El Congreso ha presentado una nueva moción de interpelación contra la ministra de Economía, María Antonieta Alva, aunque no queda claro el propósito de pedir explicaciones de las mismas medidas que se vienen tomando hace cinco meses sin resultados.
Hemos tocado fondo en materia económica. De acuerdo a la revista Bloomberg, el Perú lidera la crisis económica mundial con una caída de 30.2% de nuestro PBI respecto al año anterior. El informe del INEI que cita esta agencia extranjera da cuenta de la catástrofe en la industria de hospedajes como parte del sector turismo, que se contrajo en un 90%, entre otros rubros como el de comercio y servicios.
Estas cifras podrían ser consecuencia de la paralización económica prevista para salvar vidas, una crisis que solo se justificaría si movíamos cielo y tierra para tener a la gente segura, sana, atendida. Pero ni lo uno ni lo otro ocurrió. Tenemos a la gente muriéndose por el hambre y por el virus. A nivel mundial somos el país con la peor recesión y con las peores cifras de contagios y fallecidos. ¿De qué sirve interpelar a la ministra de Economía cuando estos vienen siendo los resultados? ¿De qué sirve creer que después de cinco meses las nuevas medidas serán efectivas? ¿Hay siquiera nuevas medidas planteadas, distintas a las anteriores que han fallado?
Mientras nuestro país perdía un tercio de su población económicamente activa (PEA) y millones de empleos se iban al tacho, las autoridades estaban jugando a poner y sacar gabinetes. ¿Y qué tenemos después de todo este valioso tiempo perdido? A un mismo liderazgo en el MEF que parece no haber articulado con el resto de ministerios y que aún actúa temeroso frente a los verdaderos dueños del Perú. Esos a los que jamás les faltará cama en una clínica, los que encerraron a sus trabajadoras del hogar desde el primer día de cuarentena y que cómodamente ven el sufrimiento de un país que no reconocen como propio.
Ya éramos un país de autoridades indiferentes. Teníamos niveles atroces de informalidad, subempleo, precariedad y pobreza. Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. El impacto de esta crisis no es comparable con el impacto de la crisis en ningún otro lado del mundo y sí, sí hay responsables que deberán asumir las consecuencias de lo que estamos viviendo. Más allá de una interpelación, quizá sea la hora de que ciertas autoridades den un paso al costado.