Ella, 18 años, Cusco, 3.399 metros sobre el nivel del mar. Él, 18 años, Puno, 3.827 metros sobre el nivel del mar. Ella, Tecnología Médica en la Universidad Andina del Cusco. Él, Educación Física en la Universidad Nacional del Altiplano. Ella, Russell Cjuro. Él, Yeferson Cuno. Los dos, medalla de oro, 3.000 metros con obstáculos, Sudamericano de Atletismo Sub-20, Colombia, a 2.625 m s. n. m. Y un video viral de TikTok:
“Directo en directo, ñañitos. La colombiana de Colombia va a pasar el obstáculo y a 150 metros de la parte ‘juinal’ (…) la peruana, ñañitos, la viene metiendo punche, lo pasó normalazo, y está por su tras, se sienten pasos, se sienten pasos de la peruana, ñaño, (…) qué estrategia de la compatriota peruana de Perú, ñañitos. Está en la recta ‘juinal’. Para qué le han dado ‘sajiro’, ya pasó, pasó, ¡tenemos medalla, medalla de oro!”.
Russell y Yeferson son virales, pero no rivales. Persiguen una meta en común, la de llevar el nombre del Perú a los más altos podios mundiales. Mientras tanto, estos jóvenes atletas atraviesan obstáculos más cercanos: equilibrar la vida deportiva con los estudios universitarios. Como un par de superhéroes adolescentes aprendiendo a usar sus poderes.
Es el aniversario del distrito de Quelloúno, provincia de La Convención, Cusco. Se ha organizado una maratón y, entre los participantes, una señora mayor destaca a paso ligero. “¿Cuántos años tiene?”, susurra alguien desde el público. “Parece de 50, 60, por ahí”, contesta otro. La señora llega a la meta, no hay nadie delante de ella. Recibe su premio, y una adolescente Russell Cjuro ve con orgullo cómo su abuelita acaba de ganarle a todo el pueblo. Poco después, ella misma se animaría a participar en la maratón, como para “probar suerte”. Y ganó.
—Digamos que ese fue el origen de todo — me cuenta Russell, algunos años después—. Sí. Quelloúno fue el origen de todo.
Ahora es su abuelita la que está orgullosa de ella. Tras la maratón inaugural, Russell —que hasta entonces miraba el atletismo sin mucho interés— ya no se detuvo más. Siguió probando suerte, y un día la suerte la llevó a una carrera en el distrito de Urcos, donde no quedó primera, pero le ganó a todas las alumnas de la profe Elvira Mendoza, del Centro de Alto Rendimiento del Cusco. Ella fue su primera entrenadora.
Pero el camino no sería tan liso. Primero, la pandemia, y después, la universidad, supusieron para Russell una valla nueva que saltar. Recién lleva un ciclo en la carrera de Tecnología Médica, pero ya se las ingenia para conjugar su vida de deportista con la de estudiante. No obstante, no teme admitir que, en ocasiones, le da flojera salir a entrenar temprano.
—A veces entrenaba a las 5 de la mañana para poder ir a las 7 a la universidad.
Este agotamiento, sin embargo, la llevó a pensar que no estaría suficientemente en forma para ganar la carrera en Bogotá. Por suerte, siempre hay espacio para una epifanía.
—Justo cuando pasé el foso, me acordé de tantos entrenos que tuve y que fueron tan difíciles —comenta Russell, casi reviviendo la escena—. Ahí es cuando desperté y ¡pum! Hice el cambio de ritmo y la medalla de oro fue mía.
Yeferson Cuno hoy está orgulloso de la medalla de oro ganada. Rusell Cjuro, en Colombia, ganó los 3.000 metros con vallas pasando a su rival a pocos metros de la meta. Foto: composición LR/Kleber Sánchez/Fiorella Ramos
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Yeferson Cuno bien podría no estar hablando conmigo. Yeferson Cuno bien podría haber dejado el atletismo. De hecho, lo dejó. Hace un año, cuando nadie sabía aún que triunfaría en Colombia, Yeferson llevaba apenas unos meses en el atletismo de alto rendimiento y una victoria nacional. Ese fue mérito suficiente para clasificar al Sudamericano de Cross Country de Brasil 2022.
Yeferson se emociona. Pero hay un problema, no tiene pasaporte. Pero hay otro problema, es menor de edad. Un tercer problema: Julio Cutipa, su entrenador, no tiene autorización para tramitar su pasaporte. Ese día, el asiento de avión que debió haber ocupado Yeferson Cuno voló con un silencioso vacío.
Vacío se sintió también el atleta, de entonces 17 años, y pensó que a lo mejor eran ciertos los comentarios que había escuchado más de una vez: “Es una pérdida de tiempo”, “Mejor estudia nomás”, “Esto no es lo tuyo”. Yeferson volvió a su Puno natal, y durante unos meses no quiso saber nada de medallas de oro ni torneos internacionales.
“Hay que hacer caso a los buenos comentarios, y los malos hay que dejarlos pasar». Con esta frase, el entrenador de Yeferson levanta sus ánimos y le recuerda los objetivos que todavía están por cumplir. El retiro no duró mucho. Más calmado, y tras ingresar a la universidad, Yeferson se dijo a sí mismo:
—No le puedo dar la razón a toda esa gente que me dijo que estaba perdiendo el tiempo. Tengo que demostrar lo contrario.
Y lo demostró este año, en el Sudamericano de Colombia, cuando sobrepasó a su contrincante, el ecuatoriano Wilson Navarrete, faltando apenas 100 metros para la meta.
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Un paso. Otro paso. Otro más. Un salto. El último. Sudor. Velocidad. Adrenalina. Movimiento rectilíneo uniformemente variado. Victoria. O como diría el video de TikTok: “Está haciendo ‘ejuecto’ la frejolada con palta que ha comido”.
Russell Cjuro y Yeferson Cuno aún tienen muchas carreras por delante, y no menos obstáculos. Ambos deportistas aspiran a llegar a los Juegos Panamericanos, al Mundial de Atletismo, e incluso a los Juegos Olímpicos. Y se están preparando para eso. Sin embargo, un hecho curioso es que, con esa misma pasión, también anhelan ser como sus entrenadores y apoyar en un futuro a otros jóvenes a correr sus propias maratones.
Algo así como el poema de Blanca Varela, ‘Curriculum vitae’, pero de forma literal: “digamos que ganaste la carrera / y que el premio / era otra carrera”.