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Domingo

Andrés Edery: “Los dibujantes de humor gráfico, por naturaleza, somos subversivos”

Andrés Edery habla en esta entrevista de su oficio como humorista gráfico, de la polarización en el escenario político y de su nuevo proyecto en el portal La Encerrona.

Andrés Edery no tiene un autorretrato reciente. Como tantos otros humoristas gráficos, ha preferido escapar de la mirada de la persona que lo sigue con atención y sorpresa en el espejo. La última vez que se dibujó fue hace una década. Llevaba terapia con una doctora experta en ilustraciones, que trabajaba con menores que habían sobrevivido a conflictos armados. “Ella fue la que me dijo que dibujara mis temores. Fue una etapa interesante, porque me llené de dibujos de perros negros con dientes gigantes. Tenía miles”, cuenta. De aquella experiencia salió su primer cuento ilustrado, El pollito que no quería soñar, en 2023, un respiro en la tormenta política que vivía nuestro país y que Andrés debía contar, viñeta a viñeta, en El Comercio. Hace un par de semanas, el dibujante le dijo adiós a su prolongada permanencia en ese diario y migró al portal La Encerrona, para seguir con sus dibujos políticos. No lo asusta trabajar para una plataforma netamente virtual. Por el contrario, dice que así se entera más rápido de lo que piensan de su trabajo, aunque a veces lo llamen facho y a veces caviar. Es inevitable. Es el destino de un hombre que usa los lápices y el color como una espada.

Me ha gustado una de tus últimas viñetas, en la que te autodefines como terrorista de la imagen. Digamos que las categorías psicotrópicas que se crea Palacio sirven para explicar tu trabajo.

(Se ríe) Claro, porque somos subversivos. Los dibujantes de humor gráfico, por naturaleza, somos subversivos. Entonces, a veces, como dice mi amigo Carlos Lavida, que está conmigo en La Encerrona, la Sunat no nos permite poner humoristas gráficos en sus registros. Cuando tú vas a declarar, tienes que buscar lo más parecido. Y yo pongo, por ejemplo, diseñador gráfico, que fue lo que estudié. Pero ahora la presidenta nos ha dado una categoría mucho más acertada, gracias.

En otra viñeta reciente, un personaje ataviado de muchos relojes, traje amarillo y una banda presidencial, celebra que dejaras de publicar tus -te estoy citando- horribles y caviares viñetas en El Comercio. ¿Te pasa eso en la vida real?

Sí, bueno, básicamente es en Twitter donde vas a encontrar a ese tipo de personajes. Es un lugar muy tóxico, y donde cada vez que algo me va mal en la vida, hay un grupo de gente que lo celebra. Por ejemplo, uno de los comentarios decía, vete a La República, ahí terminan todos los rojos.

Bueno, no sé qué decirte. En todo caso, yo me refería a las autoridades. ¿Hay políticos que han pedido que tu trabajo sea censurado o han mandado cartas para que te rectifiques?

Nunca he tenido problemas de cartas. Aunque alguna vez tuve algún problema grupal cuando estaba en el Otorongo.

¿Cuándo?

Diez u once años atrás, más o menos. Allí se quejó directamente Rafael Rey, que era ministro de Alan García, por nuestro especial de Semana Santa.

Lo recuerdo. Tenías una viñeta en la que Cipriani le hacía el saludo nazi al Cristo.

¡Ah, bueno! Por eso no se quejó. Rafael Rey se quejó porque usamos a Jesús en la portada. No recuerdo qué hacía Jesús, la portada fue de Víctor Pereira. Y a partir del suplemento en sí, nos llegó una carta.

¿A todos?

De Rafael Rey, sí.

¿Y es la única vez en que te pasó una cosa así?

Sí. Lo que pasa es que yo no me caracterizo por ser muy agresivo cuando dibujo. Intento jugar con las palabras y que el lector termine de completar la idea. Entonces, no he tenido muchos problemas. Y a la vez, cuando los he tenido, las autoridades se han quejado a través de sus redes sociales. Porky es uno de ellos. Se ha quejado de dos o tres viñetas mías en sus redes sociales, las ha publicado.

Es bueno eso, ¿no?

