África austral parece dispuesta a darle la espalda al regulador del comercio mundial de vida salvaje para vender sus reservas de marfil, en contra de la opinión del resto del mundo y de los defensores de la fauna.
La batalla entre ambos bandos se desencadenó durante la reunión de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) que culminó esta semana en Ginebra.
En varias ocasiones, los países de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC), que albergan la mayor parte de los elefantes del planeta, presentaron mociones para levantar el embargo sobre el comercio de marfil para, aseguran, financiar la protección de sus elefantes.
Pero se enfrentaron siempre al rechazo categórico de los otros delegados de los 180 países presentes.
El ministro tanzano de Medioambiente, George Simbachawene, lamentó en nombre de los diez países de la SADC la victoria de “la ideología de la protección” en detrimento de una “estrategia de conservación progresista, sostenible, inclusiva y científica”.
"Es hora de que nos preguntemos qué beneficios nos aporta pertenecer a la CITES", amenazó.
El marfil se sigue comercializando en África.
“La CITES ya pasó su fecha de caducidad”, declaró por su parte su par de Botsuana, Onkokame Kitso Mokaila, “hay que pensar en otra cosa”.
“Estamos reconsiderando nuestra adhesión”, dijo también su homólogo namibio Pohamba Shifeta, que sugirió que la SADC podría reunirse antes de finales de año para decidirlo.
En el centro de la disputa se encuentra la prohibición total del comercio internacional de marfil decretada por la CITES en 1989, para proteger a los elefantes de la caza furtiva.
El tráfico de marfil, muy codiciado por la medicina asiática por sus supuestas virtudes curativas, provoca cada año la muerte de 40 000 paquidermos, en su mayor parte africanos.
Estos últimos años, su población mundial mermó en 110 000 ejemplares situándose en 415 000, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
La casi totalidad de los países del globo, occidentales a la cabeza, y las ONG´s de defensa de la fauna no aceptarán por tanto la más mínima violación al embargo.
No solo los elefantes, los rinocerontes también son blanco de la caza furtiva por sus cuernos.
África austral, presa de la crisis económica, quiere vender la reserva de marfil de sus animales muertos para financiar una política de conservación que ya no puede permitirse.
El presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, evaluó esta semana en 600 millones de dólares el valor de las reservas de su país, de Namibia y de Botsuana.
Su propuesta presentada en Ginebra recibió un no casi unánime, países africanos incluidos.
"Los europeos dejaron desaparecer todos sus animales pero quieren imponer reglas a los que han logrado proteger a los suyos", reaccionó Mnangagwa.
Los defensores de la fauna salvaje aplaudieron por su parte la decisión adoptada en Ginebra.
La comercialización de marfil pone en peligro a los elefantes.
Un levantamiento de la prohibición "habría aumentado el riesgo que presentan los cazadores furtivos y los traficantes para las poblaciones de elefantes", señaló a la AFP Mark Jones, de la ONG Born Free.
El ministro tanzano Simbachawene reunió esta semana “las denuncias emitidas por ONG´s que dicen a algunos países africanos cómo actuar a cambio de su ayuda”. “¡Pero no necesitamos su ayuda!”, zanjó.
La disputa no se limita solo al comercio de marfil.
La CITES, contra la opinión de los propios países africanos, igualmente limitó drásticamente en Ginebra las posibilidades de vender elefantes a zoos o parques recreativos.
Otro punto de discordia es la caza de las especies amenazadas.
Las ONG´s y los países europeos se oponen, mientras que las naciones de África austral la consideran necesaria para controlar las poblaciones de animales salvajes y limitar las amenazas que representan para los habitantes y sus cosechas.