En las redes sociales, los sectores más conservadores del país han desatado sus iras contra ella. Solo por pedir que se investiguen los recientes hechos de violencia y la causa de muerte de las víctimas. La defensora del pueblo (e), Eliana Revollar Añaños, nos cuenta aquí los momentos que pasa en su defensa de las libertades, de la democracia y de su institución. Y nos habla de sus raíces y sus anhelos.
El apellido Añaños nos lleva a Ayacucho. ¿Tiene un lazo con la familia empresarial?
Pues sí, mi madre y Eduardo Añaños son primos hermanos. Los herederos son mis primos.
Pero en usted más pudo la vena jurídica que la comercial.
Sí, de niños hemos crecido muy cercanos a ellos en Patibamba, provincia de La Mar. Hemos coincidido en la vida infantil. A los 8 años con mi familia fuimos a Ayacucho. Mis padres son dos profesores y somos tres hermanas. Y luego ellos vinieron a Ayacucho y, bueno, la historia de ellos es conocida, salieron a Huamanga, tenían una pequeña empresa, migran a Lima y se convierten en personas muy exitosas en términos económicos.
Vivió entonces la etapa de la violencia…
Estudié en la Universidad San Cristóbal de Huamanga entre el 84 y el 92 no por retrasos académicos sino por la situación, donde hasta se cancelaban semestres académicos. Terminé Derecho y en paralelo estudié Educación en el Instituto Nuestra Señora de Lourdes, siguiendo el ejemplo de mis padres. Empecé a trabajar en la municipalidad de Huamanga, luego estuve en la dirección regional de Educación y es ahí cuando se abre, el año 97, la Defensoría e ingreso.
¿Sufrió la experiencia del terrorismo?
Mi madre es Añaños Carrasco y a unos 20 minutos de Huamanga la tía abuela tenía un fundo. Lamentablemente, en esas épocas a las personas les obligaban a dar alimentos, ¿no?, posada, a la gente que pasaba armada. Una vez llegó la hija de ella, con su nieta, quiso poner condiciones en el manejo del fundo. Y una noche SL las mató a pedradas. A la tía abuela, a la tía y a la nieta... También recuerdo que en la universidad mi profesor de Derecho de las Obligaciones, arequipeño, excelente maestro, Luna Ballón, fue acribillado, era muy crítico de SL en clases...
Empezó en la Defensoría en 1997, allí mismo, en su ciudad... Y a fines de los 90 se produjo otro hecho, la caída del fujimorismo
Sí, la Defensoría surge en un momento complicado. El 96 nace en Perú, el 97 en Ayacucho, y ya los temas de corrupción, los temas del régimen estaban en cuestión. Estábamos bajo los efectos de un comando político militar en Huamanga y era muy difícil abordar el tema de los derechos humanos... Finalmente todos fuimos testigos de la caída de ese régimen. La Defensoría jugó un rol importante en la defensa de la democracia y en el respeto por los derechos fundamentales de la ciudadanía.
Usted es fundadora, trabajó en protección a las familias afectadas por la violencia política, en el fenómeno de El Niño, en temas de género, es fuerte su identidad con la Defensoría.
Sí, desde que entré entendí que era el lugar que me correspondía. Y a quienes me acompañan desde el inicio y a quienes se han ido sumando les digo que cada quien, en cada acto, debe sentirse defensor o defensora del pueblo.
En su reacción ante los hechos en Huamanga, ¿pesó mucho su sentir por Ayacucho?
Mire, antes de que se desate este escenario, la Defensoría lo había señalado públicamente y también se lo dijimos a la OEA: si este conflicto político entre Ejecutivo y Legislativo no se resolvía por las vías democráticas, con el diálogo, el escenario se iba a trasladar a las calles... Si hay demandas insatisfechas de hace muchos años, si hay un país dividido, donde lo que pasa en Lima no es lo que pasa en el interior -yo había estado en el Vraem en agosto y vi que había mucha rabia en la población-, se necesitaba pensar distinto. Y ocurre lo de Andahuaylas, Chincheros, lo de Huamanga donde la situación se sale de control. Decimos que los que llevan plataformas políticas a través de la violencia, como lo han hecho, deben ser puestos ante la justicia. Pero la protesta no se puede criminalizar, hay demandas que pueden ser legítimas.
