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Opinión

¡No me digas solterona! 2, por Sandro Mairata

“La inminencia de esta nos avisa de –una vez más—el cierre previsible de las comedias peruanas recientes: una gran fiesta. El final abierto deja nuevas posibilidades a esta comedia que entretiene, aunque, con todo, no supera a su primera entrega.”

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De vuelta al ruedo. Patricia Barreto en la segunda parte del rol que le dio fama. Esta vez, Patty anda en crisis personal. Foto: difusión

Por Sandro Mairata | @CINENSAYOLat y @smairata

¡No me digas solterona! 2 estaba lista en 2020 hasta que se le cruzó la pandemia por delante. La primera parte había sido un éxito redondo, en buena medida por el carisma y naturalidad de Patricia Barreto como Patty, la “no-solterona” aludida en el título. Con dos años de retraso, llegó al fin el esperado estreno.

Varias cosas mantienen su fuerza, como la presencia de Barreto y la química con su núcleo cercano de amigas –Chío (Yiddá Eslava), Mariana (Natalia Salas) y Sol (Anahí de Cárdenas)–. En este conjunto surge la oportunidad de la directora Ani Alva Helfer para explorar otras aristas de la “soltería forzada” de Patty. Le pude preguntar a Alva al respecto y me dijo que la cinta original era una exploración del amor pero que ¡No me digas solterona! 2 es sobre la crisis personal de Patty y sus decisiones de vida.

Sin embargo, el filme –en todo momento una comedia– toma caminos dudosos. Si una gran queja histórica ha sido la pobreza de las comedias “masculinas” en su forma de presentar a las mujeres, aquí tenemos lo mismo en sentido inverso. Las parejas de las amigas de Patty, según el guion, son ñoños dependientes de mamá incapaces de ninguna decisión sensata. De hecho, las legendarias Regina Alcóver y Mabel Duclós son las suegras que llegan para recalcar este punto y dejarlos en ridículo en cada una de sus escenas. Un asistente, El Mota (Claret Quea), es un consumidor de marihuana también objeto de ridículo. José (André Silva), el interés romántico de Patty, llega a decirle a esta algo así como que “los hombres no nos desahogamos con la música” (¿?). O José es un ignorante o es un inconsciente, y ninguna de estas respuestas le favorece.

El peor papel es el de Adolfo Aguilar como Gianluca, el extravagante y disforzado ayayero gay de María Gracia (Marisol Aguirre), la jefa de Patty. Personaje a imitación burda de La jaula de las locas, Gianluca no cumple ningún rol claro, no tiene ningún puesto definido en la empresa (¿se asume asistente personal?) y le hace un pobre favor a la comunidad LGTB encarnando estereotipos retrógrados.

A nivel técnico también hay un retroceso. Las escenas tienen saltos de continuidad que nos llevan de forma brusca de una a otra situación y en varios instantes la cámara se aleja o baja de forma súbita (resulta claro que es accidental), revelando un manejo deficiente del operador.

Buena parte de la historia es en realidad la historia del matrimonio de Mariana, el mejor personaje después de Patty. La inminencia de esta nos avisa de –una vez más—el cierre previsible de las comedias peruanas recientes: una gran fiesta. (Alva me dijo que incluirla fue una decisión coherente para su historia). El final abierto deja nuevas posibilidades a esta comedia que entretiene, aunque, con todo, no supera a su primera entrega.

Ficha

  • Título: ¡No me digas solterona! 2
  • País: Perú
  • Año: 2020
  • Director: Ani Alva Helfer
  • Protagonistas: Patricia Barreto, André Silva, Yiddá Eslava, Natalia Salas, Anahí de Cárdenas, Angélica Aragón
  • Disponible en: cines
  • Calificación: 2/5

De vuelta al ruedo. Patricia Barreto en la segunda parte del rol que le dio fama. Esta vez, Patty anda en crisis personal. Foto: difusión