Sí. Es un poco de publicidad. Pero, claro, sin poner el link y sin poner mi nombre, como diciendo qué asco de dibujo.

¿Y cómo lo habías dibujado?

Es que no me acuerdo.

No te acuerdas de tus maldades.

Es que son tantas. Una fue, si no me equivoco, porque lo dibujé con la bandera del Orgullo Gay detrás. Y otro que se ha quejado es el almirante Montoya. Creo que fue a partir de que dijo que por qué los pobladores esperaban que los congresistas consumieran alfalfa. Ah, y Mulder también, porque dibujé a Alan García o algo sobre el Partido Aprista. Me dijo que yo era un viejo que estaba obsesionado con el Apra.

La presidenta Boluarte es una de las principales protagonistas de los dibujos del humorista. Ilustración: Andrés Edery.

Y en términos generales, ¿dirías que estos son unos tiempos especialmente de intolerancia contra el humor gráfico? ¿O eso siempre ha sido así?

Siempre ha habido momentos de intolerancia. Los 18 años que siguieron a la caída de Fujimori vivimos una especie de democracia europea, donde tuvimos mucha libertad. Pero ya ves, todo ha cambiado. A este gobierno no le gusta mucho la crítica y todo lo que atente contra sus intereses es tildado directamente de terrorista.

¿A ti te han dicho terrorista?

En internet me han dicho terrorista un montón de veces.

Como supongo que también te han dicho DBA o facho.

Depende de quién sea el dibujado ese día, eres o fascista o eres terrorista. Depende de eso. O eres rojo o un reaccionario. Te pongo un ejemplo de cómo se ha polarizado todo. Hay una cuenta de Twitter que se llama Derechistas que terruquean. Y hace un par de años se burlaban de mis dibujos. Y ahora se burlan de mis dibujos en otra cuenta: Izquierdistas que extrañan Sendero Luminoso. No hay nada en medio, siempre te ponen en un extremo.

El signo de estos tiempos es que este año le pidieron a Carlín rectificar una viñeta, algo insólito.

Sí, fue una tontería. Y recuerdo que sacó esta cosa irónica, sobre cómo uno puede diferenciar al policía honesto del que no lo es. Porque tú cuando ves que te paran y se te van a acercar, te pones nervioso, te puedes esperar lo que sea. A eso iba la caricatura. Y cuando le exigen la rectificación, recuerdo que varios dibujantes salimos a apoyarlo sin que nosotros hayamos hablado internamente. Nadie dijo nada. Nadie dijo: “¡Oye, hay que apoyar a Carlín!” Fue una cosa espontánea. Recuerdo que dibujé una viñeta en la que un policía detiene a alguien en un carro. Y el agente le dice a esa persona: “Este dibujo no nos gusta, ¿Cómo lo arreglamos?”. Tú puedes interpretar el mensaje como prefieras.

¿Qué es lo más complicado de tu trabajo?

Para mí es escoger la noticia que pueda interesar más, que parezca más trascendental, y convertir esa información en clave de humor. Un ejercicio que hago mucho es que cuando tengo una información que puede ser de veinte o veinticinco palabras, tengo que convertir eso a un haiku, a ocho palabras. Probablemente la redacción sea una de las cosas más difíciles. Uno que es un maestro redactando es, por ejemplo, Heduardo. Con un texto te hace una súper viñeta. Y en la ejecución, yo no me considero un gran dibujante. Yo creo que soy un dibujante que cumple con que se parezca el personaje. Con que lo identifiques, yo ya me siento agradecido. Entonces, la ejecución no me demanda mucho y probablemente lo que más me demanda es la idea y la redacción.

Estaba pensando que también hay de los políticos cínicos, que, aunque saben que tú los cuestionas, te siguen y a veces te retuitean. Por ejemplo, Vladimir Cerrón.

Cerrón es el caso típico. Cerrón me retuitea, me aplaude, le encantan mis dibujos. Claro, siempre y cuando ataque a sus enemigos. Y es probablemente el más cínico de todos. Se está burlando de todos en nuestra cara. Es impresionante. Si está protegido dentro de un cofre, creo que puede hacer lo que le da la gana.

A veces, las viñetas de Edery no contienen un chiste explícito, sino una opinión. Ilustración: Andrés Edery.

