Hay que apagar el fuego antes de que se salga de control. Esa parece ser la consigna de los países afectados por la gigantesca inflación que recorre el mundo y que ha llegado a máximos históricos en décadas.
Con Alemania marcando el nivel más alto en casi medio siglo, en medio de una crisis energética derivada de la guerra en Ucrania, Estados Unidos y Reino Unido en el más alto nivel de los últimos 40 años, y América Latina también bajo presión por la escalada en el costo de la vida, los bomberos están trabajando a toda velocidad.
Bomberos encargados de la política fiscal y monetaria de los países que intentan apagar una hoguera sin descuidar otro foco de incendio: la recesión. ¿Qué tiene que ver la inflación alta con una recesión económica? Cuando se dispara la inflación, los bancos centrales suben las tasas de interés (el costo de los créditos) para desincentivar la compra de bienes o servicios.
Es una política que busca reducir el consumo y las inversiones con la esperanza de que bajen los precios. Con este mecanismo se controla la inflación pero, al mismo tiempo, se frena el crecimiento económico.
De ahí viene la pregunta: ¿es peor la inflación o una recesión económica?
“No es tanto cuál es peor, sino qué es lo primero que hay que atajar. Yo creo que un país que quiere mantener su estabilidad macroeconómica, no puede permitirse una inflación elevada”, argumenta Juan Carlos Martínez, profesor de Economía en la universidad IE Business School, España.
“Una recesión es un mal menor comparado con una inflación persistente en la economía”, dice en diálogo con BBC Mundo.
Benjamin Gedan, director adjunto del Programa Latinoamericano del centro de estudios Wilson Center y profesor de la Universidad Johns Hopkins, en EE. UU., también sostiene que disminuir el costo de la vida es algo prioritario.
“Las dos cosas son malas, pero la inflación es más difícil de superar en muchos casos”, apunta el experto.
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No solo se trata del frenazo económico. “También crea tensiones sociales, ya que los trabajadores exigen aumentos salariales recurrentes, los propietarios exigen subidas del alquiler y los comerciantes deciden aplicar repetidos aumentos de precios”, le dice Gedan a BBC Mundo.
Desde otra perspectiva, José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y Crecimiento Económico (IDIC) de México, agrega al debate que controlar una inflación elevada puede tomar muchos años, mientras que las recesiones, al menos en los últimos años, se han podido superar más rápidamente.
“En este momento es fundamental contener la inflación porque las experiencias de los últimos 50 años nos muestran que una espiral inflacionaria acaba desencadenando una recesión”, le dice el economista. Y agrega que “se puede atajar una recesión sin que esto implique inflación, pero en el otro caso, la inflación termina provocando una crisis”.
En países como Chile, la inflación se disparó a un histórico 13,1% (la mayor en casi tres décadas), seguido por Brasil y Colombia (superando los dos dígitos), mientras países como Perú y México, donde la espiral inflacionaria es un poco menor, también han sufrido las consecuencias de precios que están dejando huellas aún más profundas en los sectores más vulnerables.
Argentina, que sufre un problema crónico de inflación, tiene la herida abierta con un aumento anual del costo de vida de 64%. Ante este escenario, los bancos centrales de la región han aplicado históricos aumentos de las tasas de interés para tratar de sacarle la presión a la olla.
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En los buenos tiempos económicos, muchos gobiernos solían ponerse como meta inflacionaria un rango de entre 2% a 4%. Pero ahora que el costo del crédito está disparado, esas metas se esfumaron, al menos por ahora.
Brasil, por ejemplo, tiene sus tipos de interés en 13,7%, mientras que en Chile el costo de los préstamos escaló a un máximo histórico de 9,7% y en Colombia al 9%.
Pocas ganas les quedan a los consumidores que aspiraban a comprarse una casa con un crédito bancario, o a los empresarios que pensaban renovar equipos, ampliar sus operaciones o iniciar nuevos proyectos de inversión.
“Lo peor de todo es que la inflación es un impuesto sobre los pobres, que tienen escasos ahorros y normalmente trabajan en el sector informal, con poca capacidad para proteger su poder adquisitivo”, explica Gedan.
“Dada la pobreza generalizada de la región y el gigantesco sector informal, los impactos de la inflación son particularmente severos en América Latina”, apunta.
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En ese sentido, las autoridades no han dudado en subir las tasas, especialmente por los episodios de escalada de precios en Latinoamérica en las décadas pasadas.
“Es que dados los traumas pasados de la región con la hiperinflación y el deseo de conservar la credibilidad ganada con tanto esfuerzo de los bancos centrales, no sorprende ver medidas rápidas en muchos países para frenar los aumentos de precios”, dice el experto.
Con información de BBC Mundo.