Ha aparecido una edición revisada del célebre libro Manufacturing Consent (1988), de Edward Herman y Noam Chomsky, sobre economía política de los medios masivos. Más de 30 años después Chomsky, uno de los autores, no encuentra realmente cambios sustantivos en lo que se dijo entonces. Uno de los colaboradores de The Nation, de Washington, lo entrevista sobre el tema. Publicamos unos pocos fragmentos.
Víctor Pickard: ¿Ve usted algunas diferencias en la forma como las instituciones mediáticas perpetúan hoy los discursos de la élite? ¿El modelo de propaganda sigue siendo relevante?
Noam Chomsky: Con Ed Herman hemos puesto nuestro libro al día, pero nuestra conclusión básica es que no hay muchos cambios. Las fuentes de información siguen siendo las mismas. Si se quiere saber qué está pasando en Karachi, no hay información confiable en Facebook o Instagram, más allá de lo que se filtra de los principales medios. Comienzo la mañana leyendo The New York Times, The Washington Post, The Financial Times, y así. La información viene de allí.
VP: ¿De modo que a pesar de una apariencia superficial de que hay diversas formas de información, mucho de ella se remite a las mismas fuentes de importancia central?
NCh: Pienso que el principal efecto del Internet es restringir el espectro de la información a la que la mayoría accede, al empujarlos hacia las burbujas de los medios sociales. El modelo de propaganda es básicamente el mismo. Aunque es cierto que los medios han ido declinando. Pasé gran parte de mi vida en Boston, y entonces en The Boston Globe estaba alguna de la mejor cobertura del país sobre, digamos, América Central. Hoy no vale la pena subscribirse.
VP: ¿Hay [otras] formas de censura que podrían explicar el estrechamiento de nuestra imaginación política?
NCh: Claro que sí. Existen intensos esfuerzos por censurar. Un artículo que recogí esta mañana: el gobernador de Florida promueve legislación para estudiar las opiniones de los estudiantes en las universidades de Florida, para garantizar lo que llama “diversidad”, es decir suficiente ideología de extrema derecha. Quiere asegurarse de que las opiniones de extrema derecha tengan un inmenso rol, no solo la importancia que ya tienen. Es un clásico caso de control estalinista del pensamiento.