Con frecuencia en el Perú, como en muchos sitios, la ideología es coartada para camuflar corrupción, tal como se constata nuevamente en el país, en el congreso y en el gobierno.
Como decía la adelantada canción ‘Las torres’, compuesta por Alfredo Sillau de los NSQNSC en los años 80, “total corrupción hay en todos lados, y por cinco lucas me compro un diputado…”.
La corrupción no tiene color político, marida bien con cualquier ideología, de derecha, centro o izquierda.
Esta última es particularmente sabrosa pues suele reclamar el monopolio de la ‘autoridad moral’ para combatir a la corrupción, como repite en estos días el presidente Pedro Castillo sin más fundamento que su propia proclama que no tiene, penosamente, correspondencia con su quehacer real.
La ideología sirve para esconder la corrupción, pues ayuda a tomar decisiones absurdas supuestamente justificadas por un fin mayor, tal como sucede, por ejemplo, en Venezuela o Nicaragua, dos autocracias corruptas que, curiosamente, son defendidas con entusiasmo por la izquierda peruana, como la de Vladimir Cerrón.
Y es en función de la supuesta defensa de ideologías que el congreso prepara proyectos –como el del hermano de Cerrón– para liquidar a la Sunedu con el fin de favorecer a universidades que no fueron licenciadas, como –ajá– la del parlamentario José Luna Gálvez, quien también se hace crear una comisión para, supuestamente, investigar a los organismos reguladores, cuando lo que se pretende es una pata de cabra para chantajear a muchas entidades supervisoras de mercados, como, por ejemplo, la SBS.
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Desde el ejecutivo se mira todo esto con silencio cómplice, como si con los ministros no fuera la cosa, aunque parece que sí es la cosa, pues la ideología también le permite al titular del MTC otorgarles prebendas a empresas de transporte opuestas al mejor servicio al ciudadano –como esa de la que es gerente general–; y al del Minedu a ser ministro de los sindicatos de maestros del Movadef senderista en vez de los alumnos que buscan una mejor educación.
Y la ideología también es útil para algunos allegados al MEM para generar conflictos en zonas de mineras y luego pasar el sombrero para ‘resolverlos’.
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