Diversas protestas a nivel nacional se viene suscitando. Foto: Marco Cotrina/ LR
Usted había advertido que la renuncia de una sola persona, en este caso Castillo, no iba a resolver la crisis, se necesitaban consensos.
Así es. Era un momento de polarización en el que solo se pedían cabezas y esto no se resuelve así. Es más, el mayor drama que puede tener el país, aun cuando ha bajado la intensidad de la conflictividad, es que no resolvamos los problemas de fondo. Es decir, necesitamos que la ciudadanía vuelva a confiar en sus autoridades, en las instituciones, porque esta crisis no solo ha afectado a los dos poderes que han estado en este enfrentamiento. Ha afectado a la institucionalidad en general. Por eso es que la gente ya no cree en nadie. El gran reto es cómo, por los canales democráticos, devolverle la confianza a la población, resolverle los problemas, no mentirle, dirigir las políticas públicas que en el año y meses de la gestión de Castillo no hemos visto.
Ha indicado también que la sola convocatoria a elecciones no resolverá la crisis.
Así es. El escenario adecuado es un adelanto con reformas necesarias, esperamos que se dé. Se ha dado el primer paso, todavía falta. Llamamos a que se anteponga el interés de la ciudadanía, no podemos seguir en esta situación. Esto pasa por que se entienda la verdadera dimensión del problema. Nuestro país solo está sostenido, a diferencia de otros, por la macroeconomía. Si tenemos una economía que nos respalda, la política debería ponerse a la altura para salir adelante.
Hay personas que dicen que la Defensoría es el último reducto que queda en la defensa de los derechos ciudadanos, ¿eso es motivo de orgullo?, ¿o le preocupa porque también otras instituciones deberían cumplir su rol?
El tema de fondo es que aun estando en la Constitución, en el artículo 1, la defensa de la persona humana y su dignidad, y en el artículo 44 los derechos humanos como responsabilidad de todo el Estado, no se asume. Le queda la responsabilidad únicamente a la Defensoría del Pueblo. Ahora bien, entender la dinámica de la Defensoría en un país polarizado es muy complicado. Siempre quieren tenerte hacia un lado o hacia el otro. Y esta institución debe manejarse en autonomía, independencia e imparcialidad. Jorge Santistevan nos decía: la Defensoría debe ir como una nave con esas tres banderas, pero navega en aguas políticas, con diversos intereses.
Lo cierto es que hay quienes quieren copar las instituciones, ¿no se siente presionada?
La decisión de poner a un defensor del pueblo es del Congreso, con mayoría calificada. Es algo que en un momento debe darse. Y llegado ese día estaremos dispuestos a darle todo el apoyo a quien sea elegido como defensor. Pero muchas veces por desconocimiento o por querer tomar la institución, se hacen cuestionamientos. La verdad es que la Defensoría sabe que no es un acompañante grato del poder. Creo que el día que la Defensoría pierda ese sentido de independencia, de imparcialidad, de neutralidad política, la institución dejaría de existir.
Usted ha recibido críticas de los sectores más conservadores.
Cuando hay declaratoria de estados de emergencia o toques de queda la función de la Defensoría no desaparece. En los hechos en Huamanga, tuve información de la oficina de que ya había dos cadáveres que habrían llegado producto de estos enfrentamientos contra un helicóptero que estaba lanzando gas lacrimógeno, nos decían: ¡Nos están bombardeando! Yo conversé con el ministro de Defensa. Y él me dijo que iban a retroceder. Luego conversé con el comandante general del Ejército y lo mismo. Y ha habido voces que incluso se han atrevido a acusarme de que soy la quinta columna de SL por pedir que se investigue. Lamento que personas de derecho, como el doctor Ghersi, haya hecho una aseveración de tal naturaleza. Toda muerte se investiga. Y la Defensoría pedía que se esclarezcan los hechos habiendo dos personas fallecidas.
