Realmente enternecedor que la izquierda peruana, a través de sus voceros mediáticos y políticos, se empeñe en asentar la narrativa de que ha sido un triunfo político y moral suyo el fracaso del gabinete Cateriano ante el Congreso.
Son muchas las razones que explican el desenlace señalado. Creer que “el país” resistió el impulso liberal que el nuevo gabinete Cateriano representaba es, en el mejor de los casos, un exceso de autoestima. UPP, Frente Amplio y Frepap, a lo sumo, pueden explicar su rechazo en función de la postura pro minera de Cateriano. Pero estas bancadas igual votaron en contra de la confianza a un gabinete centroizquierdista como el de Vicente Zeballos, así que tanto no da para jalar la mula interpretativa.
Cateriano se equivocó en su percepción política del país. De acuerdo a sus propios gestos, parece haber estimado que Luis Bedoya Reyes era algo así como un símbolo viviente de la democracia peruana y que, por ende, su señorío iba a irradiar a favor suyo, y que, a contrapelo, agrupaciones como el Frepap eran absolutamente marginales (ni foto hubo con ellos luego de la reunión sostenida), cuando es exactamente al revés: el Frepap es el mejor símbolo de la nueva política peruana y Bedoya es absolutamente marginal.
De hecho incidió, a su vez, el afán de revancha de muchos congresistas vinculados a universidades no licenciadas o a aquellas que habiéndolo sido, han sufrido importantes “pérdidas” para poder obtener dicho licenciamiento, y que veían la presencia de Martín Benavides (ex Sunedu) en el Ministerio de Educación, como una afrenta que había que vengar. El lobby de estas universidades es poderoso y tiene millones para gastar.
Por cierto, Cateriano se excedió en sus prerrogativas al mando de una nave que solo tenía pocos meses por delante y por ello colisionó no solo con el Congreso sino también con el propio Vizcarra, quien, sin duda, le bajó el dedo a las pocas horas de haberlo nombrado. Palacio no hizo nada para asegurarle la confianza a su subordinado. Cateriano se confundió y pensó que estaba con Humala y no con alguien tan poco adicto a la lealtad como Vizcarra.
Habrá que lamentar que haya fracasado, por razones no ideológicas, este giro a la derecha que suponía el nombramiento de Cateriano. Ese signo es el que las circunstancias demandaban, aun cuando el momento definitorio para efectivamente desplegar el shock capitalista que el país requiere será en las elecciones del 2021, no en los pocos meses que le restan a Vizcarra.
Y entonces habrá que confiar en que el impulso derechista mayoritario del pueblo peruano se imponga a los candidatos de una izquierda que no ha sabido entender la importancia de la economía de mercado y que sueña con un Estado meramente redistributivo, como lo ha hecho a lo largo de la pandemia donde monotemáticamente solo ha sabido abogar por una cuarentena radical y romper la caja fiscal a punta de bonos, como si con ello –eso parece alucinar– se produjera alguna suerte de sangría igualitaria de los ricos a favor de los pobres.
-La del estribo: ¡qué injusta ha sido la crítica literaria con Manuel Scorza! En el plan personal de relecturas, uno no deja de volverse a sorprender y maravillar por una obra como Redoble por Rancas, llena de recursos narrativos novedosos, que despliega convincentemente el cataclismo social que supuso en el Perú andino la suma del gamonalismo feudal y el extractivismo abusivo de la vieja minería.