Las elecciones presidenciales en Estados Unidos han entrado en una nueva fase caracterizada por el uso intensivo de la inteligencia artificial (IA) como herramienta de manipulación y desinformación. La proliferación de tecnologías como los deepfakes y audios falsos generados mediante IA ha planteado un reto sin precedentes para las campañas electorales, comprometiendo la confianza del público en la autenticidad de la información visual y auditiva.
Un estudio del Pew Research Center revela que el 57% de los estadounidenses, sin importar su afiliación política (republicanos y demócratas), expresa una profunda preocupación por el uso de la IA para difundir contenido falso o engañoso. En la campaña, es cada vez más común encontrar imágenes alteradas y voces generadas de forma artificial, lo que intensifica la ya polarizada escena política en el país. Esta tecnología no solo permite la creación de contenido ficticio, sino que también es empleada por actores extranjeros con el propósito de influir en la opinión pública y, en algunos casos, desinformar de manera intencional.
La presencia de la IA generativa en estas elecciones ha difuminado las líneas entre lo real y lo ficticio. En un entorno donde las redes sociales juegan un papel central en la diseminación de información, el surgimiento de deepfakes ha alterado la percepción de los votantes. Daniel Rogers, profesor adjunto de la Universidad de Nueva York, advierte que este tipo de tecnología está "erosionando la realidad" y que, sin barreras de seguridad efectivas, la confusión solo aumentará.
Ejemplos concretos de esta erosión se observan en las llamadas automáticas falsas en New Hampshire, donde se utilizó una imitación de la voz del presidente Joe Biden para instar a los votantes demócratas a no participar en las primarias del estado. Este incidente ilustra cómo la inteligencia artificial se usa para alterar la percepción de la realidad y generar un impacto directo en el comportamiento de los votantes. Por otro lado, las redes sociales se han convertido en un terreno fértil para la proliferación de deepfakes, como imágenes de candidatos en situaciones irreales que buscan manipular la opinión pública.
Se empleó una simulación de la voz del presidente Joe Biden para persuadir a los votantes demócratas de que no participaran en las primarias estatales. Foto: CNN Español
La intervención de potencias extranjeras en las elecciones de Estados Unidos no es un fenómeno nuevo, pero la IA ha potenciado su alcance y efectividad. Según la Inteligencia Nacional de Estados Unidos, países como Rusia, Irán y China han aprovechado esta tecnología para manipular la información en redes sociales, creando perfiles falsos que simulan ser ciudadanos estadounidenses. En este contexto, el Departamento de Justicia ha tomado medidas contra empresas rusas que, al usar inteligencia artificial, han intentado influir en los resultados de las primarias.
OpenAI también ha jugado un papel clave al desactivar un grupo iraní que empleaba su tecnología para generar comentarios falsos en redes sociales. Estas acciones revelan cómo las tácticas de desinformación se están sofisticando y, aunque se han tomado medidas para combatirlas, la capacidad de respuesta sigue siendo limitada en un entorno digital tan dinámico.
La inteligencia artificial no solo se utiliza como herramienta de desinformación, sino que también ha sido empleada por algunas campañas políticas como una forma de llegar a los votantes. En este ciclo electoral, la IA se ha usado para realizar llamadas automatizadas en nombre de candidatos, imitando voces y generando mensajes personalizados. Sin embargo, según una investigación del New York Times, la mayoría de las campañas no ha adoptado de manera masiva esta tecnología debido a la falta de autenticidad que transmiten estos mensajes automatizados.
Daniel Rogers destaca que la autenticidad es un valor fundamental en las campañas políticas y que una llamada hecha por un sistema automatizado no logra convencer a los votantes de manera efectiva. A pesar de los intentos por aprovechar estas herramientas tecnológicas, la IA, en su forma actual, parece no cumplir con las expectativas de impacto positivo que algunos estrategas políticos anticipaban.
Los casos específicos de manipulación mediante IA no se han hecho esperar. En julio de 2023, un anuncio en contra de Donald Trump utilizó su voz generada artificialmente para desinformar sobre su posición en la campaña republicana. En respuesta, la campaña de Trump lo calificó como un "intento desesperado" por engañar a los votantes. Paradójicamente, el propio Trump recurrió a contenido manipulado con IA, como cuando compartió en su red social Truth Social imágenes falsas de Taylor Swift apoyándolo, las cuales admitió días después que eran ficticias.
Por otro lado, los memes creados con IA también han ganado terreno en esta contienda, usados para enviar mensajes satíricos que no intentan parecer reales, sino provocar reacciones entre los usuarios. Estas imágenes incluyen desde escenas ficticias de Trump montando un león hasta situaciones extravagantes, como robando en un supermercado.
Trump utilizó inteligencia artificial para publicar imágenes falsas que mostraban a Taylor Swift expresando su apoyo hacia él. Foto: Variety
Ante la proliferación de desinformación y manipulación en las redes sociales, las autoridades estadounidenses han tomado cartas en el asunto. Este verano, el Departamento de Justicia cerró las operaciones de una empresa rusa que usaba inteligencia artificial para hacerse pasar por votantes estadounidenses en redes sociales. A su vez, OpenAI desmanteló una red iraní que utilizaba ChatGPT para crear comentarios falsos y sembrar desconfianza entre la población.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el uso de la IA en las campañas sigue siendo un tema polémico. Según expertos, las campañas han sido cautelosas al adoptar estas tecnologías, y en los casos en que se ha hecho, los resultados han sido limitados debido a la falta de autenticidad que perciben los votantes. En este sentido, el uso de la inteligencia artificial para lograr un contacto cercano y auténtico con los ciudadanos sigue siendo un reto para las campañas políticas en Estados Unidos.