La temporada de huracanes de 2024 podría ser la más devastadora en la historia de Estados Unidos, según las predicciones de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). Con un pronóstico de hasta 13 huracanes y un total de 25 tormentas con nombre, los expertos advierten sobre el alto riesgo de daños significativos en la región.
Estas proyecciones generan preocupación por la cantidad de huracanes previstos y por la intensidad que estos eventos climáticos podrían alcanzar. Las autoridades se encuentran en estado de máxima alerta y han iniciado la aplicación de medidas preventivas para reducir al mínimo los eventuales impactos de estos ciclones en las áreas más susceptibles.
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La NOAA atribuye este aumento en la actividad ciclónica a diferentes factores climatológicos. Entre ellos, destaca el fenómeno de La Niña, que suele reducir la cizalladura del viento en el Atlántico, así permite la formación de tormentas más intensas. Además, las altas temperaturas de la superficie del mar en el Atlántico tropical y el Golfo de México proporcionan el combustible necesario para que estos sistemas se fortalezcan.
Asimismo, otro factor clave es el aumento continuo de las temperaturas globales debido al cambio climático, lo que no solo incrementa la frecuencia de estos eventos, sino también su intensidad. Los huracanes se alimentan del calor del océano, y con las temperaturas del mar en niveles récord; los meteorólogos advierten que podríamos estar viendo tormentas más fuertes y destructivas que nunca.
La temporada de huracanes en el Atlántico oficialmente comienza el 1 de junio y se extiende hasta el 30 de noviembre. Foto: La Noticia
La temporada de huracanes en el Atlántico oficialmente comienza el 1 de junio y se extiende hasta el 30 de noviembre. Sin embargo, las condiciones meteorológicas ya están mostrando signos de actividad temprana, lo que ha llevado a la NOAA y a otros organismos a anticipar y prepararse con mayor celeridad para enfrentar cualquier eventualidad.
La planificación y la preparación son esenciales para mitigar los efectos devastadores de los huracanes. Las autoridades locales y estatales están trabajando en coordinación con agencias federales para asegurarse de que los residentes en las áreas propensas a huracanes tengan acceso a la información y recursos necesarios. Además, se están realizando esfuerzos significativos para mejorar la infraestructura y los sistemas de respuesta ante emergencias.
Según la NOAA, habría hasta 13 huracanes. Foto: Blogs Unah
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Los huracanes son sistemas de baja presión que se forman sobre aguas cálidas tropicales y subtropicales. Estos fenómenos comienzan como ondas tropicales, que son áreas de baja presión con actividad tormentosa. Cuando las condiciones son favorables, estas ondas pueden organizarse y desarrollarse, y se convierten en depresiones tropicales.
A medida que la depresión tropical se fortalece, adquiere características más definidas y vientos más intensos, clasificándose primero como tormenta tropical y luego, si los vientos alcanzan o superan los 119 km/h, como huracán. Los huracanes se nutren del calor y la humedad del océano, y su fuerza depende en gran medida de la temperatura del agua y la cizalladura del viento.
Una vez formados, los huracanes pueden causar destrucción masiva debido a sus fuertes vientos, lluvias torrenciales y marejadas ciclónicas. Las marejadas ciclónicas, en particular, pueden resultar en inundaciones costeras devastadoras. Es por ello que la monitorización constante y la preparación adecuada son vitales para minimizar los daños y salvar vidas.