda democrática se halla en proceso de reunir los diversos comités y núcleos partidarios que florecen en todo el país. Su estrategia es el mínimo común múltiplo como mecanismo de unidad. Es una decisión sensata para mantener una frágil base en común. Pero sería preciso añadir una narrativa sobre el destino del país para darle cuerpo al mensaje y marcar una presencia.

Aún es tiempo para derrotar al caudillo que asoma en el horizonte.