¿Qué tan fácil es dibujar a nuestros políticos? Carlín decía que él los agrupaba de acuerdo al parecido que tenían sus facciones con las de algunos animales.

Claro, lo que pasa es que Carlín tiene todo un sistema. Yo recuerdo que tengo por ahí su libro de cómo hacer caricaturas. Él, a partir de formas geométricas o parecidas a animales, estructura la caricatura que va a hacer y él puede seleccionar, justamente por el parecido a estas formas, qué tipo de cabeza tiene el retratado. Yo intenté hacerlo y resulta imposible, porque Carlín es un genio. Yo me limito a intentar que se parezca y ya está. Me siento libre de poder equivocarme en el dibujo. Sí, porque, ya te digo, para mí lo mejor es cuando reconocen al personaje. Y hay un truco que usamos los dibujantes, que es que, cuando te das cuenta de que el dibujo no se parece al personaje, pones por delante su nombre, en texto, o la pregunta de un reportero.

Es como ponerle leyenda al dibujo.  

Casi, casi.

Alguna vez contaste que, durante la pandemia, este asunto de dibujar día a día lo que pasaba en el Perú, te afectó muchísimo, tuviste incluso que desconectarte.

Sí, en la pandemia hice un cortocircuito. Creo que no sé si podría llamarlo depresión, pero sí me vine un poco abajo. No supe cómo manejar ese periodo tan triste.

Uno no se imagina hacer humor en una situación así.

No, era muy difícil hacer humor. Yo trataba de hacer humor de la cotidianidad, de lo que pasaba aquí en mi casa, en que estábamos todos metidos en casa. Hice unas viñetas que salieron graciosas, dibujé exactamente lo que pasaba. Había reuniones formales en Zoom en donde, por debajo, llevabas puesto un short. Usabas medias de colores diferentes, ibas al baño y tus hijos están dentro contigo, estábamos atrapados en nuestras casas. Pero fue un momento triste. Recuerdo una viñeta en especial, creo que terminé llorando cuando la terminé de dibujar, que era esta cola de gente con sus balones de oxígeno. Y el oxígeno llevaba unos relojes. En vez de que sea ese mecanismo que te dice cuánto queda de oxígeno, esos relojes te iban marcando que el fin estaba cerca.

¿Y es la única vez que te ha pasado una cosa así?

Yo creo que ese fue el peor momento, la pandemia.

Has mencionado a un montón de tus héroes a lo largo de esta conversación, a Carlín, a Heduardo, ¿sigues algún humorista gráfico de fuera?

Mi formación tiene como dos o tres puntas. La primera fue Carlín, desde que empecé. Cuando vi los dibujos de Carlín, pensé: “Yo quiero ser este señor, quiero dedicarme a lo que se dedica este señor”. Lo vi en Monos y monadas, ¿sabes? Lo compraba mi abuelo, cuando yo era chiquitito. Y esas portadas me volvían loco. O sea, me estremecían esas caricaturas.

¿Las guardas todavía?

No, es una pena. Imagínate tener una original del año 79, 80, 81. C

Claro, las que salieron con el régimen militar eran muy divertidas.

Recuerdo una portada, era Belaunde diciendo que no había terrorismo y lo estaban afeitando. Y el que lo estaba afeitando era Abimael.

Bueno, Carlín era uno de tus puntales. ¿Y los otros dos cuáles son?

Mi gran maestro fue Juan Acevedo, del que me hice amigo de niño. Yo iba con cierta frecuencia a su casa, te estoy hablando de hace 38 años. Sucedió que el director de mi colegio, Ricardo Morales, jesuita, era amigo de Juan. Y él me dio su contacto. Entonces conocí a Juan así y fue como tener, ya te digo, clases maestras cada vez que lo iba a ver. Y el otro autor que me fascinó durante muchos años y que probablemente sea mi mayor referencia a la hora de intentar jugar con las palabras fue Roberto Fontanarrosa, el negro Fontanarrosa. En especial, para mí, en Boogie el aceitoso.

El humorista también ha opinado con sus viñetas sobre la violencia e inseguridad en el país. Ilustración: Andrés Edery.

Te he escuchado decir que el escenario político actual es muy parecido al del final del primer gobierno de Alan García, no tanto por la escasez, sino porque hay una sensación de que no hay esperanza, de que no hay arreglo.