Con mayor razón las muertes por bala.
Quien determinará si hubo o no responsabilidad de las Fuerzas Armadas será la fiscalía. Por eso decir a priori que la Defensoría nada tiene que ver sería negar que estamos en un estado de derecho, porque si bien hay excepcionalidad, se tiene que garantizar el uso proporcional de la fuerza. ¿Qué ha pedido también la Defensoría? Que se identifique a los elementos relacionados al vandalismo, personas con vinculación con el narcotráfico, minería ilegal, delincuentes comunes que se han metido, personas ligadas al Movadef. Hasta ahora no tenemos responsables de lo que pasó en aeropuertos, centrales hidroeléctricas, el país necesita saber. Esperamos se investigue, pero no se puede señalar que exigir investigación es trabajar por el terrorismo. Eso tiene un efecto nocivo no solo para la Defensoría.
En las redes sociales también decían que usted tenía posiciones cercanas a Castillo.
Es absolutamente infundioso. En la Defensoría no podemos hacerle el juego a quien está en el poder. Al poder tenemos que estar diciéndole qué está haciendo bien, qué puede hacer mejor y qué está haciendo mal en respeto de derechos, de democracia, son señalamientos. No tengo ninguna vinculación ni con el señor Castillo ni con la señora Boluarte. Y en la vida de la institución ningún defensor ha tenido que ser “defensor de” porque si no estaríamos en un régimen como el de Venezuela.
No le parece preocupante que los hechos de violencia se investiguen en el fuero militar.
Eso lo he conversado con el exministro de Defensa, hoy premier (Alberto Otárola), y tiene claridad que se debe investigar en el fuero común. Le hemos pedido al fuero militar que aclare la situación. El rol de la Defensoría es hacer que se cumplan los fueros. No puede ser una institución silente en un estado de emergencia o en una crisis.
Usted diría que son los momentos más difíciles en estos 26 años en la institución.
He tenido momentos muy complicados. En Ayacucho no era fácil. El 98, 99, las amenazas venían, por un lado, por otro. Pero hoy no me doblega porque sé que la Defensoría está haciendo lo correcto. Sí me podría volver vulnerable que la gente crea que la Defensoría es un nido de personas que defienden el terrorismo, lo cual no es cierto. Siempre hemos combatido el terrorismo porque he sido testigo de lo que ha vivido Ayacucho y de su resultado absolutamente nefasto. Mira, si hay alguien que recuerdo al fragor de lo que hoy me toca vivir es a Jorge Santistevan. El día que amenazaron con matar a mi hija, en Ayacucho, a la primera persona que llamé fue a él, me dijo que me iba a sacar del país, pero le dije, no he hecho nada, quiero seguir acá. Y lo que me dijo hoy es absolutamente válido: que las bases de la democracia no solo están escritas en la Constitución, en sus instituciones, en la separación de poderes, en la colaboración de las instituciones, eso debe permear en la sociedad, me decía. Toda la sociedad debe entender por dónde es el rumbo.
Debió ser desconcertante esa amenaza.
Fue el 99. Y no era simple, recuerdo que fui a Ticllas y el gobernador que juntó a las personas para el taller de Derechos Humanos, tres o cuatro días después, tras mi regreso, apareció con los dedos cercenados, la lengua cortada, muerto. Y también una dirigente que vino a la Defensoría, desapareció. En la amenaza me decían mira lo que pasó con tal, con tal, la siguiente es tu hija. Fue desconcertante... Hoy me siento fuerte, sé que hago lo que corresponde.
Las imágenes recientes de Ayacucho debieron traer de nuevo esos recuerdos.
Mi señalamiento era, es, cuidado con Ayacucho. Porque en las zonas que han sufrido la violencia hay procesos que deben cerrarse. Y para cerrarlos se necesita un Estado presente, que resuelva las demandas de la población. Porque si no esa impotencia se convierte en rabia y después la gente colectivamente se desconoce. Ahora hay una tensa calma. Hay muchos temas pendientes por resolver. Esperemos que sea así.