
El pasado viernes 2 de mayo, el colectivo Madres Buscadoras de Sonora realizó un descubrimiento que ha estremecido a la sociedad mexicana. En las inmediaciones del Aeropuerto Internacional de Hermosillo, localizaron seis fosas clandestinas. En una de ellas, hallaron el cuerpo de un hombre que sostenía entre sus manos una credencial del Instituto Nacional Electoral (INE). No era la suya, sino la de su madre: Aurora Meléndez Herrera.
Aurora fue una madre buscadora incansable. Falleció sin conocer el destino de su hijo, a quien buscó durante años removiendo tierra, caminando senderos olvidados y enfrentando la indiferencia institucional. La identificación hallada en las manos del cadáver revela un vínculo irrompible que, incluso después de la muerte, mantiene viva su lucha.
Originaria de Yécora, Sonora, Aurora Meléndez dedicó los últimos años de su vida a localizar a su hijo desaparecido. Fue una figura respetada en su comunidad, reconocida por su solidaridad, entereza y capacidad de sacrificio. Cerró su tienda, enfrentó dificultades económicas y recolectaba latas junto a su hijo menor para sobrevivir, todo mientras continuaba la búsqueda de su primogénito.
“Doña Aurora lo esperó hasta el último día. Él, quizá, la pensó en sus últimos momentos”, publicó el colectivo Madres Buscadoras de Sonora en sus redes sociales, al dar a conocer el hallazgo. La escena del cadáver con la identificación de su madre ha conmovido a miles de personas, convirtiéndose en un retrato doloroso de la tragedia que enfrentan miles de familias en México.
Aurora forma parte de una generación de mujeres que, ante la omisión del Estado, asumieron el rol de investigadoras, excavadoras y portavoces. En México, el término madre buscadora se ha convertido en sinónimo de resistencia frente al abandono institucional y la violencia que se vive en múltiples regiones del país.
El caso de Aurora Meléndez se inscribe en un contexto más amplio: la profunda crisis de desapariciones en México. Sonora es una de las entidades con mayores registros de personas desaparecidas. Según cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), más de 5,000 personas han desaparecido en el estado desde 1964, con un fuerte repunte desde 2018.
Los municipios más afectados incluyen Hermosillo, Cajeme, Guaymas y Nogales. Las causas más frecuentes detrás de estas desapariciones están ligadas al crimen organizado, disputas territoriales entre grupos armados, redes de trata de personas y casos de desaparición forzada.
Ante la inacción de las autoridades, los colectivos de madres buscadoras han emergido como actores claves en la localización de restos humanos y en la exigencia de justicia. En muchos casos, sus esfuerzos han sido los únicos que permiten cerrar un ciclo de incertidumbre para las familias.
El colectivo Madres Buscadoras de Sonora, fundado en 2019 por la activista Ceci Flores, ha localizado más de 2,000 cuerpos en distintos puntos del estado. Se han guiado por denuncias anónimas, mensajes en redes sociales y pistas que obtienen directamente de la ciudadanía.
La historia de Aurora Meléndez es también la historia de este colectivo, integrado principalmente por mujeres que han perdido a sus hijos, esposos o hermanos. Su labor va más allá de la búsqueda de restos: se trata de dignificar la memoria de los desaparecidos y visibilizar el fracaso de las instituciones encargadas de proteger la vida.

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