Sí, es como si fuéramos un pollo sin cabeza, porque el 88, el 89, yo recuerdo que era una desgracia. No había nadie al mando. Alan García no sé qué estaría haciendo, pero además de querer estatizar la banca, no recuerdo que condujera al país. Entonces, es exactamente lo mismo que está sucediendo ahora. Esta señora no está haciendo nada, está perdida en el espacio. Y en ese momento teníamos el terrorismo avanzando desde lo que sería el resto del país hacia Lima. Los limeños leíamos todos los días las noticias de muertes y muertes. Yo tenía 13 años o 14 años, y me había vuelto insensible al leer los titulares de los periódicos, porque todo el mundo se estaba muriendo. Y, de repente, Sendero llega a Lima, en el 91, en el 92. Esa violencia terrorista la podemos cambiar ahora por la violencia delictiva. Entonces, tienes los dos componentes de ese caos que fue del 88 al 92: violencia y nadie al mando. Hay otra cosa que te quiero decir de esos años. Entre el 98 y el 2000, yo pensaba que al fujimorismo no le interesaba lo que yo dibujaba. Pero lo que ellos hacían era más sutil: ahogar a los medios de comunicación que representaban un riesgo para su régimen. En ese momento, yo estaba en OIGA, con Paco Igartua, y de repente empezaron a ahorcar a todo aquel que quisiera poner publicidad en la revista. De alguna manera, nos quitaban el financiamiento, esos eran sus métodos.

Hay una frase interesante en el último libro que Gustavo Gorritti acaba de lanzar. Te la voy a leer: “Los humoristas le sacan la rabia a la gente. La ayudan a expresar lo que siente, a reírse de lo que uno no puede reírse”. ¿Es una buena definición?

Totalmente. Esa es la definición.

Eso es la definición de lo que hacen ustedes. Y por eso son tan peligrosos para algunos.

Y por eso es que también podemos llegar a ser muy contundentes, porque nosotros tenemos la habilidad de que, con una sola imagen y un texto cortito, te damos la noticia del día, te damos la referencia. Ese es nuestro trabajo, lo que nos gusta hacer. El dibujante, más o menos, tiene la palabra del mudo. Toda esa rabia y toda esa frustración y todo ese tratar de burlarse del poderoso, nosotros lo cogemos y lo convertimos en una viñeta.

Un par de reflexiones finales, ¿cómo ves el cambio de plataformas? Ahora mismo vas a pasar a una plataforma netamente virtual, después de haber estado en un diario impreso

Mira, yo en El Comercio, el último año, ya no estaba en papel, estaba solamente en la web. Aunque sí salía en Somos. Entonces no es tan dramático, sería pasar de una plataforma digital a otra, ya no me sorprende tanto. Y, además, cuando uno tiene años en redes, lo digital ya es parte de tu naturaleza, más o menos. Tengo 70.000 seguidores en Twitter, 30.000 en Facebook, 12.000 en Instagram. Recibo comentarios todo el tiempo. Es interesante porque ayuda, pero hay que saber identificar cuando lo único que quieren hacerte es daño. No es algo a lo que no estoy acostumbrado. La plataforma digital es ya para mí algo natural.

¿No vas a extrañar ver tus gráficos en el papel? Juan Acevedo decía que recibir sus dibujos en el papel lo hacía vivir.

Es bonito ver tus dibujos en el papel, pero el hecho también es que, como yo vivo en Madrid, me cuesta hacerlo. Mi mamá cuando viene me trae la mayor cantidad de recortes y revistas que puede. Cuando hacía portadas en Somos era muy chévere. Ese papel te ayuda, los colores se parecen más a los que tú tenías en la computadora. Pero, como te digo, puedo prescindir de ellos, porque una cosa bonita que te da la plataforma digital es la reacción de la gente. Me gusta, me gusta saber qué piensan. Hay críticas, pueden ser ácidas, pero no me considero ni un genio, ni el dueño de la verdad, y si la cago me gusta que la gente me lo pueda decir. Eso me ayuda. Y sí la he cagado y probablemente la seguiré cagando (se ríe).

Ese es tu credo.

Sí, creo.